Un escenario llamado Internet
El uso de la Red y el ‘streaming’ como soporte y medio de creación escénica están dando lugar a proyectos novedosos de la mano de jóvenes profesionales
Corre el año 2007, y en algún lugar de Barcelona se enciende una bombilla. Lo que alumbra es un convencimiento: existe una comunidad con una decidida propensión al riesgo y la innovación, savia nueva para el arte, cuyo trabajo permanece oculto entre las sombras. Así que Rubén Ramos, el que encendió el interruptor, decide apuntar el foco hacia ellos, y da forma el año siguiente a Teatron, una plataforma online, multidisciplinar y transmedia con raíces en las artes escénicas underground. Nada menos. El objetivo en el horizonte era construir un espacio virtual en el que los usuarios, de manera libre y colectiva, generen nuevas formas de hacer teatro. Y performance, danza, arte visual o sonoro, música... o todas y ninguna a la vez.
Primer paso: crear una granja de blogs alojada en su web, que arranca con la intención de ser el germen de un “YouTube de las artes escénicas”. Segundo paso: montar su propia televisión en la Red, TVtron, a través de la que se retransmiten eventos en directo, y abrir una sección paralela con listas de reproducción de vídeo comisariadas por diferentes artistas, críticos o teóricos. De los 6 usuarios iniciales, en poco tiempo dan el salto a los actuales 500 registrados (300 en activo) y las 160.000 visitas anuales, no solo desde España, sino también de Europa y América Latina. Pero hasta el año pasado, había algo que faltaba: “Estábamos esperando que llegara gente como PlayDramaturgia, gente joven, más joven que nosotros, con ideas frescas”.
El matiz es sutil, pero muy significativo: de retransmitir eventos en directo, la tuerca gira un grado hacia la producción de eventos específicos para ser retransmitidos en directo
¿Y qué traían bajo el brazo los PlayDramaturgia? Recién licenciados y con lo aprendido aún bullendo en la cabeza, Alejandro G. Ruffoni, Fernando Gandasegui, Juanlu Gomá y Javier Cruz compartían con Teatron –y siguen haciéndolo- la certeza de que hay un talento joven que no encuentra su lugar ni entre las instituciones, ni los medios, ni el público general. Durante el verano pasado moldearon el concepto de Escenarios del Streaming, que fue apadrinado poco después por el laboratorio de proyectos experimentales de Matadero de Madrid, Intermediae, y armaron varias propuestas en torno a su espíritu vocacional: la producción de piezas escénicas concebidas expresamente para ser mostradas en streaming. El matiz es sutil, pero muy significativo: de retransmitir eventos en directo, la tuerca gira un grado hacia la producción de eventos específicos para ser retransmitidos en directo.
Otras compañías y dramaturgos como Beatriz Cabur con Interteatro o e instituciones como el CCCB de Barcelona también están experimentando en España con la utilización de las retransmisiones en vivo en la Red como medio (y por ello también mensaje, que diría el filósofo de la comunicación Marshall McLuhan) escénico. Iniciativas como la que llevó a cabo en 2010 David Espinosa, Felicidad.es, un espectáculo en el que el público acudía a la sala a ver una proyección en streaming desde la casa del artista, ya abrieron las puertas a esta forma de trabajo. “Al principio pensamos que era un medio que podía dar de sí”, explica Ruffoni, “pero luego nos dimos cuenta de que lo que queda en primer plano es que existe ese talento brutal de nuestra generación silenciada”.
