Tristeza por sobredosis de felicidad
Jean Becker estrena 'Mi encuentro con Marilou' Un filme que retrata la relación entre un artista de 60 años en depresión y una adolescente abandonada por su madre
Y el portazo sonó como un signo de interrogación. Con la diferencia de que Taillandier, un conocido pintor de más de sesenta años, no le dio en las narices al amor, como Sabina, más bien a la desesperación del vacío que llega sin previo aviso. El cineasta francés Jean Becker extrae de una novela de Eric Holder la depresión en mitad de una felicidad que termina por ser presunta. Y con este estado mental revuelto se inventa Mi encuentro con Marilou, su última película en la que recupera su gusto por el diálogo y los encuentros paradójicos -solo a priori-. "Me interesaba plasmar la situación en la que se encuentra el personaje como si de un libro de Kafka se tratara: cuanto más te metes en la historia, más te empuja hacia el abismo", cuenta el director en conversación telefónica.
Patrick Chasnais recibió una mañana una llamada de Becker. Su respuesta fue afirmativa e inmediata. Con un borrador en la mano, el actor de Cena de amigos y La escafandra y la mariposa entendió su candidatura, sin ser del todo consciente de que el cineasta ya lo había encontrado entre los renglones de Holder, antes de convertirlo en criatura cinematográfica. "El personaje principal no es exactamente igual", cuenta el director. "El libro es más pesimista y sombrío, opté por mostrar la fuerza de las relaciones humanas de otra manera".
El bloqueo que sufre el artista le empuja a la carretera y a silenciar el móvil ante las tentativas de su familia por localizarle. "Hace 10 años, experimenté algo parecido", confiesa Becker, aunque niega cualquier parecido con su personaje. "De pronto me encontré en el sofá de mi casa, mirando sin ver la televisión y preguntándome qué había hecho con mi vida". El cineasta recurrió al psiaquitra y a la química de receta. Su pintor, a una adolescente abandonada por su madre. La joven Jeanne Lambert salió de un casting -"con mucha paciencia"- para enfrentarse a dos veteranos del cine francés. La primeriza no solo encara el reto de la marginación familiar impuesta, sino que además tendrá que lidiar con los fantasmas del pintor. "Aunque es amateur, me encantó su espontaneidad y energía. A Patrick y a mí nos hechizó".
Mi encuentro con Marilou celebró un preestreno y un coloquio en Madrid para profesionales y expertos del sector sanitario y de la dependencia con el fin de reflexionar sobre el envejecimiento activo. El cineasta celebra la noticia, con cautela. "Me gustaría algún psiquiatra dijera que he hecho un retrato correcto, como sucedió con el personaje de Verano asesino", afirma, "lo que no sé es si soy un ejemplo para tratar en un encuentro así".
La relación entre ambos personajes se afianza en la carretera hasta consolidarse frente al mar, evitando cualquier atisbo de Lolita que una pareja así pueda llegar a suscitar. La intención de Becker se orienta más a reclamar la conversación pausada, el contacto interesado que en su opinión Internet y los dispositivos móviles niegan. "La relación resulta más anormal de lo que pudiera parecer porque en la vida real nunca tenemos tiempo para charlar con alguien más de cinco minutos", opina. "Por suerte, yo he tenido una película de hora y media para que mis personajes se conozcan y terminen por quererse".
Entonces, ¿cualquier tiempo pasado siempre fue mejor? "Hasta cierto punto", apostilla. "Creo que una de las razones por las que mi cine se etiqueta como nostálgico es porque mis personajes siempre idolatran su pasado". Becker recuerda su anterior película Mis tardes con Margueritte y Conversaciones con el jardinero para ejemplificar su planteamiento: "Son personas que recurren sus conocimientos, a la tradición, para relacionarse con los otros". Y termina por asumir: "Supongo que, después de todo, mis mejores años los he dejado ya atrás".
Babelia
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