A piñón fijo
El director del festival de San Sebastián, José Luis Rebordinos, dice que el éxito de la edición actual se debe a la suerte, pero esta no llega si previamente no se ha hecho un buen trabajo. Y a todas luces el joven y nuevo equipo que regenta ahora el festival se ha esforzado a fondo en quitarle el pelo de la dehesa que venía adquiriendo en los últimos tiempos y en colocar esta muestra cinematográfica a la altura de otros grandes festivales del mundo. Merecen el aplauso.
Pero, ay, las autoridades del Gobierno han venido con su irresponsable jarro de agua helada a fastidiar el oasis de optimismo que el Zinemaldia estaba significando. Nuevos recortes para la cultura, más amenazas… El diario Le Monde se hacía eco el pasado día 19 de los feos tiempos que corren para la cultura en España, preguntándose qué ha hecho el cine español para merecer esto y por qué se está empobreciendo sistemáticamente la oferta cultural española. ¿Se trata de una venganza, hay caza de brujas, existe una mano negra detrás de todo esto? Y mientras el ministro Wert, al parecer el peor valorado de todo el gabinete, se enfrenta al secretario de Estado de Cultura por sus opiniones contrarias a la subida del IVA y seguramente por otros detalles internos, las gentes del cine ven con perplejidad cómo se van destruyendo las conquistas logradas en las últimas décadas, temiendo no solo por su inmediato futuro laboral sino también por el páramo que dejarán tras de sí estos eventuales responsables de la gobernación, caballos de Atila de la cultura. Si a anteriores gestores se les va relegando inevitablemente al olvido, a estos seguramente se les recordará por mucho tiempo. Como a los censores del franquismo que dejaron su huella eterna en películas mutiladas de por vida. Aquellos censores ganaron su sueldo servilmente a cambio de destrozar la vida cultural y de ayudar a cubrir el país con un manto negro. Mucho del cine que entonces se pudo hacer se quedó en simple proyecto. Es de temer que semejante gloria le quepa ahora a estos ejecutivos que han decidido tomar armas contra la cultura, a piñón fijo.
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