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CRÍTICA: 'LLÉVAME A LA LUNA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Pagafantismo’ itinerante

Las películas de Boon y Chaumeil eran comedias francesas que aspiran al triunfo global por la vía de la mímesis nostálgica del cine 'mainstream' americano

Dany Boon y Diane Kruger, en 'Llévame a la luna'.
Dany Boon y Diane Kruger, en 'Llévame a la luna'.

A la hora de presentar Los seductores (2010), su primer largometraje, Pascal Chaumeil solía hablar de Sucedió una noche (1934) de Frank Capra como principal inspiración de su propuesta. En realidad, su película partía de una estrategia de cinismo sentimental —la contratación de un seductor profesional con el artero fin de pulverizar un matrimonio— para acabar abrazando las claves más previsibles de la comedia romántica a la americana. La película jugaba, por otro lado, con un guiño musical a Dirty dancing (1987) que permitía emparentar el trabajo de Chaumeil con otro éxito reciente de la comedia francesa: esa Bienvenidos al norte (2008) que, pese a su medular localismo, propulsó al cómico Dany Boon al estrellato global, y que contenía un parejo juego intertextual con el cancionero asociado a La mujer de rojo (1984). En definitiva, las películas de Boon y Chaumeil eran comedias francesas que aspiran al triunfo global por la vía de la mímesis nostálgica del cine mainstream americano de los ochenta, esa década de eclosión y afirmación de una sensibilidad cinéfila para multisalas.

LLÉVAME A LA LUNA

Dirección: Pascal Chaumeil.

Intérpretes: Diane Kruger, Danny Boon, Alice Pol, Robert Plagnol.

Género: comedia.

Francia, 2012.

Duración: 104 minutos.

Era, pues, algo natural —y quizá inevitable— que Boon y Chaumeil acabasen entablando amistad —o, por lo menos, pragmática entente profesional— en esta colaboración destinada (o, más bien, preprogramada) al éxito. Llévame a la luna permite, esta vez sí, detectar con mayor claridad ese retrogusto a screwball comedy que subrayaba el autor. Chaumeil desplaza el cinismo sentimental a su personaje femenino, que casi parece una declinación pagafántica y algo desagradable de las activas heroínas de la gran comedia americana de los años treinta: Diane Kruger exhibe una inesperada vis cómica: una mujer obsesionada con una supuesta maldición familiar —ningún primer matrimonio ha sido el definitivo—, que decide seducir y martirizar a un infeliz —Danny Boon, redactor de la Guía del Trotamundos— para agotar su primer cartucho conyugal. Eso sí, este juego de humillaciones, que culminará en romance, es tan previsible como garantiza la suma Chaumeil más Boon.

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