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Un ‘Cinema Paradiso’ a la yugoslava

Las memorias de Emir Kusturica ven la luz en España En ellas repasa su relación con el cine, la música y la política

Miguel Ángel Villena
El Director y compositor serbio Emir Kusturica
El Director y compositor serbio Emir KusturicaBERNARDO PÉREZ

Cuando escuchó de niño que su padre lanzaba improperios contra Tito y lo acusaba de ser un dictador, Emir Kusturica se acordó de la película que había visto de Charles Chaplin. “¡Papá, es como Charlie Chaplin en El gran dictador!” intervino el niño con la esperanza de complacer a su padre y esperó la respuesta con cierto temor. “Todavía más divertido, hijo mío, y muchísimo peor”. Desde aquel momento, el cine y la política se cruzaron ya para siempre en la vida de Emir Kusturica (Sarajevo, 1954) el cineasta y músico más famoso, polémico y heterodoxo que alumbró la antigua Yugoslavia. Con una larga y brillante trayectoria, premiado desde joven en todo el mundo, director de películas que han pasado a la historia desde Papá está en viaje de negocios hasta Underground publica ahora en España ¿Dónde estoy en esta historia?, (Península) unas memorias donde se entrelazan la cultura, la vida cotidiana, la educación sentimental y las guerras en su país. Una especie de Cinema Paradiso a la yugoslava escrita con lucidez e ironía, en ocasiones exculpatoria y en otras destructiva, como la mayoría de autobiografías.

Kusturica explica las razones que le han llevado a escribir sus memorias, a los 58 años, cuando enfila la última parte de su vida. “No me gustaría que lo que ha agitado mi alma fuera inaccesible para siempre tras haber emprendido mi último viaje y que algún descendiente mío, empujado por la curiosidad, no pudiera trazar puentes conmigo para descifrar el importante misterio de su origen”. Por las páginas de ¿Dónde estoy en esta historia?, un significativo título que revela la necesidad del artista por analizar su tormentosa vida, desfilan todas las contradicciones de este hijo de familia serbia y musulmana, con un padre que fue alto funcionario de la Yugoslavia comunista, enfant terrible del cine europeo y desgarrado por la guerra en Bosnia-Herzegovina (1992-1995). Ahora bien, el cine entendido como la forma de contar historias a través de las imágenes y de la música figura como el hilo conductor de la biografía de Kusturica. Desde su divertida narración de cómo sus amores juveniles le impiden ver una y otra vez Amarcord, obra maestra de su admirado Federico Fellini, hasta su reflexión sobre la importancia de tener un hijo. En 1978 nació su hijo Stibor y Kusturica no puede resistir la tentación de explicarlo en términos cinematográficos. “Era muy importante para mí tener un descendiente, un recién nacido”, cuenta, “como en la película 2001, una odisea del espacio, de Stanley Kubrick. El niño como una alegría cósmica, pero además con el calor del vientre materno y sin el frío glacial que reina en el universo de Kubrick”.

Kusturica alterna la historia con mayúsculas que vivió su país con la historia con minúsculas en un relato muy divertido

En cualquier caso, el verdadero héroe para Kusturica es su paisano Ivo Andric, el único escritor yugoslavo que obtuvo, en 1960, el premio Nobel de Literatura. De familia croata, nacido en Travnik, una zona musulmana de Bosnia, y serbio por ideología, Andric le sirve a Kusturica como un alter ego. De hecho, el cineasta se considera a sí mismo un discípulo, un sucesor del autor de Un puente sobre el Drina, una excelente novela para comprender las tragedias yugoslavas. Hasta el punto de que Kusturica recuerda de este modo el ambiente cultural, irreverente y desmitificador del comunismo, de la Bosnia de los años setenta y ochenta. “El grupo No Smoking Orchestra (del que luego formará parte Kusturica), el cantante Elvis Kurtovic y el programa televisivo Surrealistas fueron fenómenos totalmente revolucionarios. Este arte popular permitió que los herederos de Un puente sobre el Drina se reconocieran en sus canciones y en las parodias televisivas”. Kusturica alterna la historia con mayúsculas que vivió su país con la historia con minúsculas en un relato muy divertido. Cuando en 1986 ganó la Palma de Oro en el festival de Cannes y se convirtió en una celebridad las autoridades culturales de Sarajevo manifestaron a la prensa local: “No vamos a permitir que la Palma de Oro viva en casa de su suegra. No tiene sentido”. Como a tantos otros intelectuales durante el comunismo, a Kusturica la fama le sirvió para conseguir una casa mejor.

Formado en Praga, Nueva York y Francia, donde reside con su mujer y sus hijos desde hace unos años, vivió en la distancia el estallido bélico en Croacia, Serbia y Bosnia con amargas coincidencias como la muerte de su padre, Murat, en plena desintegración de Yugoslavia. “En 1992 murió mi padre. Ese mismo año desapareció Yugoslavia. Tras la secesión de Croacia, el telediario de la primera cadena de la televisión francesa empezó con la siguiente frase: Yugoslavia ya no existe”. Como furibundo antinacionalista y muy crítico con los intelectuales y los líderes políticos y religiosos Kusturica vio venir el cataclismo al que se encaminaba su antiguo país y así lo deja reflejado en sus memorias. “En las primeras elecciones democráticas, los musulmanes, los serbios y los croatas aplastaron a los que creíamos que en los Balcanes era posible ser simples ciudadanos. Nos vencieron. En Bosnia, el pueblo eligió a partidos políticos nacionalistas, un atajo que para nosotros llevaba directamente a la guerra”. La actitud de Kusturica, que prefirió residir en el extranjero durante la guerra en Bosnia mientras parte de su familia se refugiaba en Montenegro, fue muy criticado por esta actitud y justifica su elección a través de un viaje con el actor Johnny Depp en la Yugoslavia prebélica durante el rodaje de El sueño de Arizona. Al hilo de la retirada de un busto de su reverenciado Ivo Andric, el cineasta y músico tuvo miedo, como él mismo confiesa, y respondió a la pregunta del título de su libro de este modo. “¿Qué pinto yo en esta historia? Han retirado el busto del difunto Andric. ¿Qué me harán a mí, que estoy vivo, si no ajusto mi pobre cerebro a las cabezas pensantes y las ideas de los intelectuales musulmanes? Suceda lo que suceda, jamás renegaré del jamón ahumado dálmata, que se seca al viento de Krajina”. Toda una declaración de principios de un siempre polémico Kusturica.

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