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Intelectuales y fútbol

En contra del tópico, ha habido muchos intelectuales aficionados al fútbol; y políticos, aunque pocos llegaran a ser jugadores federados

Avanzaba por terrenos del interior izquierda cuando me salió al paso un defensa; le esquivé recortando hacia fuera; me salió otro, y repetí el regate, lo que me llevó a una posición escorada respecto a la portería; el meta del Madrid, Juanito Alonso, que era de Fuenterrabía, vino a por mí en diagonal. Antes de chocar y caer, toqué con el exterior del pie y la pelota se coló por el otro poste. El gol de Elías Querejeta al Madrid, en Atocha, el 9 de octubre de 1955, contado por él mismo. El “monogol”, le llamaba, aunque marcó otros cinco en los 41 partidos que jugó con La Real entre 1953 y 1958.

El equipo donostiarra puede exhibir los nombres de dos grandes artistas, Querejeta y Chillida, que jugaron en sus filas en los años posteriores a la Guerra Civil. El escultor fue portero, como corresponde a quien modela con las manos. El sociólogo norteamericano Richard Sennett teorizó en El artesano (Anagrama, 2009) la función del trabajo manual en el conocimiento de uno mismo a través de las cosas que produce. Oteiza decía que sus obras tenían que caber en el cuenco de su mano, en referencia a los ensayos en miniatura que hacía con tizas.

Querejeta no fue portero sino jugador de campo; aunque era diestro, jugaba con el número 10, correspondiente al interior zurdo. También tenía mentalidad de artesano, entendida como la cualidad del que intenta hacer bien las cosas. Cuando se retiró del fútbol a los 23 años para dedicarse al cine, eligió la función del 1001 homo faber: el que produce cosas; no el director de las películas, sino su productor; el que cuida de la buena factura del producto.

En contra del tópico, ha habido muchos intelectuales aficionados al fútbol; también políticos, aunque pocos de ellos llegaran a ser jugadores federados. Entre esos pocos hubo un lehendakari, José Antonio Aguirre, que formó parte de la plantilla del Athletic ente 1921 y 1925. Sin llegar a ser titular, jugó unos 50 partidos, amistosos en su mayoría y generalmente como interior izquierda. Años después, en una sesión de las Cortes Constituyentes en agosto de 1931, el diputado socialista Indalecio Prieto aludió a ese pasado del líder del PNV advirtiéndole que una cosa es dirigir la delantera del Athletic y otra más difícil “capitanear” el “equipo vasco navarro”, en referencia a la coalición de nacionalistas, foralistas, carlistas y católicos de la que era portavoz. Sin embargo, tras la muerte de Aguirre en 1960, a los 54 años, víctima de un infarto, Prieto, exiliado en México, rindio homenaje a su antiguo contrincante (y luego amigo), de quien recordó que era de la quinta de su hijo Luis, fallecido 12 años antes “del mismo mal”, y que ambos habían “figurado juntos del equipo reserva del Athletic Club”.

Entre los intelectuales reticentes figura Unamuno. Se sabía que era tío de Pichichi, pero se desconocía que el menor de sus nueve hijos, Ramón, practicaba el fútbol. Hay varias referencias a esa circunstancia en las Cartas del destierro recientemente publicadas por sus biógrafos Colette y Jean Claude Rabaté. En una dirigida a su mujer, Concha, fechada el 1 de junio de 1925, llama “majaderos” a los atrapados por esa afición, “epidemia peor que la del cólera”, a la que culpa de los malos resultados escolares de su hijo menor. El escritor estaba preocupado por la situación económica de la familia, con él en el exilio y desposeído por la Dictadura de su cátedra de Salamanca. Unamuno sugiere a Concha que pregunte al benjamín si “piensa dedicarse a profesional del pelotón”. Y en otra de junio de 1926, ya desde Hendaya, tras preguntarle cuántas asignaturas dejará Ramón para septiembre, concluye con un irritado “maldito deportismo”.

Elías Querejeta ha sido probablemente la figura más determinante del cine español de los últimos 50 años; pero es seguro que no hubiera cambiado el reconocimiento que por ello merece por el indiscutible honor de ser el autor de aquel gol de 1955 al Madrid. Un gol que fue a la vez su opera prima y su obra maestra.

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