La banda sonora de México Distrito Federal
La banda mexicana se presenta en julio en Huesca, Madrid, Barcelona y Vigo
El caos del Distrito Federal tiene su banda sonora. Suena a un organillo vienés de inicios del siglo XX, a un violinista clásico en Bellas Artes, al sonsonete de un vendedor del metro y a una banda de rock en la Zona Rosa. A mariachis de Jalisco, sones veracruzanos y acordeones de bandas norteñas.
Si hay una banda que lo resume es la mexicana Café Tacvba. Su música tiene tantos componentes como el mole, el plato prehispánico que tiene 30 ingredientes. O incluso más.
El cuarteto está formado por Emmanuel Meme del Real, los hermanos Enrique y Joselo Rangel y el vocalista Rubén Albarrán (que en el escenario ha utilizado una decena de nombres, como Pinche Juan, Anónimo o Masiosare, para “desahogarse de Rubén y tomar aires nuevos”. El más reciente es K'Kame, un nombre de origen huichol que significa “el que avanza paso a paso”).
Se conocieron en la Universidad Autónoma Metropolitana a finales de los años ochenta. Venían de Ciudad Satélite, uno de los primeros suburbios de la capital mexicana, impulsado por el expresidente Miguel Alemán (1946-1952). “Una comunidad en construcción habitada por gente que venía de todos lados”, explica Meme. “Un experimento social”, apostilla Rubén. “Decía [el ensayista mexicano Carlos] Monsiváis que éramos los primeros extranjeros viviendo en suelo mexicano”. Ciudad Satélite albergó el primer centro comercial a lo estadounidense en México, por ejemplo. “De esa mezcla salió gente como nosotros”, añade.
Empezaron a tocar “por gusto, por ganas de pasarla bien”, afirma Rubén. Comenzaron llamándose Alicia Ya No Vive Aquí y tocaban música anglosajona. En el documental Seguir siendo (2010) explican que lo dejaron porque “no podían ser un grupo sofisticado, como los argentinos y los españoles”. Y empezaron a tocar lo que sabían. A inicios de los años noventa se cambiaron el nombre en homenaje a un café del centro de la Ciudad de México y escandalizaron a los puristas al declarar que “no eran rockers”, sino que tocaban “música mexicana contemporánea”. Las etiquetas las perdieron con los años. Llevan ya 24 juntos.
En Seguir Siendo, una mujer japonesa le pregunta a Rubén en un aeropuerto qué estilo de música tocan. “Mexicana... rock... bossa nova, jazz. Electrónica”, responde en inglés. Su catálogo es una caja de Pandora que ilustra el inmenso acervo musical mexicano. La ingrata es una frenética parodia de las canciones norteñas. Las flores, una alegrísima canción de amor vestida de son veracruzano. María, un bolero de vieja escuela. El baile y el salón, una melancólica mezcla de rock y bossa nova. En el disco Revés/Yosoy experimentan con la electrónica. Chilanga Banda, un cóver, es un son urbano que describe al DF de los cincuenta. Una de sus primeras canciones, Las Batallas, se llama así por la novela Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco.
“La música no es el medio, es el fin”, asegura Rubén. En ese sentido no es tan importante el paso del vinilo al formato digital, en menos de 25 años. “La relación que tienes con una canción que te gusta es la misma, independientemente de dónde la toquen. No falta el que dice que ‘No, es que el dolby 8.1 o no sé qué’… Eso da igual. La canción es la canción y ya”. Precisamente su último trabajo se llama El objeto antes llamado disco.
Bromean sobre el tiempo que llevan juntos: muchos fans mexicanos van a sus conciertos ya con hijos o incluso nietos. “En nuestros conciertos hay de todo en la banda [público]”, comenta Meme. En julio tienen programadas cuatro presentaciones en España. El 13 tocaron en el Festival Pirineos en Huesca, ayer en Casa de América de Madrid, el 18 en la sala Barts de Barcelona y el 20 en el Festival en el festival Port América en Porto do Molle (Galicia).
¿Y la banda española? “Na’, les valemos madre”, bromea Rubén. “En nuestros conciertos hay mucha banda latinoamericana y… pues españoles, quizá el novio o novia de ellos y nomás”, cuenta entre risas. Son conciertos, los que dan en el extranjero, en los que siempre hay al frente del público una bandera mexicana. La que llegó en la maleta de algún mexicano que se fue del país con una lata de chiles, una botella de mezcal y dos o tres o cinco canciones de Café Tacvba.