Mientras que los miembros de PlayDramaturgia adoptan y reivindican el rol del dramaturgista, esto es, hacen de teóricos, productores y facilitadores en general, los creadores les remiten sus obras, que desarrollan en conjunto. Hasta la fecha, y con la ayuda de su “líder espiritual”, Teatron, que les cede el canal de TVtron, y del Medialab del museo del Prado, han llevado a cabo diversos proyectos. Empezaron con unas lecturas poéticas (con el colectivo Ocupación Poética), y después han impartido varios talleres sobre la retransmisión en directo por Internet, han generado un festival teórico, Théa, y han producido tres funciones pensadas para el streaming: Room Ofelia, emitida desde un piso a través de un móvil; Mateo Morral (un suceso extraordinario), que se proyectó en vivo en Matadero, con dos pantallas que mostraban sendos recorridos por Madrid que una pareja de actores iba comentando en tiempo real en el centro cultural (el espectador, desde casa, se enfrentaba así a dos niveles de pantallas, la de su ordenador y las que estaban en Matadero); y Todo da mucha puta risa, que se pasó desde una iglesia de Barcelona, con el audio de la misa e imágenes en mosaico que los artistas invitados El conde de Torrefiel y David Mallols iban seleccionando.
Con el “presupuesto cero” con el que cuenta PlayDramaturgia (Teatron sí recibe unas “pequeñas ayudas” de la Generalitat catalana y del Ayuntamiento de Barcelona, así como algunos ingresos por publicidad en su web, que han utilizado en parte para apoyarlos), la calidad de la retransmisiones, a veces desde un móvil, a veces con cámaras, dista mucho de la de una superproducción, por no decir la de una producción a secas. “Pero esa es en parte la gracia”, subraya Ramos, “a veces hay cortes, partes pixeladas, ruido de fondo... y eso también juega a favor, porque intensifica la idea de que todo está ocurriendo en directo”.
Como claves, destacan la idea de la ubicuidad (puede haber miembros de los equipos artístico y técnico en distintos puntos geográficos, lo mismo que los espectadores), el uso de escenarios abiertos y no estáticos (cualquier lugar es válido en ese sentido, y se puede seguir a los actores con la cámara, crear diferentes planos...), la visibilidad para los artistas emergentes, la inmediatez y también la participación del público, que tiene la posibilidad de aportar valor con sus comentarios a través del chat de la página o por Twitter y también, en caso de que esté previsto, modificar el curso del espectáculo con ideas para el desarrollo de la trama en tiempo real. “El factor riesgo es intrínseco al proyecto”, añade Ruffoni. “Lo que hacemos es una ‘dramaturgia a puñetazos’. Se trata de hacer cosas a toda costa, porque tenemos muchas ganas y no podemos esperar a que nos abran las puertas”. Para este marzo, ya tienen preparados más espectáculos en streaming, que editarán y colgarán para poder verlos también grabados, y que seguirán aumentando en paralelo a su labor teórica.
Antes que ellos, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el CCCB, ya comenzó a investigar sobre las posibilidades que pueden surgir del streaming, no solo en lo que respecta a las artes escénicas, sino a todo tipo de disciplinas. A través de sus programa Anilla cultural, han conectado vía Internet centros o instituciones dispersos en el espacio para realizar actividades que van desde compartir conferencias hasta otras más complejas, como la realización de un mural de graffiti hecho por tres personas en tres lugares diferentes, cuyos trabajos se fusionaban en la pantalla. En el campo de lo escénico, han preparado iniciativas relacionadas con la danza y la performance, como una realizada entre España, Chile, Brasil y Colombia, en la que músicos, bailarines, videoartistas y artistas preformativos se iban sucediendo los unos a los otros según un guion para pergeñar una pieza en común. “El streaming es algo que utilizamos siempre para difundir”, apunta Alejandra Martínez, responsable de medios audiovisuales de la institución, “y es que es algo que se debería hacer: no te cuesta tanto, y multiplicas las oportunidades, porque mucha gente puede ver actividades a las que no podría asistir de otro modo, y porque además se puede participar”.
Usamos la tecnología del streaming para mejorar la experiencia del espectador en la sala”, señala, “porque creo que la experiencia teatral en tu casa se reduce muchísmo”.
