A Mao no le sienta bien el pop
China impide que se expongan los retratos del líder comunista que firmó Andy Warhol
Pocas figuras resultan tan controvertidas en China como la de Mao Zedong. El fundador de la Nueva China —léase, la República Popular— es reverenciado por haber luchado contra los japoneses y por haber sentado los cimientos del actual progreso que ha convertido al país en una superpotencia. Para confirmarlo, ahí están, en la plaza de Tiananmen, el mausoleo en el que se guardan sus restos embalsamados —contra su propia voluntad— y el gigantesco retrato que preside la entrada a la Ciudad Prohibida. Precisamente, fue esa imagen la que Andy Warhol utilizó como base para inmortalizar al Gran Timonel en una de sus series más celebradas. Unas composiciones que los chinos no verán en su territorio, porque el Gobierno las ha vetado.
No en vano, para las Autoridades lo mejor es que no se hable de él. Hay que evitar, a toda costa, la posibilidad de un debate sobre su persona. Es un héroe, y punto. Así que los psicodélicos retratos que Warhol le dedicó al fundador de la patria china, realizados en el mismo formato que los de las grandes estrellas de cine que inmortalizó en colores chillones, no han viajado a Shanghái con el resto de las 300 obras —entre pinturas, fotografías y películas— que componen 15 minutes eternal, una de las mayores exposiciones sobre su obra que abre las puertas al público hoy.
Las obras fueron ideadas tras el viaje del presidente Richard Nixon a China —en 1972—, una década antes de que el mismo Andy Warhol visitase un país que le cautivó. Y, sin duda, esa mezcla de arte pop y estética de propaganda dio buenos frutos: en 2006, uno de los cuadros fue vendido en Hong Kong al multimillonario Richard Lau por la nada desdeñable cifra de 13,5 millones de euros. Pero no importa lo famosas que sean esas piezas. Un funcionario de Shanghái, donde el día 28 se estrenará la muestra que en Hong Kong sí se ha expuesto completa, aseguró al diario South China Morning Post que el veto llega directamente del Ministerio de Cultura “por lo políticamente delicado del asunto”.
Porque Mao también fue el hombre que llevó a China la mayor de sus miserias. De hecho, quienes superan los 50 años recuerdan con la mirada gacha las penurias que vivieron durante la ominosa década de la Revolución Cultural (1966-1976), en la que pudieron haber muerto hasta 30 millones de personas. El dirigente chino se había labrado una sólida reputación como general, pero fracasó rotundamente en su particular interpretación del comunismo. Y muchos no le perdonan el daño causado.
Pero no hay más que caminar por cualquier mercadillo chino para darse cuenta de que la figura de Mao tiene tirón. Su Libro rojo no puede faltar en la maleta de ningún turista que se precie, y a la venta está también todo tipo de mercadotecnia con su rostro. No es solo un tema comercial. Los artistas chinos también lo retratan. Y no se cortan nada al hacerlo. No hay más que ver creaciones como la que muestra su rostro con el logotipo de McDonald's de fondo. “Es decepcionante que hayan decidido prohibir esta serie porque su imagen es muy habitual en el arte contemporáneo chino”, se lamentó el director del Museo de Andy Warhol en Pittsburg, Eric Shiner.
Claro que una cosa es la representación que del Gran Timonel haga un compatriota, y otra muy diferente, la de un extranjero. Lo sabe bien Judas Arrieta, un artista gipuzcoano que se instaló en Pekín con el firme propósito de convertirse “en un artista chino”. Para conseguir el objetivo sentía que tenía que reinventar la figura de Mao, y no se le ocurrió otra cosa que ponerle las orejas del ratón más famoso para crear Mickey Mao. La obra fue retirada de una exposición y le prohibieron volver a representar al dirigente chino. Como ha sucedido con Warhol, le acusaron de faltarle al respeto al padre de China. Y con eso no se juega.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.