El niño que acabó siendo Picasso
Una muestra indaga en los primeros años malagueños del pintor
De niño, Picasso pintaba como un adulto, un dominio de la técnica y una seguridad que revelaban el talento precoz del hijo de José Ruiz Blasco. Picasso copiaba a su padre, profesor de dibujo y conservador del Museo Municipal de Málaga, quien adoctrinó al niño no solo para que siguiera sus pasos sino para que finalmente le ganase la partida. Algunos cuadros del padre se enfrentan ahora a los del hijo, formando parte de la singular exposición Picasso de Málaga. Obra de primera época. Inaugurada ayer en el Museo Picasso de la ciudad andaluza —que celebra su décimo aniversario— la muestra apunta al tuétano del genio.
Picasso de Málaga no solo fija el lugar de su ciudad natal en su imaginario de adulto (los toros, el sol, la cerámica, las palomas…), sobre todo nos pone en contacto con el niño que una vez fue el todopoderoso artista. Empujado, estimulado y arropado por una familia que no esperó de él otra cosa que el éxito: “Cuando yo era niño mi madre me decía: ‘Si llegas a ser soldado, serás general. Si cuando seas mayor eres monje, llegarás a ser Papa’. Pero en lugar de todo eso fui pintor y terminé siendo Picasso”.
“Pablo fue hijo de pintor, algo que muchas veces se olvida. Mamó desde niño un ambiente artístico que potenció su talento”, señala Xavier Vilató, nieto de Lola, una de las hermanas del pintor. Ella y su madre, María Picasso, guardaron cada dibujo, cada recorte, cada balbuceo artístico del niño. Para Malén Gual, conservadora del Museo Picasso de Barcelona, ese celo de la familia nos permite hoy conocer a la perfección la evolución del artista. “Cómo, por ejemplo, estando ya su familia en Barcelona, él viajaba en verano aquí y cómo, lejos de la losa de la academia, suelta la pincelada más que nunca”.
Para Vilató hay un rincón excepcional en la exposición, el que cruza los cuadros de palomas del padre con los del hijo. “Es para mí el gran símbolo”, dice. Picasso evocaba así las palomas de su padre: “Mi padre pintaba cuadros de comedor, de aquellos que tienen perdices o pichones, liebres y conejos. Su especialidad eran las aves y las flores. Sobre todo palomas y lilas. Lilas y palomas... Una vez hizo un cuadro enorme que representaba un palomar abarrotado de palomas... una jaula con centenares de palomas. Con miles y millones de palomas... Estaban puestas en filas como en un palomar: un palomar enorme”.
Natasha Staller: “Sus ideas fundamentales se fraguaron aquí”
No son millones de palomas, ya sabemos que todo genio exagera, pero el cuadro, pintado en 1878, ilustra hoy perfectamente esas raíces malagueñas, ese “paraíso perdido”, como señala el comisario Rafael Inglada, quien siente especial debilidad por un viejo pescador que Picasso pintó sobre los 13 años, justo después de visitar el Prado con su madre, “o el de la tía Pepa, maravilloso”. “Él vivió muy poco tiempo en Málaga, pero sus ideas fundamentales se fraguaron aquí”, asegura la catedrática estadounidense Natasha Staller.
El primer óleo que se guarda de Picasso es una marina que copió a su padre (que a su vez la había copiado de otro pintor de la época), la pintó con ocho años, a escondidas, debajo de una cama, iluminado por una vela. En una ocasión Picasso le dijo a Brassaï que cuando dibujaba a un hombre siempre pensaba en los rasgos de su padre, del que conservaba como un talismán la paleta y la caja de pinceles que le dejó a su muerte. Con los años Picasso mató al padre, al que retrató con una fuerza insólita y casi oscura, con nariz y manos totémicas, y también se alejó de Málaga. Su última visita es una zona misteriosa de su biografía. Viajó al sur con su amigo Carlos Casagemas para sacarle de la fuerte depresión que padecía, pero por alguna razón lo abandonó en la ciudad andaluza. Cuando Casagemas vuelve a Barcelona se suicida y Picasso no regresa ya nunca más a la ciudad que, de la mano de su padre, le empujó a pintar.
Babelia
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