Terapia musical para románticos

Las matemáticas ya eran el pasado. Jubilado y retirado en una casa en la playa de Ericeira, cerca de Lisboa, el señor Leão llenaba sus días con dos actividades: escribir cuentos y darles de comer a las gaviotas. Aunque los fines de semana la visita de sus nietos revitalizaba la plácida existencia del anciano. Y de los cuatro pequeños, ya que la casa de su abuelo en Ericeira, “el mar bravo y las rocas” son las primeras imágenes que se le ocurren Rodrigo Leão al rememorar su infancia. En esa época y en la nostalgia se centra el octavo álbum del compositor minimalista portugués, La montaña mágica, que acaba de sacar a la venta en España.

Recién llegado a Madrid tras un concierto del grupo indie británico Tindersticks que solo le dejó tiempo para tres horas de sueño, Leᾶo está cansado pero alegre. Aunque tanto su álbum como algunas de sus declaraciones son más bien una oda a la melancolía. “Necesitaba un disco más sencillo. Espero que sea terapéutico para el oyente: escuchar música tranquila te permite pensar en las cosas de la vida”, asegura el músico, con un habla incluso más relajada que las melodías de su piano.

Con ellas Leᾶo busca huir de las desgracias cotidianas, de las que se ha escapado hasta la cima de su montaña mágica. Desde allí, el niño que protagoniza la portada del disco mira hacia el mundo, sin mucha morriña. “El título del álbum es un lugar imaginario donde refugiarse de la crisis, las guerras y los dramas que ocurren hoy en día”, cuenta Leᾶo. En el bunker antiactualidad en el que el portugués se encerró no cabían ni los coros ni las orquestas de su anterior trabajo, A mᾶe. Así que Leão aprovechó para experimentar con otros instrumentos: entre sintetizadores, por La montaña mágica se dejan oír guitarras clásicas y bajos eléctricos, violines y acordeones.

“Intuición, simplicidad, sentimientos, emociones, subidón”. Son estos los elementos que según Leão protagonizan su composición triste, pero “con esperanza”. Muchas veces se ha dicho que las creaciones del portugués parecen bandas sonoras, aunque sus colaboraciones con el cine solo fueron saltuarias. Pero si Leão rodara la película que acompañara sus sinfonías sería “la historia de la vida de un hombre. Su nacimiento, su crecimiento, sus viajes y su forma de mirar al mundo”.

La película que resumiera la situación de su país en cambio sería más bien una de terror. Rescatado hace algo menos de un año por la Unión Europea, Portugal se ha apretado tanto el cinturón que le sigue faltando el respiro. “El presente del país inspira tristeza, pero hemos de ser optimistas. Hay que repensar todo el modelo y ofrecerle un espacio más relevante a la cultura dentro de Portugal”, ofrece su receta Leão.

Un papel central en la cultura portuguesa tuvo Madredeus, con el que Leão empezó su andadura por la música: “Tenía 25 años y nos fuimos por todo el mundo, de Brasil a Japón, a Estados Unidos. Les estoy muy agradecido”. El portugués abandonó a sus compañeros de viaje en 1994, para seguir navegando en solitario. En el fondo, así también había empezado: “Aprendí a tocar la guitarra de adolescente como autodidacta, por pasión”.

A lo largo de su ruta, Leão ha sacado ocho álbumes y cierta fama. Aunque en el otro lado de la medalla se ha encontrado la responsabilidad: “Con la experiencia te vuelves más inseguro. Piensas: ‘He hecho mucho, ¿qué más voy a poder hacer?’. Pero luego siempre hay algo en el exterior que te anima, ya sean tus amigos, un libro, una película”. O la casa donde tu abuelo daba de comer a las gaviotas.