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Regates contra la censura china

Zhao Liang refugia los mensajes de su cine entre fotografías e instalaciones

Gregorio Belinchón
Zhao Liang, debajo de su instalación, en el centro madrileño Matadero.
Zhao Liang, debajo de su instalación, en el centro madrileño Matadero. SAMUEL SÁNCHEZ

Zhao Liang reflexiona un momento, mira al interlocutor y explica: “Quiero ganar influencia, que no solo vean mis películas mis amigos y en el extranjero, que más compatriotas observen lo que está ocurriendo”, y le cambia la cara. “Con el tiempo, dudo si lo que hago importa. Conozco la sociedad y me gustaría que la gente supiera qué está pasando”. A Liang (Dandong, 1971), cineasta chino al que Documenta Madrid ha dedicado esta semana una retrospectiva, el gobierno de su país le ha limitado su actividad artística. Él ha sabido regatear la censura e ir un paso por delante: por ejemplo, ahora ha recuperado su carrera de fotógrafo, y en PhotoEspaña en junio podrá verse parte de su última obra. “Ellos controlarán el mensaje, pero busco nuevas formas para ser fiel a mí mismo”. Además, realiza instalaciones que completan a los trabajos fílmicos.

Sus películas explican mucho mejor la sociedad china que cualquier reportaje periodístico. Varios ejemplos: Avión de papel (2001), sobre los jóvenes que emigran del campo a la ciudad influidos por el rock y que acaban devastados por las drogas; Crimen y castigo (2006), acerca del maltrato policial en una comisaría en la frontera con Corea del Norte, o Together (2010), en la que enseña el día a día de una comuna de portadores del VIH. “No soy un luchador, porque eso describe un aspecto exterior, sino que intento madurar interiormente, reflexionar ante lo que veo”. Entonces, ¿activista cinematográfico? “Tampoco, porque las películas muestran el mundo como yo lo veo, nacen de esa reflexión interior, y eso no es activismo, es... No sé. En China me dicen que deje de mostrar lados oscuros, me piden que hable de cosas positivas. Tonterías. En el cine yo muestro a la gente, sus problemas. Para mí, la sociedad actual china se divide en dos: una minoría de cuello blanco y una mayoría formada por el pueblo. Claro que hay fascinación por los cambios, pero ¿hacia dónde?”.

En el vestíbulo de la Cineteca, la sala de cine del centro cultural madrileño Matadero, cuelga su instalación Lanterns (The petitioners), que apoya en la película Petition (con la que compitió en 2009 en Cannes), en la que cuenta la tradición china de, una vez al año, viajar a Pekín a quejarse de los abusos de los poderes locales. En la obra se expone la ropa de esos peticionarios en la que escriben sus mensajes, ahora plastificada y con luz interior. Uno de los pantalones tiene un parche: es la autocensura de su portador, porque se pueden meter con el gobierno local... nunca con el Partido. Trozo de tela superpuesto y mensaje cambiado. Liang posa debajo de ella con sumo respeto, como el que usa para filmar.

Ese respeto se convierte en humildad y autocrítica a su trabajo: “Nunca me ha echado para atrás un tema o un reto. Pero otra cosa es si he estado a la altura de los retratados. Para Avión de papel estuve siguiendo a los chicos durante años, y creo que no era lo suficientemente maduro para la parte en la que se drogan. Tampoco en manejear la estructura. Con el tiempo he completado el metraje, y he aprendido que los temas se me escapan por mi culpa y no por lo contado. En Together he cambiado mi forma de rodar, quería llegar a más gente, sacrifiqué cosas... ¿Acerté? No lo sé”.

Acabamos. ¿Qué opina de la persecución gubernamental al artista chino más famoso, Ai Weiwei? “Um, creo que es un buen actor y conoce muy bien las reglas del juego”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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