Paul Fussell, irónico forense del horror de la guerra
Sus libros reflejan la crudeza de los conflictos del siglo XX
El historiador Paul Fussell (Pasadena, EE UU, 1924), fallecido el 23 de mayo a los 88 años, es conocido sobre todo por un libro —La Gran Guerra y la memoria moderna (Ediciones Turner, 2006)— en el que dibuja un cuadro estremecedor de los horrores de la I Guerra Mundial y su impacto en la cultura europea. Fussell entreteje un relato de los acontecimientos bélicos con el testimonio de grandes escritores participantes en la carnicería (Siegfried Sassoon, Robert Graves, Wilfred Owen o Edmund Blunden), memorias de soldados con menos relumbrón y partes de guerra.
El resultado fue, en palabras del célebre historiador militar británico John Keegan, “revolucionario”. La extraordinaria vivacidad y punzante ironía de Fussell se nutrían no solo de su habilidad para ensamblar materiales tan dispares en un relato sin costuras, sino de su propia experiencia como combatiente en la II Guerra Mundial. Fussell supo exponer qué profunda herida dejó en la conciencia occidental la matanza industrializada de la Gran Guerra por la fría estupidez de sus líderes políticos y militares.
Aquella contienda, sostuvo Fussell, metamorfoseó un estado de inocencia —reflejado en la evocación romántica de la guerra previa a 1914— en la amargura y desconfianza hacia la autoridad característicos de la llamada generación perdida, masacrada entre fatuas apelaciones a un patriotismo de guardarropía. Pero, sobre todo, impuso como principal tono cultural el de la ironía: la guerra “constituye una ironía”, sostuvo, “debido a la melodramática desproporción entre sus medios y sus fines. Ocho millones de personas fueron destruidos porque se había disparado a otras dos, el archiduque Francisco Fernando y su consorte”.
El éxito de aquel libro —cuyo original se publicó en 1975— transformó a Fussell —hasta entonces un recóndito erudito especializado en la literatura del siglo XVIII inglés— en uno de los intelectuales críticos más conocidos entre el público de habla inglesa.
Fussell, hijo de un prestigioso abogado establecido en California, aseguró en varias ocasiones que hubiera seguido la profesión de su padre de no haberse cruzado con la II Guerra Mundial. Se alistó en 1943 y desembarcó al año siguiente en Francia como subteniente de infantería. En el curso de la contienda, resultó herido tras exponerse al fuego enemigo. Su valor —y sus heridas— le valieron ser condecorado con el Corazón Púrpura y la Estrella de Bronce. Acabada la contienda, concluyó que solo quienes habían experimentado en su carne el espanto y el hedor de la batalla, aquellos a quienes calificaba de “verdaderos testigos”, estaban cualificados para escribir historia militar.
Una vez desmovilizado, acabó sus estudios de Filología Inglesa en Harvard, especializándose en teoría de la poesía; fruto de ese periodo es el libro sobre métrica inglesa Poetic metre and poetic form (1965), uno de los manuales sobre la materia más populares de su época, y numerosas obras de crítica literaria. “Esos eran los libros”, declararía más tarde, “que se suponía que tenía que escribir”. Harvard le inoculó una aversión a la academia similar a la que sentía por el mundo militar, pese a lo cual pasó tres décadas más enseñando Literatura en la Universidad de Rutgers y en la de Pensilvania.
Su creciente descontento con el intervencionismo de EE UU y la creciente mitificación de la guerra en su país desvió su interés hacia los temas que explora en la obra que le dio fama. Según declaró, se propuso mostrar a sus lectores “a qué olía una trinchera y a qué huele un soldado muerto”.
En su momento, a nadie se le escaparon los paralelismos entre la situación descrita por el historiador y la actuación de EE UU en Vietnam. Según Fussell, esta última guerra sacaba a la luz fallas profundas de la sociedad estadounidense que fueron objeto de su mordiente en obras posteriores, como Class: a guide trough the american status system (Clase: una guía a través del sistema de estatus estadounidense), acerba disección de la estructura criptoclasista de la sociedad de EE UU, o los aún más ácidos BAD: the dumbing of America (MALO: el entontecimiento de Estados Unidos), de 1991, o Thank God for the atom bomb [Gracias, Dios, por la bomba atómica], de 1988, en los que no es difícil entrever la veta irónica del Swift de la Modesta proposición, uno de los muchos clásicos analizados por Fussell.
Sin embargo, el insensato horror de la guerra siguió siendo el tema dominante de su obra, con títulos como Tiempo de guerra: conciencia y engaño en la II Guerra Mundial, en la que explora las experiencias de los combatientes en la II Guerra Mundial desde un prisma semejante al de su obra sobre la Gran Guerra; The boys crusade (La cruzada de los muchachos), una réplica verista y cruda a versiones épicas como Hermanos de sangre; y su libro de memorias, Doing Battle: The making of a skeptic (Dar la batalla: la forja de un escéptico).
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