Los Beatles al servicio de la radio pública
La historia nos ha legado la imagen de unos Beatles triunfadores, lideres juveniles. Pero antes tuvieron que pasar por el aro y ejercer como leales servidores del show business.
La historia nos ha legado la imagen de unos Beatles triunfadores, lideres juveniles a la par que dominadores de las secretas técnicas de Abbey Road, tirando del resto de los artistas pop. Digamos que esa fase imperial corresponde a la segunda mitad de los sesenta. Pero antes tuvieron que pasar por el aro y ejercer como leales servidores del show business.
Entre otras concesiones, eso suponía grabar sesiones para la BBC, que entonces monopolizaba la radio en el Reino Unido (curiosamente, ya había televisión comercial desde los años cincuenta). Vigilada por el poderoso sindicato de músicos, que limitaba la cantidad de discos que podían emitirse, la BBC conservaba los antiguos hábitos: ofrecía actuaciones en directo, aunque frecuentemente, por cuestiones de agenda, estaban previamente registradas en sus estudios. Estudios elementales, donde se grababa en mono.
El inconveniente para muchos artistas era la velocidad con que trabajaba, sin margen para adecentar pistas o disimular pequeños errores. Pero los Beatles lo consideraban un desahogo. Para sobrevivir en los clubes de Hamburgo y Liverpool, podían tocar durante horas sin repetir canciones. Paradójicamente, convertidos en estrellas, sus shows se encogieron: solo podían interpretar sus éxitos y algunos rocanroles.
Así que las sesiones para diferentes programas de la BBC nos permiten conocer cómo sonaba su repertorio de batalla, más allá de las pulcras versiones que George Martin autorizó para rellenar elepés. Como ocurría con todos los conjuntos de la época, que pocas veces se atrevían a componer, resultaba vital contar con un cancionero polivalente, que además les diferenciara del resto.
Paul McCartney ha explicado su metodología. Intentaban escuchar los singles estadounidenses que salían en el Reino Unido, incluyendo las caras B; aquello de que tenían acceso a discos raros que traían los marineros de Liverpool es leyenda urbana. McCartney rompía la heterodoxia seleccionando piezas como Luna de miel, de Mikis Theodorakis (“se la escuché en la tele a Marino Marini, un cantante italiano”) o Bésame mucho (que conocían de los Coasters pero que adaptaron a su gusto gamberro).
Mil veces pirateadas, esas grabaciones de la BBC —que se empezaron a rescatar en 1994— tienen un atractivo extra. Conservan retazos de las presentaciones y conversaciones con los locutores, que revelan que —a diferencia de muchas figuras— no se sentían intimidados por la BBC. Hay destellos de su humor, aunque esa faceta queda mejor reflejada en otros discos que nunca han tenido lanzamiento oficial: los enloquecidos singles navideños que enviaban a los miembros de su fan club. Ya llegaran, no teman.
Babelia
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