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Reguetón y cine en La Boquilla

El programa 'Cine en los Barrios' lleva 17 años mostrando películas en zonas humildes de la ciudad En este 2012 llegaron a 248 lugares distintos

Una vista de Cartagena de Indias
Una vista de Cartagena de Indias

–Mi corazón, ¿tú eres casado, soltero o con compromiso?

–Casado

–¿Y cuántos hijos tienes?

–Dos

–¡Ay, ombe! Y tú, ¿cuántos hijos tienes?

–Quince

Las preguntas son de una animadora con varios kilos y decibelios de más. Las respuestas son de dos niños delgadísimos que llevan horas pateando la arena que cubre las veredas de La Boquilla. Los niños tienen nueve años y camisetas desteñidas. Así se ven todos: delgadísimos, nueve años, camisetas y vestidos desteñidos. Esta noche hay 150.

La Boquilla es uno de los grandes barrios populares que rodean la ciudad amurallada de Cartagena de Indias. Aunque más pequeño y menos peligroso que el Olaya Herrera o el Nelson Mandela, este enclave de pescadores habla de las fronteras difusas por las que se mueve el desarrollo y la miseria en la ciudad. Su ubicación privilegiada frente al Mar Caribe ha llamado la atención de grandes empresas constructoras y ahora el metro cuadrado de un apartamento oscila entre 1.500 y 2.000 euros. Sobre esa orilla están algunos de los hoteles más lujosos y, sobre esa orilla también, casas humildes con fachadas comidas por el salitre. Entre ambos extremos hay menos de un kilómetro, de ahí el poderoso simbolismo que representa “Cine en los Barrios”, programa con el que el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI) llega a decenas de lugares como este.

La idea comenzó hace 17 años, pero hasta hace cinco se limitaba a no más de diez barrios. Durante estos días, bajo la coordinación de Ángela Bueno y un equipo entusiasta, llegó a 248, proyectando un estimado de 1.500 cortometrajes de ficción y documentales: “No hacemos distinción en el perfil de cada lugar, no nos importa si son desplazados o pescadores. El único criterio es la edad porque queremos acercar a los más jóvenes, mostrándoles el contenido adecuado”, cuenta Bueno.

La proyección del pasado lunes 27 de febrero fue anunciada en La Boquilla con volantes y megáfonos desde hacía dos semanas. El camión con los organizadores y los directores de cada cortometraje llegó antes de caer el sol y de inmediato comenzaron a aparecer sillas plásticas en una suerte de plazoleta improvisada frente a la estación de policía. Niños y niñas con ganas de ver cine, pero también adolescentes y padres –que a menudo son lo mismo– acercándose poco a poco.

Ya de noche, se encendieron las luces y la pantalla, pero el Caribe es un estado de ánimo que corre con el viento fino entre la gente y ahí donde más de dos personas se reúnen es muy probable que haya música. Subieron dos animadores con el mismo tono de voz, hicieron preguntas sobre el estado civil de niños con fantasías paternales y niñas invariablemente solteras, bailaron un poco, se bajaron, pero tampoco ahí hubo cine. Un grupo local subió a cantar tres canciones de reguetón, tan explícitas como siempre pero coreadas por todos, y diez minutos después comenzó la función.

Estaba la duda razonable de si el reguetón convoca el estado de ánimo adecuado para el cine, pero duró lo que duran los créditos del corto animado catalán La Lupe i el Bruno, de Marc Riba y Anna Solanas. Los niños quedaron atrapados de inmediato y así se mantuvieron durante 45 minutos, película tras película. Hoy no se hace pastel de chucho, del venezolano Braulio Rodríguez, Licuri Surf, del brasileño Guilerme Martins, Tú lo mataste, del colombiano Andrés Orozco y De la pra ça, del también brasileño Frederico Pinto, conjugaron emociones contrastantes, aunque destacaron claramente las producciones de habla portuguesa, que hacen parte de la Competencia Oficial de Cortometraje del FICCI. La primera, sobre un indígena surfista del estado de Bahia que debe hacer una travesía para buscar buenas olas; y la segunda sobre una pareja que por sus respectivos trabajos no puede encontrarse nunca en casa para estar con su hija.

La función terminó por decisión de los niños, quienes luego de tanto orden decidieron comenzar una guerra de arena a modo de celebración. “El cine les abre nuevos mundos y esta semana es especial para todos. Es una locura que seguiremos haciendo”, decía Ángela Bueno al final del revuelo, seguramente idéntico al de otros barrios en toda la ciudad y sus afueras. Este año se podrían escribir 248 historias como esta: “No lo estoy pensando yo no lo soñé / sé que está pasando no lo imaginé”, cantan los Bomba Estéro cuando interpretan La Boquilla.

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