Los achuchones de El Juli
Cuvillo / Morante, Juli y Talavante | El madrileño rompió la tarde en una corrida que parecía que no iba a despegar
El Juli rompió la tarde. Cuando parecía que iba a ser otra corrida de apuntar y no despegar, llegó el madrileño para poner el despertador con un quite por lopecinas que sirvió como toque de atención de que su disposición para triunfar era toda en ese quinto de la tarde.
Quizás espoleado porque la petición de oreja en su primero no había sido suficiente, salió a por todas y firmó dos buenas series de derechazos en el inicio de faena. Muletazos largos, ligados y obligando al toro; además, pasándoselo por la faja. Fueron dos series para hacerse con los tendidos, que esperaban alguien que mostrara esa decisión.
Cuvillo / Morante, Juli y Talavante
Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales, serios de cornamenta y nobles.
Morante de la Puebla: media estocada tendida, casi entera atravesada y dos descabellos (saludos tras dos avisos) y media en los bajos (silencio).
El Juli: estocada y descabello (saludos tras petición) y estocada desprendida (oreja con petición de la segunda).
Alejandro Talavante: pinchazo y media estocada (silencio) y estocada (silencio).
Plaza de Bilbao. 21 de agosto de 2012. Cuarta de las Corridas Generales. Casi lleno.
Entonces, tomó la izquierda y los naturales ya no fueron limpios, alguno sacó largo, pero ya fue en línea recta y mucho más despegados que los pases ejecutados con la diestra. Parecía que la lógica invitaba a dejar que el animal reposara y tuviera tiempo de reponerse, pero no, había prisas, quizá excesivo deseo de triunfar. En lugar de dar un respiro a Barrilero, El Juli acortó las distancias y se puso los pitones en la taleguilla.
Firme, seguro y desafiando al toro de Cuvillo, que como es presumible en esa divisa no hizo un ademán de peligro y sacó toda la nobleza tanto cuando el torero estuvo bien colocado como cuando estuvo a merced del animal, que pedía descanso en lugar de pelea. El Juli fue como un novio incómodo, de esos que achuchan sin parar, que agobian a la amada, pero ésta nunca reaccionó.
En su primero, Morante tiró líneas y trazó algún muletazo suelto
La espectacular ejecución de la estocada desató al público a pedir la segunda oreja, que con buen criterio el palco dejó en una. No en vano faltaron muchas cosas además de la capacidad, el deseo y la ambición demostrada.
El esperado era Morante. Un año después de salir en hombros de esta plaza, el público de Vista Alegre le obligó a saludar antes de comenzar el festejo. Una declaración de intenciones y una muestra de admiración que se prorrogó durante sus actuaciones, puesto que cualquier detalle del sevillano fue coreado con ilusión, pero con poca objetividad.
No tuvo un lote adecuado, pero tampoco se decidió Morante a buscar el triunfo. En su primero tiró líneas y trazó algún muletazo suelto. En su segundo, ni eso.
Fue Talavante quien vino cargado de deseos de triunfar, pero chocó con un primero sin fuerzas y un sexto que se le rajó muy pronto. Estuvo decidido, pero atropellado como en el quite con el capote a la espalda. En el último pareció que su faena podría romper, pero se apagó demasiado pronto.
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