Emotividad y una estocada
La plaza de Valencia celebra el regreso de Juan José Padilla Compartía cartel con José María Manzanares y Alejandro Talavante
Cuando el paseillo rompió filas, la plaza estalló en una sonora aclamación. La ovación tenía destinatario: Juan José Padilla. El diestro jerezano salió al tercio a saludar, invitó a sus compañeros pero estos le dejaron todo el protagonismo. Emotivo momento.
HERNÁNDEZ, GARCIGRANDE, PARLADÉ / PADILLA, MANZANARES, TALAVANTE
Tres toros de Domingo Hernández (primero, segundo y cuarto), dos de Garcigrande (tercero y quinto) y uno, sexto, sobrero, de Toros de Parladé. Justos de presencia y manejables.
Juan José Padilla: oreja tras aviso y saludos.
José María Manzanares: dos orejas y silencio tras aviso.
Alejandro Talavante: oreja y oreja.
Plaza de Valencia, 16 de marzo. Séptima de Feria. Lleno.
Luego salió el toro y Padilla se puso en faena. Blandeó de salida el astado, pasó de puntillas por el caballo y Padilla cumplió sobrio y seguro un tercio de banderillas. El tercer par, al violín. Los seis palos en lo alto. Tan noble como escaso de fuerzas, el toro fue cómplice perfecto para Padilla. Muy a gusto el torero y asentado sobre el pitón derecho. Por ese lado se auto complació Padilla, que resolvió con orden, limpieza y corrección cuando se echó la muleta a la zurda. No desprendió emoción el toro, aunque los molinetes finales le dieron más luz a una buena labor, que acabó con una estocada algo desprendida. No banderilleó Padilla al cuarto, que esperó y se distrajo mucho en la muleta. Quedado y distraido el toro, solo dejó a Padilla justificarse.
Otro flojeras pero muy noble y bueno fue el segundo. Muy asentado Manzanares con él. Algo descargada la suerte en primera instancia hasta que el toro quedó rendido. Dos derechazos en trenza, ligados con un molineta y el remate por alto, tuvo inspiración. Al natural, aplomo y saber estar. Solo eso, que no es poco. Con el toro entregado en el mismo platillo, Manzanares se perfiló y citó a recibir: la ejecución y la estocada, un modelo de la suerte suprema. No habrá otra estocada como esta en la Feria. Seguro.
El quinto, de arreón al caballo y tente tieso, descabalgó al picador. Sueltecillo y con la cara arriba, fue en varas más bravucón que bravo. Manzanares intentó ganarse la confianza del toro en primera instancia. A medias lo logró. La muleta fue pantalla en la cara del toro, que al final sacó bandera blanca y se plantó parado. No quiso más.
El torillo que hizo tercero, mansito en varas, fue travieso e infiel. Muy pendiente del torero, le avisó tres veces sin que la cosa pasara a mayores. Talavante se dispuso imaginativo e inspirado, en faena de muchas luces. Y de aguante. Faena corta pero intensa. También de saber emplear recursos. Las manoletinas finales se las tragó el toro en terrenos de toriles. El sexto, sustituto del titular que se rompió por la cepa un cuerno, se rebrincó en la muleta. Otra vez firme Talavante, con tres estatuarios para abrir boca sin mover músculo. Luego le buscó las vueltas al toro y encontró la manera de entenderlo.
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