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La felicidad tampoco está en el campo

El cineasta belga Pierre Duculot apuesta por las personas normales y la vida rural en 'Una casa en Córcega'

Gregorio Belinchón
El director belga Pierre Duculot, retratado ayer en Madrid.
El director belga Pierre Duculot, retratado ayer en Madrid.luis sevillano

El belga Pierre Duculot (Lieja, 1964) ha sido productor de documentales, programador de festivales, profesor, periodista... "He llegado a la dirección mayor, así que hago lo que quiero", cuenta. Lo dice porque su Una casa en Córcega, que se estrena hoy en España y su debut en el largometraje, se sale un poco de los circuitos habituales: no ha sido pensada para gustar a los certámenes, ni pensando en un público de élite. "A mí me apetece que le guste a mi madre, que va mucho con sus amigas al cine aun con más de 80 años. Mi recorrido profesional es el que es. No creo que hubiera hecho esta película a los 25 años. He acumulado cosas, vivencias, lugares, actores, ambientes... y los he regurgitado en pantalla". ¿Ni siquiera de verdad pensó mientras rodaba a qué festivales les podía gustar, él que conoce desde dentro los gustos de sus programadores? "No, y el mejor ejemplo es que mi película solo ha ido a algunos pequeños. Sé cómo la gente rueda pensando en Cannes, toma decisiones artísticas a la búsqueda de esa selección. No he tenido esas ambiciones, probablemente porque mi presupuesto era pequeño, no necesitaba una rentabilidad festivalera. Veo muchos de esos largometrajes y se quedan ridículas en cinco años, en cuanto abandonan ese circuito. Me gusta el trabajo de Robert Guédiguian: hace películas sencillas sobre personas sencillas".

El cineasta sabe que sacar el nombre de Guédiguian es mentar a un referente. Una casa en Córcega habla sobre la vida, aunque en su caso no la de Marsella, sino la de un pequeño lugar en la isla que bautiza el filme. Allí hereda Christina -la protagonista-, a la muerte de su abuela, una casa en estado lamentable, y esas cuatro paredes, que sustentan un tejado a punto de derrumbarse, se convierten en su refugio moral, tras abandonar una vida-lastre en la belga Charleroi. Pero, en un estupendo giro, el campo no es la panacea de una existencia. "Era muy importante para mí. Es cierto que ella gana su independencia. En la ciudad deciden por ella; en el campo en cuanto ve que pueden repetirse los males, rehuye el camino fácil. Y yo he huido de mostrar una vida rural idílica: no hay servicios públicos, hay poco trabajo, la tierra que se pueda cultivar es cara...".

El cine es el mejor sociólogo del tiempo"

Duculot apuesta por un punto de vista femenino, una decisión que últimamente se ve mucho en el cine. "Sí, lo rural en la vida real ya no es solo una cosa de hombres. Mi mujer, por ejemplo, está todo el día soñando con cultivar legumbres y lechugas en el campo. Es una tendencia que he constatado crece poco a poco. Hay mujeres solas viviendo en sitios así porque quieren. Y el cine no puede esconderlo. Porque el cine es el mejor sociólogo del tiempo. La pantalla capta, palpa, refleja más rápidamente el ritmo de vida que los científicos. El cine va por delante de los supuestos expertos sociológicos en captar las tendencias". Y una tendencia es la vuelta a la familia en tiempos de crisis: "Para mí, la familia es fundamental. Llámame carca si quieres". Volviendo a ese personaje femenino, Duculot se defiende: "Desde que hago cortos es un problema. Es más, en algunos momentos pensaban que yo era directora [risas]. Mi punto de vista es muy femenino, mi mujer me regaña mucho... También es muy importante que ya había trabajado con la actriz protagonista, Christelle Cornil, y tenía clarísimo que iba a repetir. Hemos estado dos años preparando Una casa en Córcega, y Christelle ha cambiado cosas del guion".

Finalmente, una realidad: la dificultad de filmar en el campo. "Fue muy curioso. Queríamos que Charleroi saliera gris, con un triste ambiente belga, y el sol no nos dio tregua. En Córcega en cambio tuvimos lluvia, frío, calor, viento... Y montañas, caminos de cabras... Me compliqué la vida. Hubo días...". Hubo días en que seguro que Duculot, desesperado, pensó parafraseando a Fernando Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte: "¡¡Me cago en el padre de los hermanos Lumière!!":

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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