“La edad dorada de China para los extranjeros ha terminado”
Hace cinco años que el primer artista español que se instaló en China abrió en Pekín su residencia para otros como él Ahora, piensa en el regreso a casa
Fue el primer artista español que llegó a China para quedarse, y lo hizo con el inalcanzable objetivo de convertirse en un artista chino. En 2005, y a pesar de que le habían advertido de que allí no había lugar para su trabajo, Judas Arrieta (Hondarribia, 1971) aterrizó en Pekín escapando de la burbuja española y en busca de un lugar que le permitiese realizar sus sueños como creador multidisciplinar. “Llegué porque quería tener un estudio del tamaño de un campo de baloncesto, y producir obras de grandes dimensiones por una fracción del precio que costaban en España”.
Pero no solo pesaron razones económicas en su decisión de establecerse a 10.000 kilómetros de su zona de confort: su inconfundible estilo es un caótico cóctel de elementos de Oriente y Occidente. “Siempre me habían fascinado la cultura japonesa del manga, las películas de kung fu, y el mundo de los superhéroes americanos. Como Japón era inalcanzable por los elevados precios, pensé que China podría servirme también de revulsivo creativo”.
Y lo fue. Alquiló su estudio soñado en la zona de artistas locales conocida como 318, a las afueras de la capital, y se puso manos a la obra. En el sur del país, donde se encuentra el motor de la fábrica del mundo, nació su serie de toys Judas Z, un antihéroe patoso y guasón que se ha convertido en su alter ego de plástico. En Pekín, por su parte, este Peter Pan vasco plasmó su anarquía de héroes y frases revolucionarias en lienzos interminables llenos de alegría y optimismo. “Estar en Pekín me ha dado la posibilidad de hacer cosas que jamás habría podido hacer en España”.
Pero no ha sido fácil. “China te pone los pies en la tierra. El primer año fue muy duro. Estaba completamente solo y todo me abrumaba. Es un país que te puede destruir moral y físicamente, un océano lleno de tiburones en el que matas o te matan. Pensaba que era un tipo fuerte y descubrí lo pequeño e insignificante que soy”. Además, se atrevió a combinar la intocable figura de Mao Zedong con el particular perímetro craneal de Mickey Mouse. Y los censores no se lo perdonaron. Actualmente, tiene prohibido volver a representar al Gran Timonel, pero ha respondido dibujando su rostro en el perfil más conocido del mandatario chino.
Finalmente, Arrieta captó la atención de propios y extraños. Ha expuesto en decenas de galerías y museos de tres continentes, ha participado y producido programas de televisión, ha logrado zambullirse en el fascinante ecosistema del arte chino, y suma ya casi 10.000 seguidores chinos en su cuenta de Weibo, el equivalente a Twitter. “Vi que cada vez había más interés por el país, y pensé que sería buena idea dar a otros artistas la misma oportunidad que he tenido yo”. Por eso, el año de los Juegos Olímpicos Arrieta inauguró la primera residencia destinada a gente como él.
Cerró un acuerdo de becas con la Universidad del País Vasco y con el Instituto Etxepare, y en su lustro de vida han pasado por su estudio casi 40 creadores españoles que, durante dos meses de verano, han desarrollado proyectos muy diversos. “Hemos hecho de todo: instalaciones, cine, pintura, escultura, performance… La residencia es un puente entre España y China, y creo que quienes lo han recorrido están satisfechos. Algunos han ganado premios, su obra se ha expuesto en diferentes lugares, e incluso hemos conseguido vender alguna pieza, algo nada fácil en este país. Pero, sobre todo, hemos cumplido el objetivo de promocionar el arte de España en Pekín”.
Pero China ya no es la de 2005. Ni siquiera la de 2008. El brutal desarrollo económico ha hecho que su mercado del arte se haya convertido en el más goloso del planeta, pero no es oro todo lo que reluce. “La edad dorada de China para los extranjeros ha terminado. El euro se ha desplomado frente al yuan, y la inflación aquí es brutal. Ya no es tan económico como antes vivir y producir. Sobre todo en el sector inmobiliario, los precios son ya más elevados que en casa”.
En estos 8 años, Arrieta también ha descubierto los hilos que manejan el mercado del arte en China y las manos que los mueven. “El mercado chino es muy sectario. Te puede tocar la lotería, puede que hagas una exposición y lo vendas todo, pero no es lo normal. Muchos creen que aquí van a triunfar con poco esfuerzo, pero apenas hay espacio para artistas extranjeros que no sean Picasso, porque las galerías son lavadoras de dinero negro que funcionan con contactos y están interesadas en crear grandes figuras locales”.
Arrieta pone un ejemplo: “Conozco artistas chinos que en dos años se han forrado. Que han pasado de compartir el autobús conmigo a llegar en un Audi. Les han pedido que pinten cien cuadros y que paren, porque luego las galerías los van a mover, y han desaparecido. Es la estrategia de un negocio como cualquier otro, en el que lo de menos es el arte”. Quizá por eso, y porque Arrieta no ha querido encerrarse en ningún círculo de artistas, todas las obras que ha vendido han ido a parar a manos de extranjeros.
Todo eso, y su nueva coyuntura personal -se ha casado con una mujer china y ha sido padre-, ha llevado al artista a decidir regresar a España para continuar con su trabajo. “Quiero volver a Pekín cada año para continuar con el programa de residencias, pero creo que es el momento de que el puente que hemos construido sea bidireccional. Ahora me gustaría llevar artistas chinos a España”.
Con ese reto, Arrieta volará a Bilbao en octubre. Pero no es su único objetivo. “Quizá haya cometido el error de haber puesto demasiado esfuerzo en tratar de abrir las puertas de los canales tradicionales del arte, como son las galerías y los museos. Creo que hay que buscar otras vías de forma que los intermediarios, que son quienes controlan y manipulan el mercado con intereses más económicos que artísticos, pierdan poder. Porque lo suyo es una dictadura”.
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