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EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bulgaria en una maleta

El búlgaro Miroslav Penkov ha escrito un sorprendente primer libro de cuentos con sus recuerdos y los de sus antepasados. El conjunto demuestra que el absurdo no tiene fronteras, ni la intolerancia límites

Felix J. Koch/National Geographic Society (CORBIS)

En la edición original americana (East of the west) aparece un subtítulo que, por motivos que ignoro, no ha logrado sobrevivir al paso del charco. Y sin embargo Un país en cuentos (A country in stories) hubiera sido una buena presentación para este sorprendente primer libro de un escritor que uno de estos días cumplirá 30 años y del que, hasta hace muy poco, no sabíamos prácticamente nada. Puede que, como ocurre a menudo, la palabra cuento haya levantado los consabidos recelos y temores. O quizás no, y la supresión se deba esta vez a cualquier otra razón que ahora no se me ocurre. En realidad no importa demasiado. El lector se hará con el subtítulo por sí mismo. Y a la altura de ‘La Carta’, casi en el ecuador del libro, después de Makedonija y Al este de Occidente, no le quedará ya la menor duda de que Miroslav Penkov, nacido en Bulgaria en 1982 e instalado en Estados Unidos desde hace 11 años, no se despidió nunca de su país. Muy al contrario. Lo comprimió, lo empaquetó y lo metió en la maleta.

Penkov se llevó, pues, sus escenarios y sus recuerdos, pero también —y sobre todo— los de sus padres, abuelos y antepasados. Las vivencias de gentes anónimas y las ficciones que, por edad, no podrían ser jamás sus ficciones. Los episodios sangrientos de un país con cinco fronteras, historias cotidianas dentro de la Gran Historia, decretos y caprichos de los dominadores de turno, sean éstos quienes sean, piensen lo que piensen o pertenezcan a la etnia que pertenezcan… Y aquí, en este punto —quizás uno de los grandes méritos de la obra—, Penkov despliega una auténtica maestría. Los relatos, perfectos en sí mismos, hace ya un buen rato que han dejado de ser independientes para formar parte de una unidad superior. Un poliedro en el que algunas de sus caras tienen mucho de espejos invertidos o negativos de fotografías. Y así es como, avanzando por los caminos de la convulsa Bulgaria, desafiando espacios y fechas, constatamos una vez más que el absurdo no tiene fronteras, ni la intolerancia límites. En ocasiones son los otomanos quienes, a mayor gloria del Imperio, fuerzan a los búlgaros a cambiar de nombre, a olvidar su historia, a servir en el Ejército y a abrazar el islam. En otras, como en El horizonte nocturno, ocurre justamente lo contrario. Las autoridades, ahora comunistas, obligan a la población turca a renegar de sus nombres, a adoptar otros de resonancias búlgaras y a cubrir con cal las lápidas de sus difuntos. En este marco crece Kemal, una niña de pelo rapado y nombre de hombre que no podemos dejar de asociar (como probablemente ha pretendido el autor) a la inolvidable María de la mítica Cuerno de cabra del gran Metodi Andonov, una de las escasas referencias que, durante mucho tiempo, se tuvo en “Occidente” del cine búlgaro. También Kemal, al igual que María, viste, es educada y se comporta como un chico. También Kemal masca lentamente una venganza. También el padre de Kemal, en sus palabras, recuerda al padre de María. Pero otra es la época, otra la afrenta y los turcos, para empezar, no son ya en el relato los enemigos, sino las víctimas… Y de nuevo nos admira la capacidad del autor para contarnos las historias desde dentro, como si poseedor de una memoria infinita no hiciera más que recordárnoslas o, burlando el tiempo, hubiera estado en el lugar de los hechos, no importa si como mero espectador o como absoluto protagonista.

Al este de Occidente

Miroslav Penkov

Traducción de Daniel Gascón

Seix Barral. Barcelona, 2012

287 páginas. 18,50 euros (electrónico: 12,99)

Pero no todo sucede “en otros tiempos” ni Bulgaria se circunscribe únicamente a un Estado balcánico de historia agitada. El país se extiende a América, y de la mano de tres jóvenes (de características, edad y circunstancias sospechosamente semejantes al autor) asistimos a la vida cotidiana de “la colonia búlgara”, los afortunados que en su día consiguieron un permiso de residencia y que han hecho de Estados Unidos su segunda patria. Uno regresa por unos meses a su tierra en Una foto con Yuki, otro continúa por teléfono sus enfrentamientos generacionales en Comprar a Lenin, y el último, en fin, nos adentra en una vida que poco tiene que ver con el sueño americano. Porque es Mijail —a quien muchos conocen ya como Michael— quien se encarga de cerrar este magnífico libro con ‘Devshirmeh’ (palabra turca que nos remite a tributos de sangre) y a quien deberemos ya para siempre la gloriosa historia de su supuesta tatarabuela, la mujer más bella del mundo, un poderoso cuento de amor y magia con el que encandila cada noche, antes de dormir, a su queridísima hija Elli… Y de paso a nosotros, sus lectores. Todo un lujo.

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