Los 'tres estrellas michelin' del jazz
Una colección reúne cien discos con cinco estrellas en ‘Down Beat’, revista decana del género Se trata de un recuento de lo mejor de la edad de oro
Para un músico de jazz, conseguir la máxima calificación en Down Beat, constituye el mayor reconocimiento al que un ser humano puede aspirar: ningún intérprete o director de orquesta puede considerarse completo hasta ver su nombre impreso en las páginas de la más longeva de las revistas de jazz (fundada en 1934) en el lugar destacado que se reserva a las obras destinadas a pasar a la historia. El reconocimiento suele venir acompañado por un aumento en el número de discos vendidos. Al final, todos contentos: el músico, la discográfica, los responsables de la publicación y quien tomó la decisión de otorgar la máxima puntuación.
Down Beat instauró el sistema de estrellas en 1952 (antes habían regido otros métodos con números o notas musicales), coincidiendo con la implantación del LP en sustitución de los antiguos discos de 78 rpm. La medida encumbró el papel del crítico hasta extremos propios de un semidios: bastaba una estrella de más o de menos para elevar un disco a la categoría de obra maestra o hundirlo para siempre.
Si los críticos de Down Beat no se han caracterizado por su prudencia a la hora de ejercer el cargo, algunos han ido un paso más allá. El caso de George Frazier, escritor de pluma afilada, educado en Harvard, enemigo acérrimo de todas las cantantes de jazz habidas y por haber, con la sola excepción de la hoy olvidada Lee Wiley; o el de John Hammond, acaso el mayor cazatalentos de la historia de la música americana —a él se deben los descubrimientos de Billie Holiday, Count Basie, Bob Dylan o Bruce Springsteen— que labró su fama escribiendo para Down Beat en un estilo confuso, a medio camino entre la crítica musical y el panfleto pro-comunista. Si, pese a todo, la publicación ha podido labrarse una reputación como herramienta de consulta indispensable para todo aficionado, ello ha podido deberse menos a la nunca probada existencia de un “libro de estilo”, como al criterio ponderado, a menudo irónico, casi siempre entusiasta, de quienes se sumaron a sus páginas principiando los cincuenta; años de gloria para el jazz en general y para Down Beat en particular, que sirven como materia prima para una nueva colección de discos: Poll Winners Records.
Las cien primeras referencias de la serie dedicada a los discos cinco estrellas publicados entre 1954 y 1961, invitan a perderse por una selva de nombres a menudo ignorados tras los cuales se esconde un descubrimiento. De Terry Gibbs, vibrafonista y director de orquesta (arrollador en su directo desde el Summit Club de Hollywood) a Mose Allison, Don Ellis o Bill Holman. Algunos placeres perversos: el de escuchar a la inmensa Sarah Vaughan cantando a dúo con Sidney Bechet (In concert at the Brussels Fair) en el que, posiblemente, no sea “el mejor disco que nunca hizo el clarinetista”, según reconoció Ralph J. Gleason en su comentario al mismo.
Las cien primeras referencias de la serie dedicada a los discos 'cinco estrellas' invitan a perderse por una selva de nombres a menudo ignorados
Si la carrera de Dave Brubeck pudo beneficiarse de la excesiva magnanimidad de los críticos de Down Beat, algunos de sus discos incluidos en la presente colección entran directamente en el terreno de lo escatológico: así, el que le reunió con el tórrido cantante de blues Jimmy Rushing (Brubeck & Rushing) obedeciendo a una de esas decisiones empresariales absolutamente incomprensibles que caracterizan al sector discográfico; o The real ambassadors, un delirante proyecto de musical que Brubeck compuso a la mayor gloria de Louis Armstrong.
La reedición de algunas obras maestras indiscutibles de Duke Ellington, Miles Davis, John Coltrane o Sonny Rollins, omnipresentes en el mercado, viene justificada por la incorporación a las mismas de contenidos musicales añadidos o inéditos y una amplia documentación, entre la que se incluye la reproducción de la crítica original publicada en Down Beat. El aficionado puede sorprenderse ante el comentario crítico elogioso pero no demasiado entusiasta de Don de Michael a Kind of Blue; le otorgó las preceptivas cinco estrellas al que muchos consideran como “el mejor disco de jazz de la historia”.
Babelia
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