En un hotel de Nueva York, está teniendo actualmente lugar otra experiencia teatral en streaming, Long Distance Affair, promovida por el colectivo Pop Up Theatrics. Cinco decenas de dramaturgos, actores y directores internacionales, agrupados en equipos de tres, han producido monólogos de 9 minutos que se pueden ver en tiempo real por Skype. El espectador llega al hotel, paga su entrada y se conecta a uno de los ordenadores dispuestos en una sala. Se coloca sus cascos, llama al actor, que se encuentra en su casa, en algún lugar del mundo, y solo frente a la pantalla, presencia la representación desde la distancia. “Antes, durante un mes y medio, actor director y dramaturgo estuvimos ensayando a través de Internet”, cuenta Lucía R. Miranda, directora de la compañía The Cross Border Project, que ha participado como directora de una de las piezas, Sophia, y que se estrenaba en el uso de las tecnologías para estos fines. “Ha sido un gran reto, porque tienes que trabajar con la cámara del ordenador como si fuera una cámara de cine, moviéndola, ajustando el enfoque...”, señala. “Pero también muy positiva en el sentido de que ha sido un trabajo internacional, en el que trabajas con gente que no llegas a conocer en persona, pero que te metes en su casa y conoces su vida a través de la pantalla”.
La dramaturga Beatriz Cabur, que también es parte del Long Distance Affair como autora de la pieza The chef, lleva un tiempo haciendo uso de las nuevas tecnologías, aunque no como fin en sí mismas, sino como medio para promocionar internacionalmente la dramaturgia española contemporánea, “que no se conoce mucho pero que es la pera”, dice entre risas. Hoy estrena en Milán su proyecto Interteatro, ocho funciones escritas por diversos autores, entre los que se encuentra ella misma, que se representarán en tres días. Las obras mezclan tanto streaming como imágenes grabadas y acción presencial que se integra en la pantalla. Pero, a diferencia del resto de proyectos, no se emiten en Internet. “Usamos la tecnología del streaming para mejorar la experiencia del espectador en la sala”, señala, “porque creo que la experiencia teatral en tu casa se reduce muchísmo”. Una eterna cuestión a la que ya daban respuesta en PlayDramaturgia: “Es una polémica que arrastramos, pero que ya normalizamos. Igual la experiencia no es como el directo, pero ayuda a traspasar información. En todo caso la vuelta de tuerca no es retransmitir en directo, sino crear algo para retransmitir en directo”.
Talento en la Red
Los Teatros del Canal de Madrid han lanzado este 2013 la iniciativa Talent, una llamada para atraer e identificar a jóvenes promesas de las artes escénicas, desde el teatro a la danza, el circo y el cabaret, que próximamente se expandirá a otros países. Para inscribirse, no hacía falta rellenar ningún formulario ni presenciarse en ninguna oficina sino, simplemente, presentar un vídeo. Todas las propuestas se han alojado en la web de la institución, y con más de 53.000 votos, el público ha seleccionado sus diez favoritas de entre más de 450, procedentes de toda España. Otras 50 han entrado a concurso al haber sido elegidas por un panel de expertos, que al mismo tiempo asesoran e instruyen a los participantes a la hora de preparar sus espectáculos, que mostrarán parcialmente, ocho minutos cada uno, entre el 21 de febrero y el 2 de marzo.
“La principal novedad ha sido lanzar la convocatoria a través de las redes sociales, ya que es la primera vez que lo hacemos”, explica Monica Hamill, la productora y directora ejecutiva. “Además, también hemos mezclado géneros, hemos dado pie a un proceso de selección tremendamente democrático y contamos con un jurado de lujo”. El director artístico del Canal, Albert Boadella, junto con figuras como Paco Mir, José Ramón Encinar, Donald B. Lehn o Rafael Bonachela escogerán, en una votación compartida con los espectadores, a cuatro finalistas, de los que uno acabará ganando el premio final, 5.000 euros para producir el montaje completo de la función. “Al intercambiar las propuestas en la Red, estamos dando visibilidad a los autores en una comunidad internacional”, concluye Hamill, “además de que estar en los Teatros del Canal es ya de por sí una gran plataforma”.
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