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Del cómic al cine... y viceversa

Gubern y Gutiérrez Aragón charlan de ambos mundos El primero ingresará en Bellas Artes con una disertación sobre el tema

Gregorio Belinchón
Manuel Gutiérrez Aragón y Román Gubern, ayer en Madrid.
Manuel Gutiérrez Aragón y Román Gubern, ayer en Madrid. GORKA LEJARCEGI

“Pues en su momento al cómic le llamaban el cine de los pobres, por sus imágenes, porque era más barato y podías releerlo, guardarlo, prestarlo… ¿Tú te acuerdas? Bueno, puede que no ya que eres más joven”, dice Román Gubern (Barcelona, 1934). Y el aludido, Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) concede que sí, que será más joven, pero que en el cómic son, si no de la misma generación, al menos de generaciones colindantes. El primero leerá su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando mañana, y el segundo será el encargado de responder a un texto titulado De los cómics a la cinematografía. Y por eso ambos se sientan a charlar sobre esos cómics, una afición para Gutiérrez Aragón y una pasión y objeto de estudio para Gubern, reputado experto en el mundo audiovisual y uno de los grandes historiadores del cine. “Soy niño de la guerra, y en los años posteriores, el cómic sirvió como evasión, de, como decía Gramsci, ‘soñar con los ojos despiertos’. Tenías Flash Gordon, Mandrake el mago… En mi infancia en Francia leí además cómics de allí”.

Gutiérrez Aragón apunta: “Claro que me acuerdo, y también el hallazgo que supusieron en mi niñez los cómics en color. Me impresionaba mucho que los personajes iban muy bien vestidos…”.

Roman Gubern. Porque venían de la modernidad americana. España era un país pobre… Y Flash Gordon te mostraba utopías, mundos futuristas…

Manuel Gutiérrez Aragón. Eran una ventana al mundo, como el cine. Y los niños iban a tomar sodas y hamburguesas a barras de bares. Fíjate nosotros si estábamos lejos de aquello.

R. G. Nuestra culturización infantil-adolescente se hizo con el cine, y luego con los tebeos y la novela popular americana, con el personaje del científico Doc Savage… Ese era el 'pasto' que comíamos.

Gubern es el culpable —“quiero presumir de ello”— de la incorporación de la palabra cómic al castellano. En 1972 publicó el libro El lenguaje de los cómics: “Yo ya había conocido a Umberto Eco y aquello fue el primer intento de semiótica del cómic. Para mí tebeo es la revista catalana TBO, que comenzó en 1917. Hoy se han inventado más nombres como narración figurativa, narrativa dibujada y la última, novela gráfica… Son propuestas para la dignificación social de un género tenido por menor”. Entre las sorpresas que esconde Gubern, de vida nómada, es que durante un tiempo trabajó en la mítica editorial Bruguera. “Volví de París hacia 1964, no tenía trabajo y allí había un pariente lejano mío. Y durante dos años dirigí el departamento dedicado a la sección de cromos. La última colección que hice, antes de irme a rodar con Vicente Aranda Brillante porvenir, fue novelizar en cromos La conquista del Oeste”. Gubern encuentra aquí el puente al cine: “Una cosa es la narrativa dibujada y otra la imagen en movimiento. Es obvio que hay una diferencia: la direccionalidad, y por eso es distinto un storyboard de una película”. Aragón interrumpe.

M. G. A. Y una temporalidad. Aunque en el cómic clásico los encuadres, muy bien hechos, tienen que ver con el cine.

R. G. Por ejemplo, The spirit. Con sus claroscuros, su expresionismo. O fíjate en el racor de McCay, de su palacio de hielo de 1907, cuando el cine era rudimentario y sin embargo el cómic acertaba con arte en la continuidad.

A Gutiérrez Aragón le gustaba de crío que en los cómics los héroes nunca se casaban, “podían vivir libremente, encima con grandes dosis de erotismo subterráneo, mientras que en el cine en el 90% las parejas deben de acabar juntas”. Y aquella libertad se ha recuperado en otro formato: “Las series de televisión, que recuperan la promiscuidad y el adulterio”. Gubern explica que Superman se acostó antes con Louis Lane en el cine que en el cómic.

La charla entre ambos pasa del Ostras, Pedrín al cómic italiano, a la prohibición de Mussolini de los cómics estadounidenses “excepto de Mickey Mouse, Topolino en Italia, porque era el favorito de sus hijos”. Delos héroes del cómic que nunca envejecen “y antes mueren sus dibujantes”, a la influencia mutua entre ambas artes. “Yo envidio su posibilidad de jugar con el tamaño de la viñeta, la pantalla dinámica. Su forma tiene más libertad”, confiesa el cineasta. Hoy, apunta Gutiérrez Aragón, el cómic influye sobre otros medios, más allá del pop art y los videojuegos: “Todas esas onomatopeyas del cómic, esas metáforas visuales que reflejan sentimientos como las zzz de dormir, las culebras con cuchillos y las calaveras en vez de las palabrotas, la idea luminosa con una bombilla, el golpe reflejado con estrellas… Todo aquello que había desaparecido, ha vuelto con los móviles, con los emoticones”. Gubern lo confirma: "El lenguaje del iPhone contiene una cierta regresión a los pictogramas egipcios, aztecas…".

Gubern lo confirma: “Son, en semiótica, los sensogramas. El lenguaje del iPhone contiene una cierta regresión a los pictogramas egipcios, aztecas…”.

Lo último: el cine digital. “Claro que esas películas parecen cómics, porque están ‘pintadas”, dice Gubern. “Del videojuego al cine, vuelta al tebeo, viaje a la tele…. La clave de la cultura de masas actual es la promiscuidad intermedial, con personajes e historias que valen para todos los formatos”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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