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ALTA COSTURA DE PARÍS

La alta costura se refugia en la naturaleza

Chanel hace construir un bosque para el desfile de primavera/verano 2013 de Karl Lagerfeld

E. T.
Para presentar la colección de alta costura de primavera/verano 2013 de Chanel, el diseñador Karl Lagerfeld pidió un bosque.
Para presentar la colección de alta costura de primavera/verano 2013 de Chanel, el diseñador Karl Lagerfeld pidió un bosque.Patrick Kovarik (AFP)

Un camino que se adentra en el bosque, pájaros cantando, bruma de la mañana apenas disuelta… La ambientación de fábula que acogía a los invitados al desfile de primavera/verano 2013 de Chanel surtía efecto en la gélida mañana parisiense. La casa francesa hizo construir un bosque en el interior del Grand Palais y en un claro, a los pies de un anfiteatro de madera, aparecieron las modelos. Karl Lagerfeld, el hiperactivo y polémico director creativo de Chanel desde 1983, odia la nostalgia. Raramente se permite echar la vista atrás. A los setenta y muchos años (juega al despiste con su fecha de nacimiento, podría ser 1933 o 1938) y en activo desde la década de los cincuenta, Lagerfeld siempre defiende que prefiere mirar hacia delante.

Sin embargo, ayer recorrió técnicas, siluetas e inspiraciones de muchas épocas. Formas tubulares de los años sesenta se encontraron con cortes imperio, gestos victorianos chocaron con otros vagamente medievales… De la mezcla surgió una silueta que ponía todo el énfasis en los hombros. El objetivo de la colección era lanzar un mensaje de moda elaborado: redibujar la línea del cuerpo colocando el protagonismo en los hombros, pero sin añadir volumen ni caer en el manido recurso de las hombreras. Las soluciones son múltiples. A veces, los escotes descienden hasta la cabeza del húmero y descubren un collarín cubierto de cuentas blancas que enmarca el rostro. Otras, se añade una tira ancha sobre la parte superior del brazo. Lagerfeld asegura que fue un vestido de Coco Chanel el que le dio la idea para este último truco.

Saskia de Brawn, una de sus modelos favoritas, desfiló dando vueltas sobre sí misma, revelando las varias faldas que escondía su vestido. Mientras giraba, evocaba el fantasma de la enajenación como si fuera una mujer que no vive ni en el pasado ni en el presente. “Son damas románticas y venenosas”, según las notas del desfile. Con plumas en los ojos y en el pelo –recreación sofisticada de maquillaje deshecho y melenas enredadas- las modelos vagaban por un momento suspendido en el tiempo. La secuencia de vestidos que remató De Brawn era la más lograda. Parecían estampados, pero en realidad eran un extraordinario trabajo de bordado que componía minúsculos mosaicos de margaritas o anémonas blancas sobre un mar negro surcado por finos cinturones rojos. La elaboración de los tejidos y materiales era, en cualquier caso, apabullante: guipur sobre neopreno blanco, encaje de Calais, muselina pintada a mano, tweed con organza…

Arropadas por 90 robles, 70 pinos y más de 3.000 arbustos –que, según la compañía, en ningún caso fueron cortados para la ocasión- las modelos parecían ninfas decadentes que se hubieran ataviado con flores y plumas. Al tiempo, sus altísimas botas de encaje o tweed les daban el aire aguerrido de una novela de caballerías.

Como si fuera consciente del tono ensoñado que estaba logrando y quisiera hacerlo desaparecer de un plumazo, Lagerfeld cerró el desfile con dos novias cogidas de la mano y acompañadas de un niño. Un guiño a la polémica que ha generado en Francia la propuesta de ley que permitiría el matrimonio gay y también la adopción. “No entiendo por qué las personas que viven juntas no pueden tener la misma seguridad que los burgueses que están casados”, dijo a Reuters. “Dos mujeres de casadas me parece de lo más natural y tener dos madres es una buena cosa”. Puede que Lagerfeld se permita un paseo bucólico de vez en cuando, pero sabe bien que el énfasis en los hombros no ocupa los titulares.

Giorgio Armani conoce el negocio tan bien como el alemán y sabe que hoy la mirada está más que nunca en Asia. Para su colección de alta costura retomó uno de sus temas favoritos, que resulta más pertinente que nunca para la industria: el encuentro entre Este y Oeste. “Tejidos extraordinarios, frutos de la cultura textil italiana, inspirados por diversos lugares del mundo”, en palabras de la compañía. Una respuesta a una realidad: si Italia quiere mantener su papel preponderante en el sistema, necesita atender las sensibilidades globales.

Pequeños chalecos realizados con tiras de tela cosidas a mano, tocados negros y cetros anudados a las chaquetas y los vestidos fueron los inesperados protagonistas del baile. Los pantalones hasta el tobillo, ajustados y luego levemente acampanados, se combinaban con chaquetas asimétricas o cuerpos de ricos bordados. Entre tanto, los tonos chocolate, azafrán y rubí daban una cualidad terrosa a la seda Mikado y a los abundantes motivos geométicos. Si sumamos la colección de Armani a los jardines de Dior y Chanel, obtenemos una temporada en la que la alta costura está empeñada en mirarse en el espejo de la naturaleza y en refugiarse entre sus bosques y colinas. Quién sabe qué buscará en ellos.

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