Pasión por el oficio
Juan Duyos y Teresa Helbig aportan ilusión en la tercera jornada de la pasarela
Calificar de abúlico el ambiente que ayer se vivía en la tercera jornada de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (MBFWM) parece injusto. Después de todo, el interior del pabellón 14 de Feria de Madrid (Ifema) sigue siendo una burbuja. En la calle, se acumulan los recortes y las ventas del comercio minorista suman meses de caídas. Pero en lo que antes fue Cibeles la vida sigue igual. O casi, porque los tres millones de euros que cuesta cada edición de la principal cita de la moda española no conocen reducciones. Según la organización, las firmas que desfilan aportan un 5%, el 60% procede de un creciente número de patrocinadores (como Inditex, L'Oréal o Mercedes-Benz) y el 35% restante lo pone Ifema. Hace un año, este consorcio soportaba el 70% de la operación.
Aun así, era imposible no reparar en la sombra de desidia que planeaba sobre los pasillos y las colecciones. Tras una esperpéntica segunda jornada que debería obligar a ACME a plantearse seriamente los criterios para organizar el calendario de desfiles de sus asociados, la coincidencia de algunas de las voces más interesantes de nuestra industria parecía llamada a inyectar algo de ilusión en el desabrido panorama.
Amaya Arzuaga se mostró más enérgica e inventiva y Juanjo Oliva exploró nuevos territorios tras la estela de Madame Grès. Pero en el día de ayer destacaron, sobre todo, Juan Duyos y Teresa Helbig. En las últimas temporadas, Duyos ha demostrado una notable progresión en su factura. Ayer, creatividad y ejecución se dieron la mano en una hermosa colección que se nutrió de los figurines de Pedro Rodríguez (Valencia, 1895-Barcelona, 1990) que este año se han expuesto en el Museo del Traje. “Me gusta tener referencias patrias, me choca que todo el mundo se empeñe en mirar al extranjero”, afirmaba el diseñador madrileño.
Hasta Versalles se fue la barcelonesa Teresa Helbig, que incorporó la mezcla de equilibrio y fantasía de los jardines de André Le Nôtre a sus creaciones. La artesanía de Helbig es de una delicadeza y meticulosidad pasmosa. Miren cerca o lejos, Helbig y Duyos coinciden en lo más importante: se toman en serio su oficio desde sus cimientos y defienden un discurso propio. Cabe lamentar que ninguno de los dos produzca ropa que no sea confeccionada a medida y no está de más que este dato nos haga reflexionar sobre la efectividad de la plataforma. En cualquier caso, sus sólidas colecciones sirven para espantar el fantasma de la reiteración que, tan a menudo, acecha en MBFWM. Una cita que a ratos se parece peligrosamente al día de la marmota del que no podía escapar Bill Murray en Atrapado en el tiempo.
Aunque ya han pasado diez años desde que Davidelfin debutó en esta cita con un polémico desfile no es fácil deshacerse de aquella soga. Ayer Delfín parodió este y otros tópicos sobre él con un vídeo que precedió a su presentación y que servía de vehículo publicitario para el principal patrocinador de la pasarela. “Woody Allen dice que tragedia más tiempo igual a comedia”, contaba el diseñador andaluz. “En su momento, aquella fue una experiencia horrible. Pero hoy nos reímos recordándolo. Es asombroso que hayamos llegado hasta aquí cuando nadie daba un duro por nosotros”. Delfín, que firma parte del vestuario de la próxima película de Pedro Almodóvar, quiso escapar de las trampas del pasado. “No quería un precoz homenaje, sino esforzarme por ofrecer algo nuevo y diferente. Algo de ahora”. En realidad, la propuesta de Davidelfin está hoy bastante lejos del carácter experimental de las mujeres encapuchadas de hace una década, pero hay marmotas que se empeñan en acompañarte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.