El Reina Sofía abre sus palacios a Nacho Criado
Una muestra dedicada al fallecido artista, premio nacional en 2009, el ocupa los dos espacios del museo en el Retiro
La obra de Nacho Criado ha regresado a unos de sus espacios expositivos favoritos en Madrid, dos señoriales edificios que florecen entre la ordenada vegetación del Parque del Retiro: los palacios de Velázquez y de Cristal. Y aunque lo ha hecho en ausencia del artista, que desapareció demasiado rápido, demasiado dolorosamente, tras la amarga despedida de una enfermedad que acabó con su vida en 2010, su esencia ha vuelto a poblar las salas de aquellas construcciones del siglo XIX, hoy sedes expositivas del museo Reina Sofía.
Ese recuerdo, transmutado en obras de arte en forma de “pensamiento hecho piel”, como las definió el director del museo, Manuel Borja-Villel, compone, bajo el nombre de Agentes colaboradores, la primera retrospectiva que se realiza sobre el trabajo de un creador al margen de las etiquetas de los géneros que, como nadie en la España de los sesenta y setenta, supo comprender la modernidad desde un punto de vista fuera del orden establecido.
Al vertebrarse en dos espacios diferentes, la muestra, que se mantendrá hasta el próximo 1 de octubre, configura también dos experiencias diversas de aproximación a la producción del artista jienense (1943-2010). Con la ayuda de la documentación y fotografías conservadas, el interior del delicado Palacio de Cristal ha vuelto a llenarse con una reproducción fiel de la exposición de 1991 Piezas de Agua y Cristal, un conjunto de trabajos expresamente concebidos para el edificio que evocan el paso del tiempo, el eterno fluir, y que, en comunión, dan lugar a una obra mayor, con su propia entidad. Aquella muestra que hoy vuelve a materializarse, y que fue la segunda del artista en el Palacio de Cristal, tras una en 1977, se acompaña en el Palacio de Velázquez por una antología, a cargo del comisario Remo Guidieri, del trabajo elaborado a lo largo de toda una vida, y que incluye varias piezas hasta ahora nunca mostradas en público.
Haciendo uso de los más diversos medios, desde la fotografía a la instalación, la arquitectura o el vídeo, Criado exploró las relaciones a la vez complementarias y excluyentes entre cuerpo y arquitectura, entre texto e imagen, entre imagen y espacio. Y el dinamismo al que dan lugar esas dicotomías, explicó el director del Reina Sofía, solo puede ser entendido con la ayuda de alguien que lo complete. De ahí el nombre, Agentes Colaboradores, que pueden ser tanto las personas que se ponen frente a las obras como el paso del tiempo sobre ellas: como por ejemplo las termitas que se han comido la madera de algunas de las piezas que se pueden ver en la exposición. Maderos carcomidos, hierros oxidados, vidrios rotos... todos ellos albergan en su materia una vida que pasa, todos soportan el devenir de un tiempo que les transforma, y que, con paciencia, acaban por destruirlos. “Mientras que el arte de finales del siglo XX es una arte del espacio, como las dos dimensiones de la pintura, o las tres dimensiones de la arquitectura, el de Nacho Criado es un arte del tiempo”.
“La retrospectiva nos da la visión de un artista clave en eso que se denominó los nuevos comportamientos artísticos”, apunta Borja-Villel. Y aunque el proyecto ya estaba sobre la mesa en vida de Criado, desde que en 2009 se alzara con el Premio Nacional de Artes Plásticas, el resultado, dice el director, probablemente no se corresponda con lo que propio el artista habría propuesto. “A él no le gustaba mirar hacia atrás", explica, “y seguramente habría creado algo diferente”. Poner una selección de sus obras bajo un mismo techo, sin embargo, facilita una visión general de conjunto, “se pueden apreciar sus derivas”. Algo fundamental para aproximarse de manera inclusiva al trabajo de un creador difícilmente definible, que bebió de fuentes tan variadas como el land y el body art, el minimalismo o la performance para engendrar creaciones al margen de ellas. “Fue un pionero de muchas cosas”, aseguró Borja-Villel. "Se le ha calificado falsamente como conceptual, porque llegó a comprender profundamente el arte contemporáneo en una época en la que contaba con muy poca información sobre lo que ocurría a nivel internacional. Él fue un artista capaz de replantear el sentido de lo pictórico y lo escultórico, pero sin ser derivativo".
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