Josh Radnor: “No pretendo ser la voz de mi generación”
El director de cine, alter ego de Ted Mosby en la serie 'Cómo conocí a vuestra madre', presenta su segunda película 'Amor y letras'
Ted Mosby, perdón, Josh Radnor (Ohio, 1974) aterriza en Madrid con el traje de director de su segunda película Amor y letras. El jet lag, sin embargo, le devuelve el disfraz de su personaje en la serie de televisión Cómo conocí a vuestra madre. Vestimenta desaliñada, pelo algo revuelto pese a la resistencia de la gomina y barba de dos días; el tiempo que lleva en la ciudad. ¿Cuántas veces a la semana le llaman Ted Mosby? “No tantas, ninguno de mis amigos o las personas que me rodean me llama así”, dice, para al momento recular. “Bueno… ayer me pasó. Le dije al chico que me paró que si quería una foto debía llamarme por mi verdadero nombre. Sí, fui un poco imbécil”. El problema de este tipo de retos es que desde hace tiempo la tecnología le ganó la batalla al famoso huidizo. “Le pidió el iPhone a su hermana y al final me tuve que hacer la foto”.
Radnor repite en la dirección, guion, producción e interpretación con un filme que retoma la crisis generacional de los 30 –ya un poco largos-. “Fui de visita a mi antigua universidad en Ohio y por primera vez me sentí considerablemente mayor que los estudiantes”, relata. La sensación la compartió con su director, pero con un matiz: al sentimiento de vejez se le unió el de pecador: “Me di cuenta de que esta vez sí sería poco apropiado enamorarse de una alumna”. El componente amoroso envalentonó a su socio y culminó en película.
El momento que vive el protagonista de Amor y letras, un consultor universitario que vuelve a casa para la fiesta de jubilación de uno de sus profesores, se parece al que atravesaba su anterior criatura cinematográfica, el proyecto de escritor de Happythankyoumoreplease (2010). “No sé si puedo ser la voz de una generación, menos de una a la que no pertenezco, como es el caso de la otra protagonista de 19 años”, dice en referencia al papel que interpreta Elizabeth Olsen. “Mi pretensión era escribir desde la perspectiva de un hombre que siente que se ha quedado atascado, que no progresa, y que cree que en la universidad todo era posible”. Radnor termina de escabullirse de una posible portavocía con una retahíla de adjetivos: “Una historia de madurez, transformación, nostalgia, idealizar el pasado a través de la música y los libros,…”.
En Amor y letras compiten David Foster Wallace y una novela de vampiros que sin nombrarla resuena a la saga Crepúsculo. La joven de la camada Olsen se alista en la comitiva de los Cullen, mientras que el consultor enamorado de un arquetipo que añora, intenta llevarla a sus filas de Bram Stoker. “No pretendo teorizar sobre si el pasado fue mejor o peor, la nostalgia es el objeto de análisis, no el argumento sobre el que pende la película, de hecho, creo que se están haciendo cosas muy buenas ahora mismo”. Y entonces el cansancio da paso a la sonrisa. “Tuiteo cada día una canción del grupo Cloud Cult”, ejemplifica.
La nostalgia, las vicisitudes generacionales y por tanto amorosas, la multiplicación en distintos puestos en las películas trazaron una serie de paralelismos para la crítica estadounidense entre el cine de Radnor y el de Woody Allen. “Es una trampa, me gustaría tener mi propia voz”, dispara. “Aunque es innegable que es un gran maestro del que aprendo y con el que me enfado. Lo que más me admira es su tenacidad, no estar determinado por las modas o las críticas”.
La otra etiqueta que sobrevuela su trabajo es la de independiente. Radnor camina como un funambulista sobre el mainstream de Cómo conocí a vuestra madre y el independentismo cinematográfico de Sundance, el festival donde ha presentado sus dos trabajos. “Me resisto un poco a la etiqueta de independiente por la impronta o el tono que impone. Ese halo de melancolía, tristeza y pesimismo que se supone a estas películas no tiene mucho que ver con mi cine”. Solo se concede autonomía técnica, fuera del engranaje de los grandes estudios. “Mis películas tratan más bien la transformación, intentar ser una mejor versión de uno mismo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.