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“Hago cine sobre la gente que no sale en Google”

El documentalista brasileño Eduardo Coutinho inaugura el festival Punto de Vista El Museo Nacional Reina Sofía dedica un ciclo a su filmografía

Elsa Fernández-Santos
Eduardo Coutinho, a la derecha, durante el rodaje de 'Cabra marcado para morrer' (1962-1984).
Eduardo Coutinho, a la derecha, durante el rodaje de 'Cabra marcado para morrer' (1962-1984).EL PAÍS

Figura medular del documental latinoamericano, Eduardo Coutinho (São Paulo, 1933) se balancea sobre el columpio gramatical del “portuñol” y se presenta como un hombre “sin biografía”. Lo proclama con voz impetuosa cuando, al hilo de su último filme, As Canções (Las canciones), se le sugiere que haga lo mismo que los hombres y mujeres que desfilan por su película, que cante y evoque la historia de la canción de su vida. “No solo canto muy mal sino que yo le hablo desde el vacío, no tengo memoria, no tengo palabras…”, ruge Coutinho al otro lado del teléfono para, segundos después, abrir la rendija por la que entrará todo el vendaval de una poderosa personalidad que reivindica la belleza y la sabiduría del hombre común: “Si quiere que le diga, mi canción sería una canción barata y vulgar, porque me gusta lo vulgar. Encuentro algo muy hermoso en lo kitsch, soy un hombre sin prejuicios sobre la cultura de masas. Al contrario”.

Esta ausencia de complejos y de ideas preconcebidas es clave para entender el caudal de energía de un cineasta que ayer inauguró la octava edición del Festival Punto de Vista de Pamplona, que el viernes ofrecerá una clase magistral en la Escuela de la Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM) y cuya filmografía se podrá conocer a partir de este mes en el Museo Nacional Reina Sofía, que le dedica un ciclo retrospectivo.

Eduardo Coutinho, ayer en Pamplona.
Eduardo Coutinho, ayer en Pamplona.Txisti

“Abandoné la ficción por el documental para librarme de mí mismo, era la única posibilidad de olvidar mi propia historia: hablar de la de los otros”, explica sobre el salto que dio hace ya décadas para situarse en unos márgenes que le alejaban de los focos para buscarse a sí mismo. “El documental fue, es y será siempre cine marginal. Y además no tengo ni la esperanza ni el convencimiento de que algún día deje esos márgenes. Pero diré más, para mí el documental tiene un atractivo que jamás tendrá la ficción: no vive de ilusiones”.

De Cabra marcado para morrer (1962-1984), filme clave sobre la dictadura brasileña, a la citada As Cançoes (2010), la filmografía de Coutinho es un crisol de cine político, “pero no militante” que se aleja de los postulados del Cinema Novo. “Convencer a los convencidos no vale absolutamente para nada. Me gusta lo indeterminado, lo que no tiene una intención declarada, donde cada uno puede decidir lo que dice cada película”.

Películas que se zafan de cualquier retórica y en las que hay una postura ética frente a la belleza. “La belleza tradicional, armónica, no me interesa, porque yo quiero hacer arte imperfecto y humilde, basado en las sobras, en el detritus, en la basura, en los fragmentos de la vida”.

En su cine, en el que la palabra es imagen, late la vida de personas comunes transmitida a través de sus testimonios. “Me interesa la palabra porque, como decía Walter Benjamin, el pasado narrado es más fuerte que el pasado vivido. Además, hablamos con la cara y con el cuerpo. Y nuestra manera de hablar ante la cámara es única e irrepetible. Brasil es un país con millones de analfabetos totales o funcionales, por esta razón hay miles de personas que no se han corrompido ni con la televisión ni con casi nada, miles de personas que se expresan como antes. Y eso nos ofrece una enorme riqueza en el lenguaje oral que a mí me interesa mucho recoger”.

A pesar de haberse forjado en el equipo televisivo de Globo Repórter —famoso programa de reportajes que le permitió documentar en profundidad y a pesar de la censura importantes asuntos del Brasil contemporáneo—, Coutinho “detesta” el periodismo. “Lo hice durante años y me cansó. El periodismo puede ser bueno y malo, pero en Brasil es por lo general muy malo. El periodista tiene la obligación de buscar las dos partes, pero yo solo estoy interesado en una. Yo hago cine sobre la gente  que no sale en Google, que habla de sentimientos. Me interesa algo tan difuso como la sabiduría popular”.

Escuchar sin juzgar para llegar, explica, a un pacto con las personas cuyas ideas refleja: “Yo acepto la palabra del otro como mía y ellos, cuando ven la película, aceptan mis palabras como suyas”.

Juego de verdades y mentiras, el cine de Coutinho bebe del teatro en su relación con el espacio y la puesta en escena. Lo explica y, le guste o no, su biografía se cuela: “Cuando yo empecé, hace 50 o 40 años, quería hacer teatro, ser actor. Pero era tímido y la vergüenza me apartó de esa vocación. La vida es teatro, o sueño, como decía Calderón, y yo quiero que esa relación efímera de toda representación ocurra en mis películas. Todos hacemos teatro cada día, cargamos con nuestro telón y nuestro escenario”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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