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CONVERSACIONES BÁRBARAS

“No soy capaz de decir ni un solo ministro, ni tampoco sus cagadas”

Javier Mariscal es un optimista convencido. Prefiere adaptarse y no mirar atrás. Ahora ya no solo le conocen como "el de Cobi"

Daniel Verdú
Javier Mariscal, fotografiado en Barcelona.
Javier Mariscal, fotografiado en Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

Barcelona se abrió al mar y al mundo, y de entre las aguas salió Javier Mariscal (Valencia, 1950). Ya era Mariscal mucho antes, insiste él. Pero el asunto le permitió crear una gran marca internacional y que sus criaturas viajasen solas por el mundo. Y de ahí, pese a muchas críticas y descalificaciones iniciales que tuvo que tragarse, ya no se bajó más. Veinte años después de los Juegos, el artista valenciano ha vivido de todo. Encima de la mesa de su estudio tiene la última portada del New Yorker. Es suya. Pero en la oficina faltan 25 personas que han tenido que marcharse por la crisis. Él es un optimista convencido. Por el Big Bang, dice. Así que prefiere adaptarse y no mirar atrás. Hizo una película con su amigo Fernando Trueba y casi gana un Oscar. Ahora ya no solo le conocen como “el del Cobi”, dice. También como “el de Chico & Rita”.

Pregunta. ¿Ha oído muchas veces eso de “este pinta gilipolleces”?

Respuesta. En los ochenta y noventa me reñían muchísimo por tocar tantas cosas. Hasta que apareció la palabra esta de multidisciplinar. Se puso de moda que no era malo que alguien que hace tipografías descubra que es un buen ilustrador. Pero sí. Fueron insultos permanentemente y mucha descalificación.

P. ¿Qué pretendía?

R. Reivindicaba el juego como elemento de pensamiento. Como herramienta para solucionar los problemas de diseño. Solo ahora empiezan a valorarlo. Es como los niños que juegan con un trozo de madera pretendiendo que es un avión. Es una manera muy sofisticada de pensamiento.

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  • Javier Mariscal, diseñador y dibujante, nació en Valencia.
  • Dio la campanada con su Cobi de Barcelona 92.
  • Ha estado nominado a los Oscar con Fernando Trueba por Chico & Rita.

P. ¿Intenta pensar como un niño?

R. Yo nunca pretendía que la madera fuera otra cosa. Pero no rompí con esa manera de pensar. Utilizo el juego como elemento creativo.

P. Dice Lluís Bassat que el Cobi que les entregó era “inaceptable” y que entendería que no se sintiera cómodo con lo que hicieron con él. ¿Tan malo era?

R. No tiene o no quiere tener buena memoria. La primera entrega eran tres folios de papel con rotulador. Había un punki, una gamba y un personaje del que salió Petra: una caja de cerillas con patas y dos trenzas. Iba dentro de un sobre reciclado. Entiendo que él como publicista se enfadara y pensara que era un cachondeo. En la segunda ya presenté otra cosa, aunque todavía eran bocetos. Era una buena presentación.

P. ¿Cambiaron su proyecto?

R. Monté un estudio para hacer la evolución del personaje. Pero me fui seis meses con Miquel Barceló a África. Cuando volví habían encargado a Josep Maria Trias un Frankenstein de lo que había entregado. Era un Cobi hecho de tres o cuatro míos. Lo dejó desnudo, cosa que nunca hubiera hecho. ¡Y si estaba desnudo tenía que verse el sexo! Y le puso en el pecho, muy grande, su logotipo, como si fuera un toro bravo. Cuando volví de África estuve a punto de... Lo hicieron porque tenían que presentar algo en Seúl, pero me pareció tan triste y salvaje. Absolutamente inmoral. Me callé y todo mi trabajo fue que se conociera el otro Cobi, el vestido.

P. ¿Cobi es su padre o su hijo?

R. Hijo, claro. Como cualquier personaje. Me hizo aprender mucho y me obligó a montar un estudio con profesionales. Pero yo ya había hecho muchas cosas. Aunque toda la vida se me conocerá por este trabajo.

