La guerra interior de Angelina Jolie
La estrella de Hollywood ha decidido hacer cine europeo. Es lo que defiende en esta entrevista para presentar su primera película como directora: 'En tierra de sangre y miel', sobre la guerra en Bosnia. Se lo ha tomado muy en serio
No hace falta adornarlo con poesía o palabras elaboradas: Angelina Jolie es guapísima, y quien diga lo contrario simplemente se equivoca. No es cosa de Photoshop ni de la magia del celuloide. En persona, sin apenas maquillaje, con una camisa blanca que esconde sus brazos y cubre su escote, y una falda negra de tubo tan elegante como austera, Jolie se presenta con una sonrisa espléndida para una minientrevista cronometrada al milímetro.
Angelina es uno de esos casos de más completa imposible: es la actriz mejor pagada de Hollywood (ganó 30 millones de dólares en 2010), con un Oscar en la estantería (por Inocencia interrumpida), pareja del actor Brad Pitt, exmujer de Billy Bob Thorton, madre de tres hijos biológicos y tres adoptados, hija de John Voight (el protagonista de Cowboy de medianoche), con la dosis perfecta y lejana de pasado oscuro y pernicioso, cruzada de las causas humanitarias desde hace más de una década, reina a su pesar del mundo del tabloide y, desde el año pasado, directora y guionista de cine.
Hablar del estreno de su película, En tierra de sangre y miel, es lo que ha propiciado un encuentro con la prensa tan secretamente organizado, que esta periodista estuvo a punto de quedarse en la calle ante las múltiples suspicacias del responsable de seguridad que custodiaba la puerta y que no se fiaba del casco de bicicleta que colgaba del bolso de la reportera. "Usted se ha equivocado", espetó mirando obsesivamente el binomio casco-mochila. "No, vengo a entrevistar a Angelina Jolie". "Yo no estoy tan seguro". "Yo sí". "A ver, su nombre...".
Pero es que el universo que rodea a esta actriz es así de histriónico: existe tal obsesión mediática en torno a su persona, que todas las precauciones para evitar que algún indeseable se cuele en su vida y le robe una foto parecen pocas. Y eso, no hay duda, la hace sufrir, porque como ella misma explicará después: "Crecí en este negocio y sé que todo el glamour y esas cosas que se cuentan en las revistas son humo, la realidad es otra, y nunca he entendido por qué a la gente le interesa la vida de los actores. Solo lo concibo como una forma de escapismo, pero yo nunca la he practicado y me cuesta comprenderla".
"No veo mucho cine, pero me interesa más el europeo, porque se acerca más a la realidad"
Lo que Angelina Jolie, de 36 años, sí practica, y de forma constante durante la última década, es la inmersión en la realidad más cruel y oscura del planeta. La descubrió filmando en Camboya la película Lara Croft: Tomb Raider y desde ese momento se entregó a la evangelización con el ejemplo como embajadora de buena voluntad del Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas, una organización que vio en la estrella el vehículo perfecto para hacer llegar sus mensajes de socorro al mundo. No se equivocaron: tras viajar por más de 40 países, es posible que Angelina haya tenido más impacto en la opinión pública que muchos políticos. Y ahora ha decidido utilizar el medio que mejor conoce, el cine, para concienciar sobre los problemas del mundo.
En tierra de sangre y miel, producida con 17 millones de dólares de su bolsillo, es su primera incursión en el mundo de la dirección, un reto que nació de esa mezcla de culpabilidad y curiosidad que anidó en ella tras visitar varias veces lo que se llamó Yugoslavia. El filme relata la guerra de Bosnia a través de la relación entre un militar serbio y su antigua amante, una pintora bosnia que ahora es su prisionera. "No me senté a escribir pensando: 'Voy a inventarme un guion, quiero ser directora'. Al principio era un proyecto personal. Simplemente, quería expresar mi frustración ante una guerra que no comprendía bien; es un conflicto que debió haber marcado a mi generación, estalló cuando yo tenía 17 años, y, sin embargo, lo viví como si no fuera conmigo. Recuerdo que viajé bastante por Europa en aquella época, estuve muy cerca, y no me preocupé. Después, con mi trabajo para la ONU, he visitado la región a menudo, he conocido a sus habitantes, me han atrapado sus relatos y he sentido una responsabilidad hacia ellos".
Estrenada en diciembre en EE UU y con críticas de todo tipo, lo que sí se le ha reconocido a Jolie es haber hecho un filme muy poco hollywoodiense. Ella, que es la encarnación visual de Hollywood, ha filmado con actores bosnios y serbios, en lenguaje original y con unas dosis de violencia perfectamente acordes con lo que ocurre en las guerras, pero en absoluto en sintonía con la forma en que Hollywood suele edulcorar las películas sobre conflictos bélicos.
