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Machi no teme a Virginia Woolf

Daniel Veronese dirige a la actriz en la versión del clásico de Edward Albee

Carmen Machi y Pere Arquillué, en una escena de ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’.
Carmen Machi y Pere Arquillué, en una escena de ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’.ENRIQUE CIDONCHA

A principios de los años sesenta del pasado siglo, se tambalearon los cimientos del teatro estadounidense, que a partir de entonces abrió sus puertas a otras realidades y, sobre todo, a otro lenguaje, más descarnado. Ocurrió con el estreno de la obra con que Edward Albee obtuvo su mayor éxito, ¿Quién teme a Virginia Woolf? Ahora llega al Teatro de La Latina, de Madrid (del 11 de septiembre al 12 de octubre), bajo la dirección de uno de los dioses de la escena, el argentino Daniel Veronese y un reparto encabezado por dos actores de incuestionable maestría: Carmen Machi y Pere Arquillué.

Saben que el tiempo ha pasado, aunque Machi deja claro que la obra ha envejecido muy bien: “Como los buenos clásicos, destila gran teatro, y además Veronese, como siempre hace, ha dejado un esqueleto con luz, en el que no está ausente la ambición, donde todo parte de dos personas que se agreden verbalmente, pero que estuvieron muy enamoradas, que aún se quieren, lo que inevitablemente crea empatía con el público”, señala la actriz en medio de una conversación en la que no hay preguntas, sólo ella y Arquillué diseccionando, como si de cirujanos se tratara, a esas criaturas dentro de las que van a tener que vivir durante un tiempo. Largo, si sale una buena gira, aunque no es fácil cuadrar las agendas de estos dos reclamados profesionales. Él tiene que retomar un Cyrano de Bergerac, que borda, y el monólogo de Samuel Beckett El primer amor. Ella con la última película de Almodóvar, la continuación de la exitosa gira de Juicio a una zorra, y el estreno en el Lliure, de Dispara, coge el tesoro y repite, de Marc Ravenhill.

“Cuando Albee escribió la obra la situó en un territorio muy tradicional, lo emborrachaba de alcohol y llegó a poner como objeto sexual deseable a un hombre, en vez de una mujer, algo muy raro”, dice Machi. “La universidad es un metáfora de la sociedad americana de ese momento, y aunque parezca que nos queda lejos es el mundo de hoy el que transitan ese par de insatisfechos”, señala Arquillué. Y ambos creen que la joven pareja que está de espectadora privilegiada, interpretada por Mireia Aixalà e Ivan Benet, pueden ver claramente el reflejo de lo que van a ser de mayores.

Y detrás de todos ellos está Albee, quien confesó que el ser un niño adoptado por una familia acomodada marcó su vida. Antes de ser autor de teatro, merecidamente elogiado, repartió telegramas, fue botones, vendió libros y discos y nunca aceptó permanecer bajo el bien situado manto protector familiar, cosa que le convirtió en todo un malhumorado y amargado joven. ¿Quién teme a Virginia Woolf? fue escrita a una velocidad inaudita, como casi todas sus obras (entre una a ocho semanas). Alegaba que lo que más le preocupaba era la espontaneidad y lo que más le gustaba sorprenderse a sí mismo. Algo en lo que coincide con Veronese, que quiere que todo en el escenario sea como la vida misma y no parezca teatro.

A quien sí sorprendió Albee con su estreno fue a los espectadores de la época: “Fue un bombazo”, señala Arquillué, “no hay que olvidar que le dieron el Premio Pulitzer y se lo retiraron por su lenguaje soez. Criticaba cuestiones sociales, económicas, pero en la obra pesa más la relación personal, donde se dan las relaciones de poder, está muy vivo ese amor-odio de la pareja, y eso es lo que más llega a la gente de hoy”. Ambos actores destacan que la pieza está montada de manera muy dinámica: “Acabamos exhaustos, y el público también, porque es tremenda; todo empieza como un vodevil y acaba como una tragedia griega; una tragedia contemporánea y muy de ahora”. Ellos sostienen que la vital mirada de Veronese hace que casi todo esté centrado en el duelo entre ellos dos.

La obra se conoció internacionalmente por la película de Miche Nicols, de 1966, protagonizada por Richard Burton y Liz Taylor.

Machi y Arquillué tienen claro que hay que querer mucho a una persona para hacer esta obra con ella: “Es una función que pide un plus, tiene que haber algo más que un actor y una actriz, la obra pide más de lo normal”.

El montaje estuvo cuatro meses en el Teatro Romea de Barcelona, que también produce esta nueva versión, pero sin Carmen Machi. Lo que todos ellos tienen claro es un estreno, ya que la presencia de una nueva actriz en un personaje protagónizo hace que todo adquiera otro paisaje, a lo que se suma el cambio de idioma para los otros tres actores, con fraseos más largos y una duración distinta de la obra a pesar de no haber cambiado nada en ella más: “Es una gran aventura, y estamos dispuestos a vivirla hasta lo más profundo”, señala Arquillué y Machi, unidos y cómplices, porque acaban de salir de un ensayo, y como todos los días les ocurre, acaban de atravesar juntos un infierno no ausente de agresividad y delirio.

El último montaje significativo de este texto se produjo en mayo de 2000, con Marsillach (actor y director) y Nuria Espert. Aquella versión tiene en común con la de Veronese que ninguna renuncia a lo que Albee sugiere: humor, juego, perversión, dialéctica al servicio de la mordacidad…

Albee le puso el curioso título después de verlo escrito en un grafiti en unos retretes de Nueva York. Nadie ha podido desvelar su verdadero significado. Aunque sí se sabe que para acercarse a la intención última de Albee debe canturrearse el título con la musiquilla del tema de Los tres cerditos que empieza: ‘¿Quién teme al lobo feroz?’. Albee significó toda una revelación y renovación para la dramaturgia americana y revitalizó la cartelera teatral de Broadway. ¿Quién teme a Virginia Woolf? marcó un antes y un después en su trayectoria; Albee no volvería a conseguir otro éxito igual y su talante rebelde pasaría a un segundo plano. Sólo conseguiría un éxito similar con Un frágil equilibrio y Tres mujeres altas, por las que se llevaría el premio Pulitzer.

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