La crisis eterna
Se acerca el festival de Cannes donde se eternizan las colas. ¿No habrá que inventar algo para que ese entusiasmo se mantenga y dejarse de lamentos?
Las noticias sobre el descenso de espectadores se repiten cada día aunque no sean novedosas. Hace ahora cincuenta años el cine ya sufría una crisis, entonces por culpa del auge de la televisión, pero la productora 20th Century Fox promocionó el CinemaScope, un sistema que ampliaba la pantalla de forma tan espectacular que obligaba a los espectadores a abandonar la pantallita de su tele si querían ver algo nuevo y bueno, en este caso la película La túnica sagrada. Y el año anterior Bwana, diablo de la selva descubría el cine en 3-D, en relieve, que dio otro bofetón a las películas vistas en casa. Y aunque Bwana no fuera nada del otro mundo, enseguida llegó Los crímenes del museo de cera, que arrasó con su inteligente mezcla de espectáculo y terror. Pero las gafas eran incómodas y, por si fuera poco, el tener que usar dos proyectores simultáneos para producir la sensación de relieve encarecía el producto y provocaba conflictos técnicos. Luego vinieron el Todd-Ao, el Cinerama, el Odorama, el Imax… inventos que atraían al público aunque fuera con recursos de feria. En cualquier caso se luchaba contra la competencia de la pequeña pantalla y en muchos casos salió vencedor el cine. Aquel mismo 1953 lucieron en las carteleras películas como Senso, Los inútiles, Noche de circo, Vacaciones en Roma, Las vacaciones de M. Hulot, Bienvenido Mr. Marshal y muchas otras… que, aunque no todas alcanzaran en su momento el éxito deseado, han quedado clasificadas en el tiempo como joyas cinematográficas.
La crisis actual parece distinta, más bronca, con amenaza de definitiva, aunque tenga similares razones a las de aquellos años cincuenta, es decir, al cine le han surgido competidores nuevos y fuertes contra los que ahora parece no haber batalla posible. Los financieros han tirado la toalla. Sin embargo, llega ahora el festival de Cannes donde cada año se tiene la impresión de que sucede lo contrario. Allí se eternizan las colas para poder ver una película, hay gente que suplica por una entrada, no hay hoteles con habitaciones libres… Solo dura 12 días, es verdad, pero luego vienen los festivales de Venecia, Toronto, San Sebastián, donde ocurre otro tanto, o casi. ¿No será que habrá que inventar algo para que ese entusiasmo se mantenga todo el año y dejarse de una vez de lamentos? ¿Quién pone la primera piedra?
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.