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LA GRAN CITA CON EL ARTE CONTEMPORÁNEO

Arco abre sus puertas a los coleccionistas (y sus peligros)

En la primera jornada profesional de la feria todos se desviven por mimar a los compradores Una pieza de Bernardí Roig, dañada por accidente

Vídeo del estand de EL PAÍS con la obra de Max.Vídeo: M. MORALES / P. CASADO / C. POP

El sistema del arte español gira últimamente en torno a un astro omnipotente llamado El Coleccionista. Todas las esperanzas de supervivencia de la vida en la tierra de la creación contemporánea parecen pasar por el estado de ánimo comprador de estos entes, que ayer se paseaban con aire ausente por Arco, feria de madrileña de arte contemporáneo que hoy abre sus puertas a profesionales, mañana recibe la visita inaugural de los Príncipes de Asturias y el viernes permitirá la entrada del público general. Al coleccionista se le mima, se le ofrecen exposiciones en museos y fundaciones privadas (Reina Sofía y Patricia Phelps de Cisneros; Fundación Banco Santander y la Cranford Collection) y se reconoce su labor con galardones como los entregados esta mañana en la zona VIP de la cita.

Los Premios A al Coleccionismo han distinguido este año a la Fundación Mapfre (Coleccionismo Institucional), a la colección D Pictura (Privado) y a Bilge y Haro Cumbussyan (Inicativa al Coleccionismo). “¿Puede haber algo mejor en la vida que coleccionar arte?”, se preguntó Pablo Jiménez Burillo, de Mapfre, sin esperar una respuesta.

A juzgar por el lánguido deambular de los compradores entre los estands de Arco, parecería que no, que no debe de haber demasiadas cosas mejores o al menos más llevaderas. Este año, los responsables de la cita aseguran haber invitado a 250 coleccionistas, aunque en algunas de las galerías madrileñas más importantes se lamentaron de que entre ellos no se encuentran muchos “de primera fila”. Sí se vio, por ejemplo, a Pilar Citoler o a María de Corral, asesora de la Fundación Arte Contemporáneo, a cuyo empeño se dedica una muestra estos días en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. O a Manuel Borja-Villel, que cuenta con un presupuesto de 300.000 euros para gastar aquí. Y también, claro al matrimonio formado por Elena y Norma Foster, que doblan como galeristas de Ivorypress.

El último ha presenciado el suceso más reseñable de la mañana inaugural cuando un visitante ha tropezado en la galería Max Estrella con una obra de 2012 de Bernardí Roig, titulada Practices to ­­­­­suck the world y valorada en 58.000 euros. Galerista (Alberto de Juan) y artista han confirmado este extremo y también que un restaurador estaba de camino para arreglar el daño hecho (nada demasiado grave; unos cortes en las extremidades de la escultura) para poder así seguir ofreciendo la pieza, que ha sido retirada.

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