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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gélida sesión

Cuando, en 2002, Viktoria Mullova interpretó la parte solista del Concierto para violín de Mendelssohn, gustó por su claridad y ligereza, cualidades que ligaban perfectamente con el director y la orquesta que la acompañaron. John Eliot Gardiner y la Orchestre Révolutionaire et Romantique, en un programa que incluía una selección de El Sueño de una noche de verano y la obertura de Oberón, proporcionaron unas coordenadas sonoras y estilísticas muy adecuadas para una versión casi etérea de la obra de Mendelssohn. Se podía pensar que un programa barroco, con la tendencia actual a aligerar los tiempos, disminuir el vibrato y no exagerar la gama dinámica, sería también conveniente para las maneras de la violinista rusa. Pero no fue así. La ligereza de entonces no estuvo exenta de emoción. La del miércoles, por el contrario, sí.

VICTORIA MULLOVA (VIOLÍN)

Ottavio Dantone (clave). Obras de Bach y Haendel. Palau de la Música. Valencia, 2 de marzo de 2011.

A veces, en lugar de apartar el lastre que el siglo XIX impuso al Barroco, se dio, por las buenas, una visión gélida de obras que en absoluto lo son. El Preludio de la Partita III de Bach lució, desde luego, una velocidad virtuosa que no le sienta nada mal, pero Mullova dejó en el tintero la tensión dramática subyacente a ese vértigo. Siguió luego Haendel, acompañada ya por Dantone. También sonó impecable, pero con un fraseo tan anodino que encubría, por ejemplo, el carácter elegíaco del Larghetto (Sonata op.1/13). Transcurrieron después, sin pena ni gloria, las Sonatas BWV 1014 y 1017 de Bach. En el lado positivo de la balanza hay que colocar el liderazgo compartido de ambos instrumentos (el clave tiene aquí un papel decisivo, y Dantone dio la talla), el ajuste de la polifonía en las fugas y la afinación del violín. No obstante, continuaba sin pasar nada, porque el vacío expresivo permanecía.

Para acabar, de nuevo en solitario, la violinista abordó la Chacona de la Partita II de Bach. Hizo aquí la lectura más esmirriada de todas. Justamente en las páginas más inmensas. Resultó inevitable comparar y añorar la reciente e intensa interpretación de las mismas, en la sala Rodrigo, por parte de Carolin Widmann. En esta pieza, Mullova ni siquiera lució la seguridad que había mostrado en el resto del programa.

Como regalo, más de lo mismo, tocado de la misma manera: el Allegro assai de la Sonata BWV 1015 para violín y clave de Bach. Rápido, cuadrado, frío, seco.

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