En la familia del jazz, Joe Lovano es el padrino
El músico italoamericano es uno de los grandes saxofonistas del género Actúa en cuatro ciudades españolas ante la publicación de su nuevo disco
Como el resto de las madres sobre la faz de la tierra, la del saxofonista de ascendencia siciliana Joe Lovano, nombre decisivo en el jazz de las últimas tres décadas, opina que su hijo no la visita lo suficiente. Ella aún vive en Cleveland, donde se enamoró del padre de Joe, el también saxofonista y héroe local Big T Lovano, al verlo tocar con Stan Getz y Flip Phillips. La ciudad de Ohio está a unas 10 horas en coche de Nueva York, la cima del mundo para los tipos como Joe. Y sí, a él le gusta volver a casa, “perder el tiempo con los amigotes, visitar la vieja barbería, llegar a comer a mesa puesta”, pero no, no siempre hay tiempo.
Lovano, recién nominado a un Grammy por su último disco, Bird Songs, es uno de los artistas más reclamados del negocio por escenarios de medio mundo, como los cuatro que pisará esta semana al final de una extensa gira española. A Giusepina, que así se llama la mamma, le queda al menos el consuelo de admirar a su hijo de cuando en cuando en la portada de la revista Down Beat, “de la que”, afirma el grandullón Lovano, “es gran lectora”.
Saxofonista tenor de amplios registros, el músico aterrizó el viernes en Málaga para la primera fecha de sus conciertos en el festival itinerante Jazz in Blue. Se trata de una curiosa iniciativa y consiste en poner a girar a Lovano, Robert Glasper o The Bad Plus, nombres clave del presente de Blue Note, escudería de glorioso pasado, no solo por las grandes capitales (nuestro hombre actuó ayer en Barcelona, antes de continuar su programa en Santiago, Valladolid, Madrid y Avilés).
El padrino Lovano, de 59 años, forma parte de la compañía desde 1991. Para ellos ha grabado su disco “número 23”; de próxima aparición. Lo firma junto a su banda Us5 y cuenta con el acompañamiento del guitarrista Lionel Loueke. “Yo crecí escuchando aquellos clásicos de Blue Note en el estéreo de mi padre”, recuerda Lovano. “Bud Powell, Thelonious Monk, Sonny Rollins o Art Blakey”. Lejanos como están esos tiempos heroicos, la compañía es propiedad de EMI desde hace décadas. Y si bien sigue ufanándose en su logotipo de ofrecer “el mejor jazz desde 1939” (recientes incorporaciones a su catálogo como la del trompetista Ambrose Akinmusire invitan a recobrar la esperanza), se halla, como el resto de los sellos bajo el paraguas de la multinacional, acechada por la incertidumbre del reciente anuncio de su venta a Universal. “Quizá debería estar tan preocupado como el resto de la humanidad por mi futuro, pero siento una enorme energía positiva. Soy de los que creen que las cosas siempre acaban en el lugar correcto. La gente nueva de EMI me da buena impresión”.
Tanto optimismo podría esconder un antídoto para superar tanta pérdida: Lovano es un músico indudablemente innovador, si bien su garra inicial ha dejado paso a cierto omnívoro clasicismo. También es profundamente respetuoso con el pasado, que desaparece al ritmo de la tenaz aniquilación de una generación de ancianos jazzmen, con los que el saxofonista ha mantenido fuertes vínculos. “Este año pasado ha sido especialmente duro”, explica. “Empezó con la muerte de Hank Jones y terminó con la de Paul Motian, mi primer jefe allá por 1981. Y en medio: James Moody, Frank Foster, Sam Rivers o Bob Brookmeyer. Es doloroso, porque mi vida se basa en la estabilidad de las relaciones”.
Alejado del estereotipo del músico instalado en el desorden vital, Lovano es, en efecto, un hombre de familia. Lleva casado desde hace décadas con Judy Silvano, vocalista con la que colabora habitualmente. “La vida de un músico es muy difícil, sobre todo en lo tocante a mantenerse con la cabeza fría, pero Judy es mi ángel de la guarda”, afirma.
En lo profesional, es más bien dado a las infidelidades. Su estilo pasa por una admirable capacidad de adaptación al medio: ya sea una orquesta sinfónica, un quinteto con dos baterías o el cuarteto Europa, nombre con el que ha bautizado a la banda internacional (vagamente inspirada en la European Rhythm Machine de Phil Woods) al frente de la que comparece en Jazz in Blue. “Soy un improvisador, un solista”, se excusa. “Mi trabajo es alimentarme del talento de los demás”.
Babelia
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