¡Maldito diluvio…!
La lluvia en tromba lo desdibujó todo y rompió el encanto emotivo de una pelea que se presentaba apasionante
Bienvenida sea siempre el agua, pero maldito el diluvio que descargó sobre la Maestranza durante la lidia del tercero de la tarde. Tanto rogar por ella, y viene a caer en el momento en que un toro bravo y encastado debía confirmar las magníficas impresiones que dejó desde que salió por chiqueros. La lluvia en tromba lo desdibujó todo y rompió el encanto emotivo de una pelea que se presentaba apasionante. Campana, que tal era su nombre, galopó de salida, acudió con alegría a los caballos, persiguió incansable en banderillas, y llegó a la muleta dispuesto a ofrecer la guinda del bello espectáculo de la bravura. Y tuvo quince o veinte embestidas de categoría, largo, fijo en el engaño y nobilísimo. Pero la atención estaba centrada en esa tormenta antitaurina que destrozó la esperanza. Quede constancia, no obstante, de la calidad de un toro bravo y noble con mala suerte.
Torrestrella/El Cordobés, Padilla, El Fandi
Toros de Torrestrella, bien presentados; primero, segundo y quinto, mansos y muy descastados; tercero, bravo y encastado; cuarto y sexto, muy nobles. En conjunto, una buena corrida de toros.
Manuel Díaz El Cordobés: pinchazo y estocada (silencio); estocada (ovación).
Juan José Padilla: gran estocada (ovación); estocada (ovación).
El Fandi: estocada (oreja); estocada (vuelta).
Plaza de la Maestranza. 28 de abril. Decimoséptimo festejo de abono. Casi lleno.
Y hubo otros: el cuarto, que no hizo una buena pelea en varas, derrochó nobleza y embistió una y otra vez para que su matador pudiera lucirse a placer. Y el sexto, berreón, aguantó una faena larguísima y no se cansó de embestir con extraordinaria clase. Bajaron la nota los dos primeros, muy descastados, y el quinto, que resultó ser un inválido. En resumen, una buena corrida, con tres toros de categoría.
¿Y los toreros? La familia, bien, gracias. El Fandi derrochó voluntad y entrega, como siempre. Esperó a su lote de rodillas en el tercio, puso banderillas a toro pasado y muleteó como suele hacerlo: mal, para qué vamos a engañarnos. Le dieron la oreja del tercero porque el público era entusiasta y festivalero, pero no la mereció. Y dio unos mil pases en el sexto, y ninguno bueno.
Padilla no tuvo suerte. Puso banderillas en compañía de El Fandi y lo hizo con holgura y corrección, pero sus toros no le acompañaron. El primero, tullido y desfondado, y el quinto, un inválido. Lo mejor, las dos estocadas; sobre todo, la primera, atracándose de toro, y de efectos fulminantes.
El Cordobés lo intentó, hizo lo que sabe -menos el salto de la rana, afortunadamente-, y pasó inadvertido. El que abrió plaza era marmóreo y desabrido, y el cuarto, noble y repetidor. Bueno, pues estuvo más correcto con el primero que con el segundo.
La pena es que la tarde se rompió. Hacía un frío helador, soplaban molestas rachas de viento y, como colofón, la maldita tormenta, cargada de bendita agua, que podía haber esperado un par de horas. Hombre, por favor…