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Elogio de la bestia literaria

El escritor Lee Child ha vendido 60 millones de libros de su saga Jack Reacher

Toni García
El escritor Lee Child.
El escritor Lee Child.SIGRID ESTRADA

Jack Reacher, expolicía militar. Dos metros de altura y cien kilos de peso. Una bola de cañón con pinta de vagabundo y cerebro de físico nuclear al que los líos persiguen y que no empieza las peleas pero que se dedica a acabarlas. “Mi adolescencia en Birmingham tiene mucho que ver con Reacher. Allí la respuesta automática a cualquier provocación era la violencia. No era algo que te preocupara, no tenía connotaciones morales, no te quitaba el sueño: sabías que más pronto o más tarde habría que pelear. Yo trataba de no empezar las peleas aunque tampoco recuerdo haber perdido ninguna”. Las palabras brotan en Londres de los labios de un tipo de casi dos metros, noventa kilos de peso, impecable en un traje de tweet marrón y que responde al nombre de Lee Child.

Child (Coventry, 1954) es un escritor británico con pinta de haber resuelto muchos problemas con sus propias manos y es además el padre de Jack Reacher, un personaje que se ha convertido en la última década en uno de los grandes símbolos mundiales del género negro: un hombre que aúna la cabeza del mejor Holmes con la sequedad de Marlowe, pero que posee una potencia física inédita en el universo de ficción de policías y detectives que pueblan la literatura de género. Los libros de Child, que ya han vendido más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo, amenazan ahora con expandir su reinado gracias a la adaptación cinematográfica de Un disparo (Editorial RBA) que su distribuidora, Paramount, pretende convertir en una franquicia: “No creo que eso suponga ningún cambio para mí. ¿Qué va a pasar? ¿Voy a ganar mucho dinero? Ya soy millonario, así que —en todo caso— sería un poco más millonario”, dice Child, con la flema asomándole hasta por las solapas del traje.

"Yo trataba de no empezar las peleas, pero tampoco he perdido ninguna"

La película, llamada simplemente Jack Reacher y dirigida por Christopher McQuarrie, se ha desarrollado con no poca polémica por la elección del actor que debía encarnar al protagonista: Tom Cruise. “La cosa es que cuando una novela es adaptada a la gran pantalla el escritor sabe que al menos uno de los grandes parámetros del libro va a perderse y en este caso era el exterior de Reacher: sencillamente, no hay ningún actor de ese tamaño. Tom era el hombre capaz de interiorizar a Reacher para que nos olvidásemos del exterior. ¿Hugh Jackman? Ese tío es más bajito que yo… Mira, la lista se reducía a Johnny Depp, Brad Pitt, Russell Crowe, Matt Damon. ¿Depp es Jack Reacher? No. ¿Pitt? Más bien no. ¿Crowe? Es muy bajito. ¿Damon? Damon ya es Jason Bourne. Así que Tom Cruise era el hombre perfecto, un actor poderoso, capaz y que entendía al personaje. Era perfecto”, asegura Child, sin dejar demasiado tiempo a la discrepancia.

La historia del escritor no deja de ser curiosa: un ejecutivo de televisión de excelente posición y sueldo que un día es despedido y que decide apostar por la escritura. “Me echaron, no quería volver a moverme en un sector donde eran necesarias cien personas para tomar una decisión. Lo que me apetecía era ser mi jefe, ser responsable de mis aciertos y mis errores. Nunca había escrito ni una palabra pero sabía que funcionaría. ¿Por qué? Porque nunca quise ser escritor, no estaba obsesionado con ello, no cerraba los ojos y me veía escribiendo. Lo hice para ganarme la vida. Creo que esa es la clave”.

"Tom Cruise es perfecto para el papel, un actor poderoso"

Esa confianza en sí mismo debe de tener algo que ver con la contundencia de su personaje y hasta con los detalles más nimios de Reacher: “Diría que una de las grandes cosas que tenemos en común es que el cabezazo también es mi movimiento favorito en una pelea. El otro día alguien me preguntaba cuándo fue la última vez que solté uno y creo recordar que fue de adolescente en un fish & chips. Había ido a buscar algo de comer y cuando salí un tipo me dijo que le diera el dinero. En una mano llevaba la comida y en la otra el cambio, así que le di un buen cabezazo. El tipo se tambaleó y me dijo: ‘¿Por qué?’. Y le contesté: “Porque tenía las manos ocupadas” [RISAS].

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