Aparicio se corta la coleta
Aparicio, El Fandi, Perera. No es una buena noticia la retirada de un torero en sus horas bajas
Acabada la corrida, y de forma inesperada, Julio Aparicio pidió a sus compañeros de cartel que le cortaran la coleta, que es una forma circunstancial o definitiva -nunca se sabe- de decir adiós. Él sabrá mejor que nadie cuál es su situación física y anímica y qué es lo que más le conviene. Hay quien piensa que, a la vista de lo visto, lo más sensato es que no hubiera venido. De cualquier modo, no es una buena noticia la retirada de un torero en sus horas bajas, cuando ha sido objeto del choteo general por su manifiesta incapacidad para afrontar con la mínima profesionalidad exigible su compromiso de matar dos toros.
Las Ramblas/Aparicio, El Fandi, Perera
Toros de Las Ramblas, -el cuarto, devuelto-, muy justos de presentación, blandos y nobilísimos. Destacaron primero, segundo y sexto. El sobrero, de Hnos Fraile, blando y soso.
Julio Aparicio: sartenazo (pitos); dos pinchazos y tres descabellos (bronca)
El Fandi: estocada (silencio); pinchazo, estocada tendida y un descabello (silencio).
Miguel Ángel Perera: dos pinchazos y media caída (silencio); pinchazo _aviso_ y estocada (ovación).
Plaza de las Ventas. 29 de mayo. Vigésima corrida de feria. Casi lleno.
Aparicio ya lo demostró en su comparecencia anterior y ayer lo ratificó. No está para vestirse de torero. Hizo un esfuerzo sobrehumano para justificarse ante el ‘santo varón’ que le tocó en primer lugar, pero su cerebro le enviaba órdenes en contra: retira la pierna, cuídate, escápate si puedes… Y así es imposible. Le brindó el cuarto a la Infanta Elena, que estaba en el palco real, y al soso sobrero le quitó las moscas entre excesivas precauciones y la bronca general. Adiós con el corazón a quien un día ilusionó e hizo feliz a los aficionados. Ojalá Aparicio recupere el equilibrio y pueda volver porque seguirá siendo uno de esos toreros que otra tarde, también de manera inesperada, puede trazar un dibujo para el recuerdo imperecedero. Que le vaya bien.
Pero antes de lo sucedido, ocurrieron otras cosas. Una, importantísima: Ángel Otero colocó dos magistrales pares de banderillas al primero, dejándose ver y asomándose al balcón en un alarde de torería difícilmente descriptible. Lo mejor de la tarde, sin duda. Y otra, esta lamentable: se tiró un espontáneo mientras se devolvía el cuarto, pero no parecía tener muchas ganas de torear porque lo hizo por la zona más alejada del toro, y cuando intentó acercarse ya habían llegado las cuadrillas, los antidisturbios y hasta los bomberos.
Y otra más: la corrida de Las Ramblas fue la de los toros más artistas que han salido en esta feria. Blanditos los seis, pero incursos todos en un próximo proceso de beatificación. Además del ya citado primero, repetidor y con ritmo el segundo, y muy noble y con fijeza en la muleta el sexto. ¿Qué hacían ahí El Fandi y Perera, que no han llegado hasta el lugar que ocupan precisamente por su pellizco? Incomprensible. Así ocurrió lo que ocurrió: el granadino se lució a la verónica, pero dio muchos pases a su primero y no dijo nada; muy discreto y errático con las banderillas, no tuvo opciones con el soso quinto. Y Perera se comió sin saborear al descastado tercero, y tiró de su faceta valiente y pegapases moderno ante la limpia embestida del último. Solo un pinchazo evitó que le regalaran una oreja.
Pitos y palmas
Babelia
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