Mr. Monopoly se muda a Líbano
El pintor e ilustrador valenciano Jordi Machi ha encontrado un nicho de mercado inesperado en Beirut
2013 no va por el camino de ser recordado como un año especialmente boyante, pero las expectativas de futuro poco halagüeñas para muchos no impiden que surjan excepciones; historias de personas que consiguen hacerse valer y darse a conocer a base de esfuerzo y talento. Jordi Machi seguramente conservará un buen recuerdo del momento que está viviendo aún dentro de muchos años, cuando rememore el día en que por fin logró dedicarse a tiempo completo a la ilustración. La fórmula de este valenciano de 30 años para alcanzar su meta pasa por no renunciar a nada e intentar sacar el máximo provecho de todas las oportunidades que se le presentan. “Quiero vivir bien de esto. Por eso me agarro a todas las oportunidades, y si no las encuentro, las sigo buscando”.
“Mis amigos ya me decían desde pequeño que tenía que estudiar Bellas Artes. Yo dudé hasta el último momento, pero pensándolo ahora, no podría haber estudiado otra cosa”. En 2008 España empezaba a notar las primeras turbulencias, y una recién conseguida licenciatura en Bellas Artes no era la mejor garantía. Escuchándole hablar no parece que eso le quitase el sueño en su día y tampoco ahora. Cuando se licenció se trasladó a Madrid, donde vivió cuatro años con la excusa de participar en un proyecto cinematográfico. “Trabajé haciendo el storyboard para una película con Marta Etura y Eduardo Noriega dirigida por Santiago Tabernero”, explica. “Allí tuve además la oportunidad de trabajar con Laia Colet, que fue directora artística de la versión de El perfume”.
La oferta resultaba muy atractiva, pero el ritmo de trabajo no era tan constante, así que había que encontrar otras vías de sustento para no renunciar a ello. “He trabajado un montón en el mundo de la noche madrileña, sirviendo copas y demás, pero no me arrepiento de nada porque he hecho un montón de contactos”.
Aficionado a la animación japonesa, su auténtico faro en el mundo del arte es Norman Rockwell: “Creo que es el cartelista de referencia americano”. En sus propias pinturas e ilustraciones da vida a perversas representaciones de personajes tan populares como Popeye o Mr. Monopoly —el bigotudo ricachón del juego de mesa del mismo nombre— en escenarios que difícilmente aprobarían sus creadores originales. “Mi estilo siempre ha sido figurativo y más o menos realista. Intento hacer referencia al mundo del cómic metiendo mucha historia dentro”, detalla él.
Este último año ha quedado marcado por otro viaje que le ha cambiado la vida: a Beirut nada menos. El propósito era, en principio, visitar a un amigo, pero al sumergirse en la escena artística local vio que su estancia podía dar más de sí. “Nos pasaron el teléfono de un hombre que al parecer era súper influyente allí y que terminó interesándose por mi trabajo”. Semejante emplazamiento resultó ser un oasis de oportunidades inesperadas. “Preparé una exposición que terminó siendo un éxito total. Lo vendí todo y ahora no paro”. El resultado pronto superó sus mejores expectativas. “Esto en España no me habría pasado”, asegura. “Este último año me está yendo muy bien. Me han propuesto más exposiciones en sitios como Dubái”.
El viaje a Líbano fue la antesala de otros proyectos. En una de sus exhibiciones entró en contacto con una marca de ropa francesa que le propuso utilizar sus ilustraciones para sus diseños. Ahora trabaja con esa firma. “También me he metido en otro proyecto con una chica libia que hace bolsos”, añade.
Su optimismo parece merecido y casi contagioso, y ahora solo piensa en aprovechar esta ola de oportunidades para seguir trabajando. “El futuro lo veo mejor, pero fuera de España excepto por los proyectos que me puedan salir en el cine”. No habla de un destino concreto porque sabe que en esta profesión hay que hacer muchas maletas. “Siempre he sido un poco nómada y no me planteo ni salir de España ni quedarme aquí. No sé dónde estaré el año que viene. Lo que es seguro es que me tocará volver a Beirut”.
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