"Para mí el egoísmo es positivo"
La mexicana Gisela Leal, de 24 años, se estrena con la novela ‘El Club de los Abandonados’ Retrata a dos jóvenes de clase alta que combaten la soledad con hedonismo
A Gisela Leal las grandes preguntas de la vida no la dejaban dormir. Con 18 años dedicaba involuntariamente las noches a entender qué pasaba a su alrededor y le daba vueltas a cuestiones trascendentales. La bombilla se le encendió en la intimidad de la bañera porque, asegura, “todas las decisiones buenas se toman mientras te bañas”. Escribir fue su vía de escape para el insomnio y seis años más tarde ha resultado en su primera novela, El Club de los Abandonados (Alfaguara), sobre el proceso de crecer y convertirse en adulto, la soledad, su porqué y sus soluciones, la familia y la búsqueda de identidad.
La sociedad que vivimos es consecuencia de personas orilladas
Leal, nacida en 1987 en Cadereyta Jiménez (Monterrey), al norte de México, se estrena en la escena literaria con 600 páginas acerca del recorrido vital de dos jóvenes de la clase alta de México que aparentemente lo tienen todo. En ese todo, sin embargo, se incluyen sus familias disfuncionales, abundantes demonios internos, una preocupante afición por los psicotrópicos y un mundo que dominan a golpe de American Express pero al que no acaban de acoplarse.
Al contrario que Roberto y Camilo, los protagonistas de su libro, la escritora autodidacta (que estudió mercadotecnia) se ve seria, calmada y madura. Si algo le motiva especialmente es la estética, subraya, y por eso sus personajes se mueven en un mundo de hedonismo, música, arte, glamour y exclusividad. “La belleza suele necesitar de recursos para existir”, reconoce Leal. El libro está plagado de referencias a la música pop y a la cultura contemporánea: solo en la primera página menciona a Nick Drake, a Elliott Smith, a la mansión Playboy y al canal sobre famosos E! True Hollywood Story.
Camilo y Roberto, los protagonistas de El Club de los Abandonados, caen mal a primera vista. Un artista precoz con mala relación con su padre y un perfecto fresa (pijo) abandonado por su novia que se abandonan al hedonismo y al egoísmo. Gisela Leal los trata con cariño y los comprende. “No es una crítica hacia esa situación [...] Es una justificación de por qué actúan así". "Para mí la definición del egoísmo es algo positivo, aunque le han dado una connotación negativa", matiza. "Para que una persona logre aportar a los demás tiene que estar completa. Y para eso tiene que invertir todo su esfuerzo y todo su tiempo en su ser y en su crecimiento para convertirse la mejor persona que pueda ser”, asegura.
A medida que el libro avanza el lector acaba identificándose con Roberto y Camilo, Camilo y Roberto, siempre juntos pero aislados, en permanente búsqueda y huida de sí mismos. “Usan las herramientas de las que disponen para sobrevivir”, justifica Leal. Y las que tienen a mano son, básicamente, las drogas, la música, los viajes en primera clase y el dinero.
El libro está plagado de referencias a la música pop y a la cultura contemporánea
En el retrato no hay exactamente una crítica, puntualiza la autora, porque “la sociedad que vivimos es consecuencia de personas orilladas” por las circunstancias. Y, a los protagonistas, el entorno los empuja a situaciones extremas y a una huida constante. El mensaje de fondo es el sentimiento de comunidad: “Todas las sociedades son lo mismo y todos los humanos son lo mismo”, por lo tanto a todos nos “orillan”, todos tenemos miedo y todos escapamos de algo. Y da igual que sea de Londres a Sydney en jet privado que en coche, de Distrito Federal a la ciudad más próxima. Así despide el libro al lector, convirtiéndolo en uno más: “Bienvenido al Club de los Abandonados”.
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