Vacaciones BDSM en playa o montaña
Cerca de treinta millones de ejemplares de libros de la saga porno-chic de E. L. James vendidos en poco más de un cuatrimestre constituye todo un acontecimiento en la historia de la edición, además de un auténtico hito en la moderna genética literaria globalizada. Respecto a lo primero, la historia de la sumisa Anastasia Steele y de su amo Christian Grey ha batido todos los récords de venta rápida, a pesar del altísimo listón colocado por J. K. Rowling y Dan Brown. Respecto a lo segundo, 50 sombras de Grey y sus hermanas constituyen la más palpable demostración de que el best seller puede auto-engendrarse. Imaginada inicialmente como fan-fiction en Internet a la sombra del éxito internacional de la saga vampírica de Stephenie Meyer, y difundida a través de las redes sociales, su autora tuvo la habilidad de desvincularse de la matriz referencial tan pronto como la respuesta de internautas de todo el mundo le hizo comprender que ahí había otra historia con posibilidades comerciales que merecía contarse in extenso. Y muy in extenso: 1.800 páginas (en la versión española) que están siendo literalmente devoradas por mujeres adultas que viven en la parte más culta del planeta (en Francia se publicará en la rentrée). Dejando aparte la calidad literaria (en el caso que nos ocupa, irrelevante), lo cierto es que cuando un libro triunfa tan espectacularmente es porque, de uno u otro modo, conecta con los deseos o ansiedades de la gente, lo que debería hacernos pensar un poco. En todo caso, el anuncio de una próxima versión cinematográfica (con posible guión de Bret Easton Ellis, aquel antiguo enfant terrible del grupo Brat Pack, siempre dispuesto a apuntarse a cualquier bombardeo mediático) ha terminado por activar todos los sensores de la industria del libro, un sector particularmente proclive a clonar el éxito ajeno. Mientras las mommy porn discuten en los clubs de lectura de ambos lados del Atlántico las propiedades reconstituyentes que para su vida sexual pueden tener las bolas de geisha, la penetración anal, o los latigazos convenientemente administrados, los editores no pierden el tiempo. De hecho, la moda del BDSM (bondage, discipline, sadism and masochism, en la que la única palabra que necesita traducción es la primera: esclavitud, cautiverio) ya ha llegado al mainstream editorial. Hasta Harper Collins, uno de los grupos más poderosos del mundo (propietario: Rupert Murdoch), se ha entregado a su influjo comercial publicando una guía de know how que lleva el inequívoco título de Fifty Ways to Play: A Beginner’s Guide to Unleashing Your Erotic Desire (unleashing: desatar, liberar), de Debra MacLeod y Don MacLeod (ignoro si son hermanos o matrimonio), que se está vendiendo muy bien como e-book para Kindle (a 1,66 libras) y que, para dejar aún más claras las cosas, lleva el lema de BDSM for Nice People. De modo que no les extrañe la probable avalancha de libros —y no solo novelas clónicas— dispuestas a chupar rueda del éxito de E. L. James, una progenie que pronto ocupará su lugar en las mesas de novedades de las librerías del mundo. Quién se lo iba a decir a Georges Bataille, de cuya muerte se conmemora ahora el cincuentenario y cuya Historia del ojo (Tusquets) resulta hoy pura arqueología pre-Grey (algo que, por cierto, también les ocurre a otros “escandalosos” libros que, posiblemente, tengan ahora una segunda oportunidad). Y eso sin contar el efecto de reanimación de la industria de la pornografía y el erotismo que está produciendo la saga, justo en el momento en que más arrecia la crisis. Las tiendas de “juguetes eróticos”, que hace tiempo abandonaron la penumbra de los barrios de luces rojas para establecerse en los distritos más comerciales de nuestras grandes ciudades, ya están notando la influencia vivificante de las ceremonias de interior que tanto gozo deparan a Christian y Anastasia. Si tienen curiosidad, ahí tienen, por ejemplo, el éxito de Lily Blossom, una tienda madrileña de adminículos eróticos de lujo situada junto a la pijísima calle de Serrano, que ha adoptado en su página web un tono inequívocamente greyesco, si me disculpan el neologismo. De modo que este verano no les extrañe escuchar en la playa a sus vecinos de tumbona hablar de la saga o del potencial erótico de los arneses, las esposas, las fustas, los lubricantes para pezones, los anillos para el pene, los vibradores y dildos, las bolas chinas o vietnamitas, los masajeadores, las máscaras, las ataduras o los electroestimuladores. Incluso no les extrañe vislumbrar dichos adminículos en alguna bolsa, mezclados con las toallas y los protectores solares de factor 30. Eso, suponiendo que, con la que está cayendo, puedan irse a la playa: no todo el mundo tiene la suerte de ser propietario de una tienda de juguetes eróticos.
Empresario
Alain de Botton es un escritor y empresario suizo que encontró su verdadero filón cuando consiguió conectar con el público a partir de su particular modo de acercar la “filosofía” a los problemas de la vida cotidiana de la gente en las sociedades posindustriales. La televisión, como le ocurre a Eduard Punset, nuestro más conspicuo divulgador mediático, amplificó su fama, gracias a su extraordinaria capacidad de transmitir entusiasmo y credibilidad. Algunos de sus ensayos, como Cómo cambiar su vida con Proust (1997), Las consolaciones de la filosofía (2000) o Ansiedad por el estatus (2004) se convirtieron en su momento en superventas internacionales, logrando escalar a los primeros puestos de las listas de no-ficción. En 2008 el empresario que habita en el alma del escritor (¿o es al contrario?) le impulsó a crear The School of Life, una especie de academia para enseñar a la gente a vivir del mejor modo posible, una aspiración que recorre toda la historia de la filosofía, desde Sócrates a John Rawls o Martha Nussbaum. Instaló su sede en Marchmont Street, una tranquila calle de Bloomsbury, y convenció a un grupo de profesores y periodistas para que formaran parte de un claustro que tiene por misión proporcionar a la gente “buenas ideas” para la vida cotidiana y suministrarles la psicoterapia y la biblioterapia (sic) necesarias para conseguirlo. Ahora Ediciones B publica, en la colección The School of Life, los primeros títulos de esos manuales de autoayuda de cejas algo más altas que los habituales. Entre los primeros que me han enviado he leído (en diagonal) los que más conciernen a mi propia situación vital. Se los cito: Cómo pensar más en el sexo (del propio Alain de Botton), Cómo estar mentalmente equilibrado, de la psicoterapeuta (y columnista de The Guardian) Philippa Perry, y Cómo preocuparse menos por el dinero (del profesor de filosofía John Armstrong). Los tres están repletos de sentido común y, aunque no estoy seguro de que puedan ayudar a alguien, son entretenidos. Y, a diferencia de la mayoría de los manuales de autoayuda convencionales, no parten de la premisa de que el lector/a tiene un cociente intelectual de bonobo, lo que es muy de agradecer. Por lo demás, les confieso que a mí me resulta muy difícil pensar en el sexo más de lo que hago, quizás porque disto de estar mentalmente equilibrado y ando todo el día preocupado por el dinero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.