La guardiana del sonido de Malí
La cantante Rokia Traoré contrapone la belleza de África a la violencia islamista en su quinto álbum
Rokia Traoré (Malí, 1974) se planta sobre el escenario del festival Womad en Cáceres como una guerrera. Suenan los primeros acordes y su dulce voz se une a su menudo cuerpo en una sospechosa y delicada sinergia. La confusión dura los segundos que tarda en alzar la mirada ruda, sin contemplaciones, y continuar con su canto enérgico a África. No es desesperación, es la historia musicada de un país al oeste del continente que vuelve a vivir la sinrazón yihadista para desgracia de una de las canteras artísticas más prósperas de la región. “Como maliense y africana no puedo dejar de creer en nuestra habilidad para salir de esta situación, superar las cadenas que aún prevalecen del colonialismo y confiar en que los africanos y el resto del mundo un día se den cuenta de que este es un lugar maravilloso”, relata la cantante tras su actuación. “Si no mueres en el intento, siempre queda el aprendizaje para continuar”.
De esta convicción solo hay un ejemplo en su nuevo disco Beautiful Africa. La canción que titula su quinto álbum llegó al cierre de su colaboración con el productor inglés John Parish, creador del sonido de la cantante PJ Harvey. Los rebeldes islamistas de la región de Azawad comenzaban a expandirse por el norte de Malí a principios del año pasado cuando Traoré ya había extraído la savia del rock and roll de la capital inglesa. “Nunca llamaría así a un disco si Malí no hubiera esta en esa situación, pero necesitaba escribir, salir de alguna forma del espíritu que me envolvía en ese momento”.
Traoré reconoce que, aunque John Parish se bautizó en la música africana de su mano, nunca sintió que de sus andanzas británicas pudiera concluir en una transformación comercial de su sonido. “Mis colaboraciones con artistas y productores europeos y estadounidenses siempre han llegado a mitad de mi carrera, en proyectos de intercambio cultural puntuales”, aclara y saca a colación su trabajo con Peter Sellars en el festival New Crowned Hope, con motivo del 250 aniversario de Mozart. “Dudo de la contribución cultural de aquellos artistas africanos cuyo trabajo se materializa a través de un foráneo, tengo una vocación que va más allá de sumar seguidores”.
Beautiful Africa no es rock, pero tampoco repite de manera purista las enseñanzas de Ali Farka Touré, a la postre mentor de la cantante, una de las voces primigenias que situaron a Malí en el mapa. En su ánimo no se encontraba conseguir la fusión perfecta. “Necesitaba trabajar con alguien cuya cultura natural se basara en este género”, explica, “buscaba avanzar en el sonido de Malí de mis anteriores trabajos y John me ayudó a conseguir una versión personal sustentada en los principios básicos de una música que no es parte de mi cultura”.
"¿Para cuándo un Womad en África? Necesitamos cultura y educación"
Hija de un diplomático, la cantante ha pasado parte de su vida en tránsito, de Bélgica a Argelia, de Nueva York a Arabia Saudí y de vuelta a Bamako, donde reside la mayor parte del año. Traoré se niega a abandonar su tierra, aunque la intercale con París, donde reside su hijo. En Malí enfrentó la tradición al unir el balafón (xilófono) con el n´gnoni (heredero del banjo) y ahora también con las guitarras eléctricas. Aún así, la etiqueta de músicas del mundo le resulta tan claustrofóbica como una cárcel. “No me gusta esta expresión, pero reconozco su utilidad”, afirma. “El problema que encuentro es que se ha hecho tan amplia que público y artistas pueden llegar a perderse dentro de ella”. Rokia Traoré tiene en su garganta una embajada que se difumina en los festivales multiculturales. “Venimos a tocar a Europa por la situación de la industria musical en nuestros países y asumimos ser parte de esa amalgama sin reivindicar el sonido específico de Congo, Nigeria o Sudáfrica. Me parece demasiado reduccionista. ¿Para cuándo un Womad en África? Necesitamos cultura y educación para poder salir adelante”.
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