Chavela Vargas y la muerte: “No me preocupa, puede ser bellísima”
La cantante mexicana confiesa que su último deseo es viajar a España Con 93 años, la artista presenta 'La luna grande', un homenaje a Lorca El Gobierno de México la propone para el Príncipe de Asturias de las Artes
No va vestida con poncho porque en realidad casi nunca se pone uno. “Por mucho que se empeñe Joaquinito, aquí se llama jorongo”, aclara. Pero Chavela Vargas tampoco lleva hoy esa prenda, sino una preciosa guayabera verde manzana que le acaban de regalar por su 93 aniversario. Está radiante y tan morena como el solemne cerro del Chalchi que se alza sobre su casa y con el que conversa todas las mañanas. Y se siente cuatro veces alegre. Hace unos días estremeció a la capital mexicana con la presentación de su último trabajo, La luna grande, un homenaje a Lorca. Le ha puesto también muy contenta recibir felicitaciones de cumpleaños como las de Pedro Almodóvar o Elena Benarroch, que enseña orgullosa. Hace apenas unas horas, el Gobierno de México ha anunciado que propuso su candidatura al premio Príncipe de Asturias de las Artes. Y además, han venido a verla unos amigos. Así que no hacen falta más excusas para sacar unas sillas al jardín, abrir unas botellas de tequila y organizar una tertulia.
Acaba de publicar ‘La luna grande’,un disco-homenaje a García Lorca
La cantante más mexicana —por mucho que naciera en Costa Rica— reclama el tuteo. Y está un poco cansada de hablar del pasado. De contar sus parrandas monumentales con José Alfredo Jiménez, de explicar si llevaba o no pistola, de repetir por centésima vez cómo recuerda a Frida Kahlo o “al viejo peludo de Trotsky”. Así que le preguntamos por el presente: ¿Cómo vive Chavela? “Me cuidan mis ángeles [sus enfermeras] Loren y Lily. Me dedico a leer, a estudiar, a pensar en todos los poetas del mundo. Y así paso las tardes y las noches”. ¿Y qué lees? “Poesía” [pero cuentan sus amigos que también, y con mucho interés, el ¡Hola!] ¿Ves la televisión? “Sí, aunque todo es pachanga”. ¿Entras en Internet? “Entiendo que gracias a él me llegan mensajes de todo el mundo. Pero manejar una cosa de esas, no”.
Así transcurren los días corrientes, porque las noches de luna, Chavela tiene cita. “Me reúno con Federico García Lorca”, dice, repitiendo muy despacio el nombre del poeta ¿Y cómo está? “Muy tranquilo” ¿Hablar con muertos nos hace perder el miedo al más allá? “No me preocupa la muerte. Y puede ser algo bellísimo, por qué no. Pero la cuestión es vivir como yo he vivido: 93 años, aquí en la tierra”. ¿Y el amor? Ha dicho que es un mal sueño de una noche de borrachera, pero también que quienes no aman son seres grises. ¿En qué quedamos? Ahora se queda dudando. “Pues quién sabe. Depende del estado de ánimo”.
De ese diálogo con Lorca brotó su último deseo en la vida: grabar el libro-disco en el que recita al poeta granadino. Pero no hay que fiarse, porque lleva muchos deseos diciendo que es el último. Ahora, de hecho, tiene otro: viajar a España. Y, por qué no, puede que a recoger un premio. "Pensé que había terminado mi carrera. Pero solo pensar en el Príncipe de Asturias me lleva a lo más alto del amor, por mi público y por la vida". Almodóvar, Sara Baras, Miguel Poveda, Rafael Amargo o Eugenia León apoyan la candidatura. Las bases del Príncipe de Asturias dicen que se concederá a personas “de la máxima ejemplaridad”. ¿En qué es un ejemplo Chavela Vargas? “En todo lo que he hecho. Me ha gustado hacerlo y me sigue gustando. Ahí está el ejemplo”.
Jorongo y tequila
Nacida en abril de 1919 en Costa Rica, María Isabel Anita Carmen de Jesús lleva más de 70 años viviendo en México, país del que tiene la nacionalidad y se siente ciudadana. Ha grabado más de 80 discos. Se retiró a finales de los setenta pero regresó en 1991.
Hace años la cantante hizo “un esfuerzo inmenso” y dejó al mismo tiempo cigarro y botella. Pero algunos días como hoy se toma un vasito de tequila. Una costumbre casi masoquista porque esa bebida, que acompañó sus fiestas y su soledad durante décadas, ahora le sabe “muy feo”. “Yo antes no podía tomarme un vaso, me tomaba una botella entera. Y ahora lo encuentro horrible. Quién sabe qué pasó”, se pregunta. Se lo pregunta, pero se lo bebe mientras comparte con Lola y Joaquín, sus perros de raza prehispánica, unos pedazos de queso de rancho.
Prometimos no hablar demasiado del pasado pero la conversación serpentea y aterriza en sus primeros escenarios: ¿podría haber sido otra cosa que cantante? Y contesta: “Hay que sacar el artista que una lleva dentro y no meterlo en otro sitio, porque tampoco sirve. Ni modo, si eres artista eres artista”. ¿Y cómo fue eso de cantar en un país como México el amor entre mujeres? “Era muy difícil, me tenía que enfrentar con los meros machos, como Pedro Infante. Pero el machismo aquí ya pasó, no podía durar. ¿Qué ganábamos con eso? Nada, complejo de inferioridad. Ya está, se ha vencido”. Un muro de prejuicios superado que además aprovechó para subirse encima y tomar impulso: “Una barrera te hace crear porque te dices ‘vamos a enfrentarla. Y vamos aponer el mundo a cantar y a soñar”.
También puso a cantar en su último recital, este mes de abril, al Palacio de Bellas Artes de México, repleto de un público de todas las edades, pero sobre todo joven. “Es lindo. Ahí vienen el papá, la mamá, la tía, el sobrino, toda la generación. Si no fuera por ellos ya se hubiera acabado todo”.
Algunos le gritaron: “¡Chavela presidenta!”. ¿Nunca te tentó la política? “¡No!”. ¿Ni para cambiar las cosas injustas? “No se pueden cambiar, todo estaba escrito. Es mentira todo lo que dicen los políticos… En lugar de dar, esperan que les den”. Escéptica, pero también optimista sobre el futuro de su país: “México ahorita está en una época de transición, está dolido el gigante y está dormido, pero una vez que despierte veremos qué pasa. Y será para bien”. ¿Y España? “Pasa una etapa muy difícil, pero no se va a quedar así. Todos los países tienen sus épocas pero España es la hembra de Europa. Y es un país que responde”.
El Gobierno de México la propone para el Príncipe de Asturias de las Artes
Sí le disgusta que la identidad mexicana se esté difuminando: “Antes decíamos ‘vamos a tomar una copa’ y ahora dicen ‘no manches güey’. Pero el color de México no se ha perdido, anda por ahí, montado en una mariposa, y ya lo veremos aterrizar”. Se detiene. Esboza una sonrisa de niña traviesa. Y como sorprendida por haber dicho algo demasiado solemne, se disculpa: “Ves lo que te digo. Pruebo el tequila y empiezo a hablar quién sabe de qué…”.
Babelia
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