Cyndi no se queda atrás
Fue un icono musical y de los derechos de las mujeres y los gais en los '80 y '90 Cyndi Lauper no está dispuesta a quedarse descolgada en estos convulsos tiempos Sigue desprendiendo la misma energía multicolor
Se abre el telón y al fondo, sentada en un taburete y apoyada en una barra, aparece Cyndi Lauper (Nueva York, 1953). El problema es que los chistes pertenecen a un mundo a veces muy alejado de la realidad, y Lauper, efectivamente, no aparece sola: cámaras, fotógrafos, asistentes, asistentes de asistentes, los del vodka Belvedere, los de RED… Lauper está en Cannes para dar un concierto benéfico para la fundación que apadrina Bono contra el sida infantil: decenas de marcas sacan productos con el sello RED, y el dinero que recaudan se destina a esa lucha. En Cannes le toca a un vodka, y todo lo que rodea a Lauper está marcado tanto por la fundación como por los responsables de la bebida alcohólica. La cantante repite sin cesar el mantra “Estamos aquí por una buena causa. No digo yo que haya que beber, pero por causas así merece la pena. De esas por las que hay que luchar cada día. Por supuesto que es maravilloso estar en Cannes durante el festival; sin embargo, no podemos perder la perspectiva del porqué de este concierto”.
Ella misma se ha volcado en otras causas: ya era un icono gay cuando su hermana contó a la familia que era lesbiana. “Allá donde haya un acto a favor de los derechos de la mujer y de los gais, ahí estaré”. La charla se desmadra. Se suman dos periodistas polacas, algún británico, otros que no abren la boca. Lauper ha lidiado con avalanchas así miles de veces: sonríe a las polacas, que le descubren que el vodka patrocinador es de su país, y con una sonrisa envía a córner una pregunta sanguijuela soltada por la pareja: “¿Cómo se conserva con tanta vitalidad si tiene usted la edad de nuestras madres?”. Respuesta: “Voy a tener nuevo material pronto. Trabajo todos los días. La vida varía porque cuando tienes niños, cuando construyes una familia, cambian tus ritmos. Como todo el mundo, he tenido altos y bajos, pero mi familia jamás me ha fallado [lleva casada desde 1991 con el actor David Thornton]”.
En los últimos años, Lauper ha sabido timonear su carrera por la televisión (con su propio show) y giros en su estética y en estilos en sus álbumes. En España ha pisado los escenarios de los festivales de jazz. Curioso retruécano para aquella chica vividora, nacida en una familia profundamente católica (las madres sicilianas marcan mucho). “Bueno, el negocio de la música ha cambiado… y no. Han cambiado los medios de transmisión. Internet ayuda, se convierte en una prioridad como antes fue la televisión. Pero, hey, yo hago música, eso sigue igual”. Por supuesto, Lauper, reina del pelo teñido y vestuario grandilocuente, olfato para ver por dónde van los tiros –estilo Madonna exacerbado–, tiene su propia definición de Lady Gaga, esa nueva artista. “No es muy nueva, ¿no? [el tono duplica la sordina de la respuesta]. Bueno, es fantástica. Me gusta mucho Kylie Minogue, y en general me parece que la música vive un momento realmente bueno hoy día. Yo, por ejemplo, actúo esta noche con dos dj’s, y creo que ese es un camino a seguir”. Su último disco, Memphis blues (2010), ahondaba en este estilo, aprovechando esa voz que ha regalado himnos poperos como True colors, She bop, Girls just want have fun, I drove all night o Time after time.“Me gusta cualquier música: pop, rock, disco, blues… Sí, es cierto que me gusta que mis temas tengan algo del aliento, de la esencia que los ha inspirado: si es un rock, que se huela el blues”. Ahora ha vuelto a un sonido disco más cercano a su álbum Bring ya to the brink (2008).
Por la noche, en el concierto, uno no deja de pensar en las polacas. Porque la energía de Lauper no tiene fin. Prometían un concierto corto, pero entona con su mítica voz y sin un ápice de desfallecimiento vocal sus éxitos –y tiene una buena docena de ellos–, salta a la pista, se sube a un sofá para agitar a las masas, el stone Ron Wood toca con ella varios temas… Lauper fue los ochenta, los noventa, y a estas alturas es siglo XXI. Su depósito parece infinito.
Babelia
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