Lo cotidiano es extraordinario
Laura Calvo documenta con su cámara la vida de sus abuelos en un pueblo zamorano mientras trabaja para agencias de publicidad
Rosalía y Goyo tienen 84 años. 61 de ellos los han vivido juntos. Dos rostros anónimos que atesoran los días en su currículum vital mientras una cámara les acompaña temblorosa, muy de cerca, como si escudriñase la vista para enfocar mejor; como si compartiese con ellos los achaques de la edad. Para llegar a la esencia de Afortunadamente, un pieza audiovisual que muestra en cuatro minutos un día en la vida de este matrimonio zamorano, hay que comprender el cariño y la admiración de su autora, Laura Calvo (Zamora, 1982) por los protagonistas: sus abuelos. “Quiero que cuando ya no estén aquí quede una huella de ellos”. Por eso ha decidido presentar este trabajo, para rendirles homenaje y mostrar que la vida de dos ancianos "puede ser triste, pero también bonita". Pero también para aprovechar una oportunidad, la de acercar su obra al "mayor número de personas posible y de la más diversa índole".
Afortunadamente ofrece una dosis de realidad donde lo cotidiano es lo extraordinario, tareas casi mecánicas como levantarse de la cama o asearse se invisten de un mérito enorme y la televisión es un bálsamo para tantas horas muertas impuestas por impedimentos varios. “Trato de crear historias, retratar la vida cotidiana, mostrar dónde me muevo, dónde vivo”, explica la artista visual de 30 años —31 el 1 de agosto—. “Me gusta mucho el cine. Lo devoro. También las artes plásticas y la música. Pero sobre todo me inspira la gente que conozco y lo que tengo a mi alrededor”, cuenta esta devota confesa de la obra de Stanley Kubrick y David Lynch —especialmente de este último—. "Es un artista multidisciplinar que ha hecho cine, cortos, y ahora, con casi 70 años, también música, y encima, electrónica. Es un verdadero hombre orquesta". Quizás sea esa libertad creativa lo que más le inspira para reciclar y remendar sus trabajos transformándolos en fotografías, cortometrajes o proyectos de más difícil catalogación.
Diseñadora gráfica de profesión —trabaja con agencias de publicidad—, Calvo ha sabido encontrar un equilibrio casi perfecto entre necesidad y vocación. “Mi otro trabajo también me gusta porque son dos cosas compaginables y complementarias. Todo forma parte del mismo aprendizaje”, explica. Tras su paso por la Universidad Pontificia de Salamanca, donde estudió Comunicación Audiovisual, se trasladó a Madrid, de ahí a Barcelona, y ahora ha vuelto a Salamanca. “Soy freelance, así que tengo espacio para desarrollar estas ideas”. Pero como tantos de su generación, no cierra la puerta a buscarse las habichuelas fuera de España. Eso sí, mirando antes que nada por su progresión creativa. “Es algo que haría con ‘movilidad exterior’ o sin ella”, ironiza.
Su interés por el mundo audiovisual surgió siendo una niña. “Cuando tenía 10 años mi madre compró una cámara y desde entonces no he parado de grabar. Los primeros experimentos con texturas en el gotelé de las paredes, las personas, los paisajes…”. El simple hecho de pisar la calle es para ella una excusa para recolectar imágenes, planos recurso, encontrar futuras tramas. “Grabo mucho material espontáneamente. Odio salir de casa con los auriculares puestos, porque cuando te aíslas te pierdes muchas cosas. Hasta de un ruido desagradable se puede sacar algo”. Esa forma de mirar el mundo está marcada por Villamor de los Escuderos, la localidad de poco más de 500 habitantes en la que creció. “Fijarme en los paisajes es algo que me viene del pueblo, donde todo el mundo se conoce y cuenta sus historias, reales o inventadas. Allí todo recuerda a Amanece que no es poco”.
Dondequiera que le lleve su carrera, nunca olvidará a sus octogenarias musas. Por eso sigue documentando siempre que puede los quehaceres de sus abuelos. “Puedo pasar una semana grabándoles las 24 horas del día y el resultado es tal cual son. Son muy naturales y expresivos. Son muy… ellos”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.