Sonríe casi satisfecha ante esa descripción para después admitir que ella, en realidad, apenas ve películas estadounidenses. "No veo mucho cine, pero me interesa más el europeo porque se acerca más a la realidad. La guerra tiene que ser fea y desasosegante, y en Hollywood se tiende a suavizar las cosas porque las audiencias americanas y europeas son muy diferentes. Yo en todo momento pensé que este filme tendría una audiencia más europea porque está más acostumbrada a ver las cosas en crudo. Todas las elecciones que hicimos en la película, que además se filmó con un equipo de gente que vivió esa guerra y que formó parte de todos los bandos, estaban dirigidas a tratar de recrear esa oscura realidad. Para mí, hacerla fue una lección de historia".
Esa intención de veracidad le ha sido reconocida con una mención especial en el Festival de Cine de Sarajevo el pasado otoño, con el Premio Stanley Kramer, que el Sindicato de Productores de Hollywood le da anualmente a filmes que "desvelan temas sociales provocativos", y con una candidatura a los Globos de Oro. Quizá aún más importante sea el aplauso recibido por la Asociación de Madres de la Matanza de Srebrenica, que criticó la película mientras se filmaba, pero, tras verla en un pase privado, la declaró "excelente, objetiva y sincera". No piensan igual los veteranos de guerra serbios, que han pedido que se prohíba el estreno en su país. También ha sido objeto de una denuncia por plagio de un libro bosnio-croata llamado Slamanje Duse, y hay críticos que la han atacado por hacer un filme tan preocupado por educar y lanzar un mensaje que "parece una ficción de una presentación de Naciones Unidas" (Associated Press), algo en lo que coinciden críticos como Manhola Dargis, de The New York Times, y Kenneth Turan, de Los Angeles Times.
Tras criticar su rodaje, la Asociación de Madres de la Matanza de Srebrenica ha dicho que la película de Jolie es excelente
Jolie no esconde su intención educativa: "Habrá mucha gente que vaya al cine por el puro placer de ver una película, pero si de paso aprende algo sobre esa parte del mundo no está mal. Tampoco quería machacar con mucha política, pero sí que se vuelva a hablar de esa parte del mundo y no se olvide".
Con todos los lugares conflictivos que ha visitado, tanto en calidad de embajadora de la ONU como de miembro del prestigioso Council on Foreign Relations o trabajando para sus múltiples fundaciones junto a su marido, ¿por qué eligió el conflicto bosnio para estrenarse como directora? "Porque además de todo lo que he descubierto en mis viajes, me apasiona la gente de esa parte del planeta. Son muy especiales. Ajla, la protagonista del filme, atravesaba su ciudad cada día en medio de la guerra para ir a clase de interpretación. Ese es un tipo de compromiso con el arte muy diferente al de cualquier artista de Nueva York; tienen una pasión por la cultura increíble y a mí eso me fascina".
Jolie vive esa extraña esquizofrenia que también sufren otros rostros famosos como George Clooney: estar una semana en medio de un campo de refugiados remoto en el desierto y desfilar un día después por una alfombra roja luciendo un traje de 20.000 dólares. ¿Cómo se aprende a vivir sumergido en esas contradicciones? "Siendo consciente de que la alfombra roja no es el mundo real. Es como si una noche te pones guapa y sales a ver a tus amigos, no te lo puedes tomar en serio como sí haces con la salud de tus hijos. No te voy a negar que a veces, tras estar en sitios en los que no hay nada, es muy desapacible venir a promocionar tu película y que a tu alrededor estén preocupados para que tengas todas las opciones posibles para almorzar. Soy consciente del desequilibrio, es parte del negocio, pero no es eso lo que me hace sentir orgullosa como ser humano".
"La guerra tiene que ser fea y desasosegante, y en Hollywood se tiende a suavizarla. Las audiencias americanas y europeas son muy diferentes"
Lo que alimenta su alma, y lo ha dicho y repetido, es su trabajo humanitario, en el que invierte un tercio de lo que gana como actriz. Eso sí, dice haber disfrutado de la experiencia en la dirección, aunque no haya sido fácil. "Sin duda cambiará mi vida como actriz. Los actores muchas veces nos mantenemos al margen de toda la parte técnica, pero ahora sé que estaré más abierta hacia las necesidades del técnico de sonido o del cámara".
Para enfrentarse a la dirección dice haber aprendido más de los malos directores que de los buenos. "Para mí, los malos son los que maltratan al equipo, los que no saben ser líderes en un set. En cambio, de directores buenos como Clint Eastwood, Oliver Stone o Michael Winterbottom he aprendido precisamente la importancia de escuchar".
Parece que la experiencia cinéfilo-evangelizadora le ha gustado. Sin querer decirlo muy alto, lo confiesa: ya está escribiendo otro guion, esta vez relacionado con la guerra de Afganistán. Tras haber interpretado en la película Un corazón invencible a Mariane Pearl, esposa del periodista Daniel Pearl, secuestrado y degollado por los talibanes en Pakistán, la actriz, sin duda, tiene otra guerra interior a la que enfrentarse.
Babelia
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