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HOMENAJE A 45 AÑOS DE CARRERA

Portabella: el cine como resistencia

La edición de su obra completa repasa sus 45 años de trayectoria El Reina Sofía prepara una futura retrospectiva de su obra “Mis películas no pasarían el examen de un curso de la escuela de cine”

Elsa Fernández-Santos
Pere Portabella en 1968 durante el rodaje de 'Nocturno'.
Pere Portabella en 1968 durante el rodaje de 'Nocturno'.

En una entrevista filmada en 1992 Joan Brossa se declaraba ante su amigo Pere Portabella como un “inventor de estrategias, un insumiso ante la cultura oficial”. La frase del viejo poeta bien podría valer para el propio Portabella, sobre quien Brossa ejerció como guía estético cuando eran vecinos de la calle Balmes de Barcelona, donde el entonces joven aprendiz desvió definitivamente sus pasos de la segura empresa familiar (ni más ni menos que Danone) para adentrase en una incierta aventura entre las aguas del cine, el arte de vanguardia y la política. Que Portabella le pidiera a finales de los años sesenta a Brossa el guion de su ópera prima, No compteu amb els dits, fue una declaración de intenciones sobre la que aún gravita su filmografía.

La obra de Portabella (Figueres, 1929) se edita por primera vez al completo en abril (Intermedio) pese a las dudas del autor (“Me he resistido porque hoy el valor de uso ha perdido su sentido”, dice) ofreciendo así la oportunidad de conocer un trabajo que lleva más de cuatro décadas bandeando por las aguas del cine experimental, el documental y el onírico. Un desprejuiciado malabarismo estético y ético con tanta fe en el juego como en las ideas que viaja desde sus cuatro cortometrajes sobre Joan Miró (1969) a su reconocida Vampir-Cuadecuc, impar documental sobre el Drácula de Jesús Franco que en 1970 jugó con la idea del cine-vampiro, o Informe general (1976), extensa ficción-documental sobre la Transición y sus protagonistas.

Pere Portabella, este mes en Madrid.
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Mi relación con la industria sencillamente no ha existido

Productor de tres obras maestras como Los golfos, de Carlos Saura, El cochecito, de Marco Ferreri y Viridiana, de Luis Buñuel (con la que ganó la Palma de Oro en Cannes y por la que se vio obligado a cerrar definitivamente las puertas de su productora ante la presión franquista), Portabella ha vivido ajeno a una industria del cine que jamás le consideró como uno de los suyos. “Mi relación con la industria sencillamente no ha existido. Mi trabajo no interesaba. Ningún productor me ha llamado nunca y es lógico, yo no hacía un producto. Pero lo he vivido de una manera muy apacible. No me considero un maldito. Las cosas son como son y yo he buscado un camino alternativo que no estaba focalizado solo en el cine. Mi vida ha sido muy permeable y he estado en muchos jardines”, explica en un hotel madrileño antes de almorzar con Nicolás Sartorius, vicepresidente de la Fundación Alternativas, que Portabella preside y que nació hace más de diez años con la intención de frenar desde la izquierda un desencanto que entonces solo se vislumbraba.

“Vivimos en la era del desconcierto, el paternalismo se acabó”, sentencia ante el desolador panorama presente. “Estamos cerca del caos, pero son las fases previas para construir algo. Yo soy de temperamento optimista y creo que existe un sujeto político muy interesante: los movimientos sociales. Y aunque desde las instituciones nos quieran decir que no valen nada, que no proponen nada, es falso. Son un cuerpo vivo que ya no necesita llenar plazas. El ciudadano ya no duerme, vive en esa nube en la que siempre hay alguien despierto. No soy un desencantado, soy un indignado que se suma a esa maravillosa pancarta radical y poética que vi en el 15-M: ‘Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir”.

Más conocido en los museos que en las salas de cine (“No tengo apego a la gran pantalla, fue una ventana fascinante pero no tengo nostalgia, al contrario”), Portabella —que prepara el desembarco en el Reina Sofía de una retrospectiva— fue en 2002 el único artista español invitado a la Documenta 11 de Kassel.

Lo cierto”, añade, “es que mis películas no pasarían el examen de un curso de la escuela de cine. Todas están llenas de errores. Pero yo creo que la corrección ancla y si un joven estudiante de cine me pidiese un consejo el primero de todos sería que dejase de ser pulcro y correcto. Ser el más aplicado de la clase le llevará solo a un callejón sin salida. Es el abrazo del oso”.

El segundo consejo sería no confundir las ideas con las ocurrencias. Algo que Portabella aprendió en aquellas tardes junto a Brossa, Tàpies o Joan Ponç. “Mi hermano mayor iba a los Escolapios con Tàpies. Sin duda, conocerlos me cambió la vida, me abrió las puertas del camino de las vanguardias plásticas, que determinaron mi vida. Brossa era una mezcla de hombre refinadísimo y clochard, un hombre interesado por todo”.

Yo renuncié a la vida de mi familia pero no puedo olvidar que vengo de ahí

Su familia reaccionó mal al camino que emprendía. Pese a eso, él nunca ha renegado de su origen. “Mi padre me decía que yo era una persona inteligente pero que ninguna de mis actividades, ni el cine ni la política, eran serias. Él era abogado, pero se asoció con el hijo de Isaac Calasso, un judío de Salónica que hacía yogures para los farmacéuticos. Al final de la guerra él y Daniel Calasso vieron el futuro de los yogures y fundaron Danone. El truco fue que desde el primer día ligaron la salud a los yogures. Yo renuncié a esa vida pero no puedo olvidar que vengo de ahí. Es curioso, pero con una marca como la mía nunca nadie, en ninguna asamblea, me dijo que era un pringado. He tenido suerte”.

Un referente

Pere Portabella dice que para encontrar su lugar se vio obligado a "desplazarse", también asegura que ignora hacia donde va porque una película le lleva a otra en una aventura si fin. Desde Nocturno (en la imagen un primer plano de Lucía Bosé) a Umbracle (siguiendo los pasos de Christopher Lee por una fantasmal Barcelona), Portabella ha buscado "otros lenguajes cinematográficos". Un camino, asegura, en el que sigue embarcado.

Christopher Lee en una escena de 'Umbracle' (1976).
Christopher Lee en una escena de 'Umbracle' (1976).

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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