P. Qué agobio, ¿no?

R. No. Es imposible que alguien que trabaja con la imagen tenga más repercusión que con unos Juegos. El diseño es muy anónimo y hay mucha gente que desconoce mucho de lo que he hecho. Ahora, por primera vez, también me dicen: eres el de Chico & Rita.

P. ¿Pone ir a los Oscar?

Me reñían por tocar tantas cosas. Hasta que apareció lo de multidisciplinar"

R. Es muy agradable ver en Hollywood cómo hay tanta gente cuya vida es contar historias. Luego, estar ahí ya fue un premio. Me asombró que fueran tan abiertos con nuestra película.

P. ¿Saludó a George Clooney?

R. Sí, lo tenía al lado y me hice fotos. Me preguntó de dónde era y me dijo que Barcelona era su ciudad preferida. Creo que nunca ha estado, pero da igual. Es una manera muy americana de decir que algo es bonito.

P. Y después de tantos años dibujándola, ¿qué es Barcelona?

R. La mejor definición la hizo Vázquez-Montalbán: “Una ciudad del norte en un país del sur”. Con un clima y una historia que la determina muchísimo. Es una mezcla muy buena entre una organización casi germánica y un espíritu de vivir la calle muy sevillano.

P. Ha perdido la salsa charnega y hay muchos turistas…

R. Puede ser. No quedan aquellos bares con solera, miles de sitios han desaparecido. Así es la especulación. Pero prefiero que las cosas se muevan. Antes los turistas pasaban y no se paraban cinco minutos. No sé si es bueno o malo. Si te molestan, te vas. Hay que saber convivir.

P. ¿Nos creímos demasiado modernos con los Juegos y tanto diseño?

R. Tocaba, veníamos de la caverna de Franco. Y hubo equivocaciones, pero mejor eso que quedarse quieto.

P. ¿Y ahora falta imaginación?

R. No, y tampoco hay que asustarse tanto. Toca abrirse más a otros países que tienen más movimiento que España.

Que gente inepta esté tomando decisiones me molesta mucho”

P. Es el primer optimista con el que me cruzo.

R. Es que venimos del Big Bang: la luz aparece y gana a las tinieblas. Toda la evolución del universo va por ahí. Siempre vamos a mejor.

P. ¿A usted no lo saca nada de quicio?

R. Que gente inepta esté tomando decisiones me molesta mucho.

P. ¿Como este Gobierno?

R. No lo sé, no lo sigo. No te puedo decir ni un solo ministro ni sus cagadas. Sé que tratan de cargarse algunos pequeños avances de estos años, como lo del aborto.

P. ¿Cero nostalgia?

R. Si el semáforo está naranja, siempre acelero.

P. Alguna torta se habrá dado.

R. Continuamente. Me interesa mucho tirarme a la piscina sin saber si hay agua. Yo vivo del caos y de los errores.

P. ¿El diseño ya no da para mantener el estudio que tenía?

R. No hay suficientes encargos para mantener un estudio que era un sueño. Era como una familia que se hinchaba y deshinchaba. Éramos 35 y ahora somos 10. Ha sido muy doloroso. Te pierdes, no sabes quién eres y te abruma mucho la responsabilidad.

P. ¿Ha pensado alguna vez en largarse?

R. Muchas veces. Piensas en lo que eres: como persona y como profesional. Pero se mezcla.

P. ¿Perdió su origen fallero?

R. Al revés, estoy muy influenciado por una estética y una manera de entender la vida. Valencia es una luz vibrante, una explosión de la música, las tracas… Todo muy hacia fuera. Pero yo no soy de palabras.

P. ¿Por la dislexia?

R. Sí, me cuesta mucho. Funciono por imágenes. No tengo respeto a las palabras y no acabo de entenderlas. A veces me siento como un niño. Muy desconcertado porque mi mundo es otra cosa. Cuando era pequeño me hacía listas para estudiar las palabras. Me cuestan mucho los adjetivos y sin darme cuenta digo muchos tacos.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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