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CRÍTICA: 'LOBEZNO INMORTAL'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Ronin mutante

El segundo largometraje en solitario del personaje, adapta libremente el trabajo de Miller y Claremont

Hugh Jackman como Lobezno.
Hugh Jackman como Lobezno.

El guionista Chris Claremont y el dibujante Frank Miller tuvieron en 1982 la estimulante idea de hacer viajar a Lobezno, el outsider por excelencia en el pelotón mutante de la Patrulla X, al Japón, territorio donde su identidad podía entroncar con la figura del samurái, o, más precisamente, del ronin, el samurái errante que ha perdido a su amo y ejerce de justiciero de fortuna. La experiencia tuvo sus inesperadas consecuencias creativas: al año siguiente, Miller desarrollaría una de sus series más personales, Ronin, quizá para seguir conviviendo con el influjo de la síntesis gráfica de la ilustración tradicional japonesa que recorría su labor para la fundacional serie limitada de Lobezno.

Dirigida por James Mangold –un todoterreno al que no se le puede discutir el ímpetu y la energía que insufla al encargo menos estimulante-, Lobezno Inmortal, segundo largometraje en solitario del personaje, adapta libremente el trabajo de Miller y Claremont, pero algo muy importante se ha perdido en el trasvase: hubiese sido deseable que Mangold mirara más a las formas del cine de acción japonés –a las líneas de continuidad entre el cine de samuráis y el de yakuzas, y de ahí a la ficción cyberpunk- antes que aplicar el esperanto del blockbuster. En el conjunto destaca una escena desaforada ambientada en el tren bala, pero duele pensar lo que un cineasta como Takeshi Miike podría haber hecho con ese presupuesto y con esa idea.

LOBEZNO INMORTAL

Dirección:James Mangold.

Intérpretes: Hugh Jackman, Tao Okamoto, Rila Fukushima, Brian Tee, Hiroyuki Sanada, Famke Janssen, Hal Yamouchi.

Género: ciencia-ficción

Estados Unidos, 2013

Duración: 126 minutos

El arranque de la película, que lleva al espectador de la explosión de Nagasaki a las montañas canadienses –aunque, en la realidad del rodaje, fueran tan australianas como el protagonista-, pone de manifiesto la contundencia del toque Mangold y establece una modulación del personaje, como héroe atormentado, que logra no cargar las tintas al modo Nolan. Sigue resultando palpable el placer con que Hugh Jackman se calza la piel del personaje: un caso insólito de sana identificación y buena armonía entre actor y personaje.

Lobezno inmortal proporciona entretenimiento decente –que no excelente- para los apasionados de las ficciones súper-heroicas, pero al visitante ocasional de estos registros quizá le interese saber que l película no juega en la misma liga que las infinitamente más afortunadas Los Vengadores (2012), X-Men: Primera generación (2011) o Iron Man 3 (2013).

Babelia

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