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ARTE

Sean Scully, en los cimientos de Europa

El artista estadounidense inaugura en Atenas 'Doric' Es una exposición homenaje a los orígenes de la democracia y de la cultura occidentales. “Me importa mucho transmitir la idea de resistencia. Las islas ante el continente”, afirma

Sean Scally, en su exposicion 'Luz del sur'
Sean Scally, en su exposicion 'Luz del sur'Juan Palma

Apenas han pasado 24 horas de las elecciones generales griegas y el descalabro de los grandes partidos agita todas las conversaciones. Sean Scully (Dublín, 1945) no es una excepción. El artista, con nacionalidad estadounidense y estudio abierto en Nueva York, Barcelona y Múnich, se siente ante todo europeo. Lo que más le preocupa es la exclusión, que aumente la presencia de los que quieren limitar las fronteras y fomentan el odio contra el extranjero. Sean Scully ha viajado hasta Atenas para inaugurar Doric, una exposición inspirada en los orígenes de la democracia, en los que tanto tuvieron que ver los antepasados de estos griegos ahora empobrecidos.

La exposición ocupa dos salas del Museo Benaki, en el barrio del puerto, todo un edificio dedicado a la historia de Grecia con más de 45.000 objetos que hablan de un pasado cargado de grandeza. A modo de homenaje a los orígenes de la cultura occidental, los cuadros de Sean Scully parecen inspirados en las columnas del Partenón —“ese templo donde las diosas viven arriba y los demonios abajo”, bromea, sentado en el suelo, mientras observa el final del montaje de la muestra, en la que grises, negros y cremas combinan formas geométricas y en las que cada rectángulo lleva una carga inmensa de pintura. La poesía y la música, representada en nueve telas de gran formato (273×406 centímetros), se mezclan con una veintena de cuadros, inspirados, en parte, en la isla de Simi, que visitó cuando tenía 18 años.

“Los cuadros grandes”, explica, “están hechos con la ambición de revivir la historia de nuestra cultura y de la democracia, que tienen tanto que ver con este país. Me importa mucho transmitir la idea de resistencia. Las islas ante el continente. Al contrario de lo que cuentan las piezas que ahora expongo en la Alhambra de Granada. Y con mi habitual melancolía, creo que también es importante la alegría con la que yo juego con el color. Yo esculpo el color. No son meros brochazos. Quiero que cuando la gente se acerque a uno de mis cuadros, le apetezca acariciarlos. Estos cuadros son monumentales, básicos y humanos, porque así creo que es Grecia”.

¿Cómo se plantea el trabajo de cada una de estas obras? “La preparación emocional es muy intensa. Diría que brutal. Cada línea es una frontera donde los colores se aproximan con el rigor del Romanticismo. Es todo muy espiritual, pero también me impongo una disciplina férrea, como le ocurría a Velázquez, a Picasso o al propio Rothko. La realización suele ser muy rápida. En un día”.

Sean Scully reconoce su fascinación por los grandes maestros del arte antiguo, aunque ha contado muchas veces que cuando descubrió a Rothko en 1967 abandonó para siempre la figuración. “Rothko tiene una fortísima espiritualidad que comparto. La diferencia fundamental es que mientras lo suyo es informal, mi tratamiento del color es escultórico y vital. Yo esculpo el color. También lo hacían Ribera, Zurbarán o el propio Tiziano. En mí hay un impulso vital por el negro, por la muerte, por el mundo católico”.

Casado en cuatro ocasiones (su actual esposa es la también pintora Liliane Tomasko, con la que tiene un hijo de cuatro años, Oisin), se confiesa católico. Su reconciliación con la Iglesia le ha costado mucho porque la ruptura tiene raíces muy antiguas. “Mi madre era una mujer muy ruda, intolerante, y siendo muy pequeño me internó en un convento terrible. Fueron dos años de privaciones y violencia. Todavía conservo miedo al blanco, al negro y al rojo. Todavía, a mi edad, soy incapaz de entrar en un sitio oscuro si no me he mentalizado antes. Hacían cosas tremendas. Mi padre era barbero, de esos que ofrecían su trabajo puerta a puerta. Eramos tan pobres, que el hombre trabajaba todos los días, domingos incluidos. Pues bien, las monjas me decían que mi padre ardería en las llamas por trabajar en festivo. Pobrecillo”.

Viajero incansable, Marruecos y México son los dos países que más han inspirado su creatividad. La luz, la arquitectura y sus habitantes marcan momentos fundamentales de su obra. “México sobre todo. Viajé allí cuando ya vivía en Estados Unidos y he vuelto más de 10 veces. Conozco cada una de sus ciudades y gracias a ellos me decidí a aprender español”. En México comenzó a trabajar con acuarelas porque sintió que aquella luz solo podía volcarla sobre el papel.

Los padres también fueron viajeros dentro de sus posibilidades y de ellos es su primera conexión con España. Venían a Málaga de vacaciones, a la zona de Mijas, y, grandes bailarines, llegaron a ganar más de un concurso de tangos y pasodobles. Él no baila, aunque se confiesa un devoto de todas las músicas. “En una etapa de mi vida, hasta la música disco. Pero lo mío es el blues. Tuve un bar en Londres con actuaciones, una etapa que mejor olvidar”.

Scully viaja mucho y trabaja mucho. Dice que viaja para cargar la memoria y luego trabajar. Desde su primera exposición en Londres, en 1973, está acostumbrado a vender casi todo lo que expone. Ahora, para esta exposición ha recuperado en una subasta una obra realizada hace 18 años y ha pagado por ella 120.000 euros.

¿Qué opina de que el arte se esté convirtiendo en un recurso especulativo? “Si hablamos de los 120 millones de dólares que se han pagado por El grito, de Munch, me parece bochornoso. Estoy de acuerdo con Picasso en que el arte es una guerra, una lucha, y hay que volver a los valores serios. Estas cosas ocurren periódicamente. En el XIX, los cuadros más caros fueron dos retratos de animales de los que ya nadie se acuerda”.

También le desagrada profundamente que museos como la Tate Modern dediquen sus salas a exposiciones como la que actualmente exhibe de Damien Hirst. “Son otro tipo de fenómenos que nada tienen que ver con el arte. Es poner la dirección de los museos en manos de supermillonarios que tienen todos las mismas colecciones con los mismos nombres y el mismo tipo de obra. El poder de esa gente en el mundo del arte me preocupa mucho”.

Su vinculación con España es de hace unos 20 años. Llegó a Barcelona por un amigo. Pasó también años en Madrid, primero en un pequeño piso de la calle de Atocha y luego en el barrio de Salamanca. Ahora se ha comprado una casa en Nueva York y mantiene los estudios de Barcelona y Múnich, aunque se está planteando cerrar el local alemán. “Hay que buscar la energía dentro de uno mismo. Nueva York me gusta, pero me daña, por eso no me quedo allí todo el tiempo. Quiero ser un artista universal y por eso necesito vivir de vez en cuando en España. Expongo en todo el mundo y vendo en todo el mundo. Pero es en España, en Europa, donde siento que me brota la energía”.

Sean Scully. Doric. Benaki Museum. Pireos, 138. Atenas. Hasta el 10 de julio. www.Benaki.gr. Ivam. Desde el 26 de julio al 28 de octubre. www.ivam.es. Luz del Sur. Sean Scully. Alhambra. Granada. Hasta el 10 de julio. www.alhambra.org. www.sean-scully.com.

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