El compromiso vasco
Hace unos meses, en enero, Elías Querejeta me citó en una cafetería en Juan Bravo en las proximidades de su domicilio madrileño para informarme de que el Círculo de Bellas Artes iba a proyectar la trilogía vasca que él inspiró y dirigió Eterio Ortega: Asesinato en febrero (2001), Perseguidos (2004) y Al final del túnel (2011). Me sorprendió que el productor de tantas y tantas películas que se convirtieron en el referente cinematográfico del antifranquismo y que marcaron a mi generación se interesara, al final de su carrera y de su vida, por la trilogía de documentales vascos dirigida por Ortega entre 2001 y 2011.
Aquel encuentro, visto meses después, me sonó a despedida por su tono nostálgico. Me habló de su Hernani (Gipuzkoa), de su familia, de sus tiempos de jugador de la Real Sociedad y de lo mucho que había mejorado el País Vasco desde que ETA había cesado definitivamente.
Querejeta, en aquel encuentro, dio mucho valor a su trilogía vasca y creo que cumplo con su voluntad si lo pongo de relieve como testimonio ahora que ha fallecido. Ciertamente la trilogía es un testimonio excepcional porque refleja el drástico cambio que se ha producido en el País Vasco en esta década. En Asesinato en febrero, dedicada al asesinato del dirigente socialista vasco Fernando Buesa y de su escolta, el ertzaina Jorge Díez Elorza, Querejeta trasladó su anterior compromiso contra la dictadura franquista al combate contra el terrorismo de ETA. La película, a través del testimonio de familiares y amigos de las víctimas, muestra el absurdo del terrorismo etarra.
Aquel encuentro, visto meses después, me sonó a despedida por su tono nostálgico
En Perseguidos relató la mala vida de dos concejales socialistas, Patxi Elola, de Zarautz, y José Vélez, de Andoain, amenazados por ETA durante la ofensiva terrorista dirigida contra los cargos no nacionalistas para que abandonaran el País Vasco. El documental resaltaba la dignidad de unos concejales socialistas frente a la amenaza etarra, similar a la que mantuvieron contra la dictadura de Franco, porque, además, los resistentes eran los mismos.
Al final del túnel, película terminada poco antes del cese definitivo de ETA, contiene el testimonio estremecedor de Kepa Pikabea, preso de ETA en Nanclares de Oca por varios asesinatos de guardias civiles en los años ochenta, en el que reconoce la gravedad de sus crímenes y el tremendo error de no haber puesto el derecho a la vida y la dignidad de las personas por encima de su causa política. Al final del túnel es un canto a la esperanza de la reinserción de los etarras y de la reconciliación en el País Vasco en las que creía y confiaba Elías Querejeta, según me expresó en aquel último encuentro en enero en una cafetería en Madrid.
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