Date a conocer, el lugar es lo de menos
Algunos artistas reinventan lugares donde exhibir su obra en busca de nuevas fórmulas para acercarse al público
Este reportaje forma parte del proyecto final de la asignatura de Digital de los alumnos de la 25ª promoción de la Escuela de Periodismo UAM / EL PAÍS 2011
Creación, promoción, reinvención. Son las fases que, con o sin crisis, todo artista en busca de reconocimiento está obligado a superar. La mayoría opta por publicitarse mediante los cauces habituales, como el apoyo de un mánager o la difusión por Internet. Luego están los que huyen de lo convencional. Creadores que transforman lugares inesperados en espacios de exhibición, con tal de establecer un contacto directo con el público y libre de intermediarios. Y sorprender.
Un ejemplo de autopromoción es Juan Lafita, un fotógrafo que tuvo la ocurrencia de transformar la Gran Vía en una galería de arte una fría tarde de noviembre. Pasó un año retratando la avenida y, 8.000 fotografías después, regresó para devolver la obra a su lugar de origen; según Lafita fue "justicia poética". Ocultos tras las ligeras láminas de foam, 20 voluntarios hicieron las veces de pared para que los peatones "reflexionasen con el caos" durante 45 minutos de fotografía urbana en blanco y negro. Juan destaca que la gran ventaja de esta iniciativa es que su exposición ha tenido más visibilidad de la que hubiera imaginado: "Las salas tienen algo de elitista porque obligan a la gente a ir a un espacio concreto, mientras que aquí te la encuentras por sorpresa".
Alberto Torres dirigió una 'jam de escritura', un espectáculo donde el público decide los temas sobre los que deben escribir los autores en el escenario
El cantautor holandés Rick Treffers puso en marcha la organización de conciertos en el salón de casa
Este barcelonés afincado en Madrid huye de los colectivos porque, en su opinión, sus integrantes tienden a contagiarse y a unificar sus estilos fotográficos. Existen agrupaciones que, como hace Lafita, ponen en práctica esta filosofía de compartir su arte con los adoquines y las farolas. Es el caso de Fotoaplauso, un colectivo que "regala" su obra a todas aquellas personas que coincidan al pasar por la calle en el momento en el que estén proyectando las fotografías.
Fotoaplauso nació entre los alumnos de un curso de fotografía para que pudieran dar salida a sus trabajos. Hoy, casi un año después, Fotoaplauso nutre sus exposiciones callejeras con imágenes tanto de gente que acaba de iniciarse en este arte como de grandes nombres de la fotografía. Uno de ellos es Ramón Masats, premio Nacional en 2004. "Creemos que esta característica da una frescura y accesibilidad que de otro modo sería más de difícil de conseguir" comentan desde el colectivo. En su blog anuncian periódicamente la convocatoria del siguiente evento y señalan en un mapa los lugares en los que ya han proyectado los trabajos que los fotógrafos envían a su correo electrónico.
Otro gremio acostumbrado a trabajar en la calle es el de los actores. Los miembros de la compañía Milenium se habituaron al contacto directo con el público durante tres años en el teatro Las Aguas, en Madrid. Cuando llegó la hora de cambiar de escenario y trasladarse a El Arenal, pensaron que iban "a comerse el mundo". Al no tener el éxito esperado, decidieron patearse las aceras y recaudar público. La céntrica calle Arenal en Madrid se convirtió en su escaparate. Los integrantes lucían llamativas camisetas naranjas para ser vistos entre el ajetreo. En estas se leía Yo soy uno de los actores o Yo soy el director, el autor y el protagonista. "Hablábamos y bailábamos con los viandantes, y animamos a bastantes a que entraran a vernos actuar", comenta César Goca en la puerta del teatro. Para este actor "lo importante es no quedarse en casa".
Quien lleva la máxima de Goca a las últimas consecuencias es Rubén de Marina, un actor y escritor gallego de 35 años. Su compañía de teatro, Fotosíntesis, ofrece la posibilidad de representar cualquiera de sus tres obras en el salón de una casa. Cuando Laura Tajada, la directora de la compañía lo propuso, a de Marina no le chocó la idea porque ya había visto experiencias similares en Argentina y Polonia.
De Marina, que recibe una cantidad simbólica a cambio, no lo hace por dinero: "No puedo quejarme si me pagan por hacer algo que me gusta y que haría gratis". Lo que más valoran es la "intensa relación que se establece con el público y la oportunidad de conocer de primera mano sus impresiones".
En este mundillo "mostrarse al público es básico", dice este actor que trabaja en una fábrica de Citröen durante la semana. Acaba de participar con su compañía en una iniciativa organizada por el espacio creativo Kubik Fabrik: un casting de obras teatrales. En esta sala situada en el madrileño barrio de Usera se organizan sesiones de ensayo con público. Cada compañía dispone de 20 minutos, después los espectadores escriben su opinión en una tarjeta e indican cuál tiene más potencial. La velada se cierra con un coloquio en el que los asistentes dan orientaciones sobre cómo hacer más atractiva la obra. Los responsables de Kubik Fabrik seleccionan una compañía la que premian. Como recompensa les ceden un espacio donde poder ensayar y tres meses de representación teatral en su recinto con capacidad para 70 personas.
Otra experiencia es la que sugiere Alberto Torres Blandina. También permite la interactuación con el público. Torres viajó hasta Lisboa para dirigir una jam de escritura, un evento que toma el nombre y el espíritu de las reuniones informales de jazz y en el que se practica la improvisación de escritura en vivo. Allí retó a tres novelistas portugueses a que abandonaran por un día la soledad de su habitación y se trasladaran al escenario de un teatro. Un maestro de ceremonias mediaba entre ellos y el público. Los espectadores, desde la platea, proponen el tema sobre el que debían escribir. "Es una experiencia muy buena para dar a conocer al artista y ellos se someten a nuevas sensaciones" explica Torres.
Y si se expone en la calle, se escribe en el teatro y se actúa en el salón, también el mundo de la música tiene algo que decir. Rick Treffers, un cantautor holandés afincado en España, fundó hace nueve años una iniciativa Live in the living (en directo en el cuarto de estar).Es decir, conciertos sin salir de casa. El aforo nunca excede las 60 personas porque se perdería intimidad, la razón de ser de esta iniciativa. En España, aunque el proyecto aún está en proceso de despegue, artistas como Russian Red o Klaus and Kinski ya han tocado en salones de desconocidos. El funcionamiento es simple: Rick hace de intermediario entre el músico y el dueño de una vivienda, que quiere celebrar una velada diferente. Cada asistente paga 10 euros, el músico recibe 50 y el resto se lo queda Treffers, "Si hay suerte a veces hay tapas".
Con todo, quedan artistas que utilizan la calle para promocionar como siempre se ha hecho: repartiendo su trabajo. Antonio del Rey, de 29 años, es guitarrista del grupo El despertar del señor Andersen y repartidor por partida doble: por las mañanas, con la furgoneta, y por las noches, con su maqueta. "Cuando salgo de fiesta o voy de viaje hago 10 ó 20 copias y se las regalo a los que creo que les pueda gustar nuestro disco", dice este vecino en Coslada (Madrid). Aunque haya sido grabada con un ordenador y varios micrófonos caseros, la maqueta de Antonio ha sido fabricada con el objetivo que el resto de trabajos citados. Y carga con el mismo lastre que cualquier promoción. "Yo siempre digo lo mismo, lo importante es moverse".
Babelia
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