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Todos somos Mesopotamia

Caixaforum reúne en Barcelona 400 obras para mostrar joyas de la cuna de la civilización Por primera vez en décadas, se pueden ver imágenes actuales de los yacimientos de Ur, Uruk, Eridu, Tello y Ubaid

José Ángel Montañés
Placa. Diyala (Khafaje), Irak. Período dinástico arcaico II. Piedra | 20,4 × 20 × 4,2 cm. © Oriental Institute Museum, Chicago
Placa. Diyala (Khafaje), Irak. Período dinástico arcaico II. Piedra | 20,4 × 20 × 4,2 cm. © Oriental Institute Museum, Chicago

La Biblia no se equivocó al situar el paraíso y el origen del mundo, entre los ríos Tigris y Éufrates, un área fértil conocida como Mesopotamia, que hoy coincide con las zonas no desérticas del actual Irak y el noroeste de Siria. La arqueología ha demostrado que en este privilegiado espacio nació, hace casi 6.000 años, gran parte de la cultura de nuestros días: las ciudades, la escritura, la realeza, la contabilidad, la división del trabajo, el dinero, las leyes, la literatura, el comercio, la arquitectura monumental, la rueda, el sistema sexagesimal con el que, todavía hoy, medimos el tiempo, y un largo etcétera de avances que han hecho al hombre un ser “civilizado”.

Faltaban 2.500 años para que en Europa se levantaran los primeros monumentos megalíticos y en Egipto todavía no existía un Estado unificado gobernado por un faraón, cuando en el sur de Irak, la zona conocida como Sumeria, nació la primera ciudad de la historia: Uruk, un núcleo urbano en el que había calles y canales y en el que llegaron a vivir entre 35.000 y 80.000 personas. Antes del diluvio. Mesopotamia, 3500-2100 a. C. reúne en Caixaforum Barcelona un conjunto de 400 piezas, la mayoría objetos cotidianos que nuestra mirada ha convertido en obras de arte, joyas y textos procedentes de 32 museos y colecciones de todo el mundo como el Museo del Louvre de París, el Field Museum de Chicago o el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, entre otros. También reconstrucciones en 3D de edificios de la ciudad de Ur y el templo Blanco de Uruk, creadas para la exposición y fotografías de artistas contemporáneos, que reflejan la fascinación que sigue creando esta zona de Oriente Próximo en la cultura occidental.

Un único expositor obliga al espectador a bordearlo y observar las piezas que están en su interior. “Como en los viajes iniciáticos, llenos de obstáculos que realizaban los héroes sumerios, se ha creado una especie de desierto blanco en el que las piezas están enterradas”, explica Pedro Azara, arquitecto y profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que ha comisariado esta exposición, abierta hasta febrero de 2013. Después, viajará a Madrid. “Es la visión más completa que jamás se ha hecho de las culturas del sur de Mesopotamia”, asegura Azara.

Durante cinco años este experto ha reunido las obras, la mayoría objetos creados con materiales poco nobles, sobre todo barro. Se pueden ver tablillas en las que se inscribieron, en cuneiforme, que tras ser descifradas, han podido leerse recuentos de ganado o grano vinculados con los templos, listas de reyes, himnos a los dioses o relatos de mitos, pero también planos de ciudades y croquis de edificios. Todo conservado gracias a que muchas de las tablillas se cocieron tras quemarse los edificios. El barro también se empleó para crear esculturas y maquetas como las que representan carros tirados por toros, barcos y figuras de los oferentes de grandes ojos y manos cruzadas que se colocaban en los templos para obtener la protección divina.

También se exponen sellos cilíndricos y su huella en cera donde se ven animales, edificios y escenas llenas de personajes; elementos de arquitectura y esculturas de piedra, como diorita o basalto, que se exportaban desde Anatolia e India, y que representan a personajes ilustres, casi siempre reyes. Es el caso de Gudea de Lagas, el gran rey arquitecto, que construyó templos como el Ningirsu y que ha viajado desde el Louvre, que ha cedido una figura de cuerpo entero del famoso personaje. También se exponen elementos ornamentales y joyas aparecidas en las tumbas reales de Ur, como diademas y pulseras de la reina Puabi de oro y lapislázuli. No se expone el famoso estandarte que se puede ver en el British Museum “por problemas económicos, ya que no podíamos pagar el alto coste del seguro”, excusa Azara.

También se explica cual era el imaginario colectivo de estos pueblos y en que creían. Por ejemplo en dioses como An y Nammu, el cielo y la tierra o en Enki, el dios de las aguas en forma de toro, de legendaria potencia sexual, que creó el mundo tras llenar con su semen el curso de los ríos Tigris y Éufrates.

Desde las primeras noticias sobre las culturas mesopotámicas, algunas firmadas por autores del Califato de Córdoba en el siglo X, hasta las primeras expediciones en la década de los años veinte del XX, cuando la zona pasó a ser dominio inglés, la exposición explica cómo occidente ha ido descubriendo esta civilización. “En España no se explica ni bien ni mal”, se lamenta Azara. Mesopotamia, hoy Irak, sigue siendo una zona de máximo interés mundial, la exposición también tiene imágenes de la guerra —desde 1980, comienzo del conflicto entre Irán e Irak, las misiones arqueológicas internacionales no pueden excavar—, de las invasiones y del pillaje que han acabado con parte de los yacimientos arqueológicos.

Uno de los mayores atractivos, aparte de las piezas reunidas, es poder ver cinco de los yacimientos sumerios de primer orden: Ur, Uruk, Eridu, Tello, Ubaid y Kis, tal y como se conservan en la actualidad. Azara y un equipo internacional pudo acceder a la zona con el apoyo del gobierno y el ejército iraquí. Nadie lo había conseguido desde los años 80 del siglo pasado, cuando estalló el conflicto entre Irán e Irak. “Desde hace cinco años las autoridades iraquíes siempre dicen que van a conceder permisos, pero la inseguridad de la zona, gaseada y minada lo impiden”, se lamenta.

La cultura de Mesopotamia influyó en Grecia y el mundo judeocristiano, crisoles de la cultura europea. Los conflictos de esta zona han dificultado un mejor conocimiento. También, que la mayoría de las ciudades estaban construidas de barro por lo que han acabado sepultadas bajo gruesas capas de aluviones fluviales. Hechas de barro, como el primer hombre de la Creación, según la Biblia. Todos somos Mesopotamia.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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