'The King of the limbs', Radiohead en su propio laberinto
Hace un tiempo, Everett True, uno de los más iconoclastas críticos de rock vivos, publicaba en su web un post titulado: Mis 50 consejos para aspirantes a críticos musicales. El número 40 decía "Radiohead ya no hace buenos discos. Supéralo".
Se veía venir. Creo que fue otro clásico de la crítica, Nik Cohn, el que escribió que hay dos tipos de bandas de rock: aquellas a las que no se permite que hagan algo diferente a su estilo y esas a las que no se tolera que suenen a sí mismas. Radiohead, de los que siempre se espera lo inesperado, hace tiempo que se han convertido en un estilo en sí mismos.
Porque si hay algo que no hace The king of the limbs es sorprender. Es exactamente lo que se espera de Radiohead a estas alturas. El disco tiene todas sus virtudes y todos sus defectos. Es un disco atmosférico, entre la electrónica y el pop, con más loops y efectos que guitarras. La voz de Thom Yorke como aglutinante hace que todo sea reconocible y familiar.
Antes de que los fans salten a la yugular: por supuesto que no es un mal disco. El tono medio es alto, es vital y hasta animado en ocasiones, y tiene picos brillantes como el aire casi africano de Morning Mr. Magpie, la acústica Give up the ghost, o el impresionante cierre que es Separator. Son solo ocho temas que gustarán a los fans, horrorizarán a los que llevan años hablando pestes de ellos y dejaran indiferentes los que nunca les habían prestado atención.
¿Es malo todo esto? Pues juzguen ustedes: está twitter echando humo; las webs publicando la noticia del lanzamiento a todo trapo y la mitad de los periodistas musicales de occidente dejando todo el trabajo que teníamos planeado para hoy y corriendo como galgos a bajar el disco para valorarlo. Eso sí que es alucinante: Aquí nos tienen, escribiendo críticas expréss de un grupo que si se caracteriza por algo es por hacer álbumes que conviene escuchar sin prisas.
En fin, el signo de los tiempos. Partamos de un hecho. Personalmente el único baremo por el que juzgo a Radiohead es Radiohead. Ese grupo que hace casi quince años, que se dice rápido, se transformó de una banda pop sin más al emblema de una época.
Sí, efectivamente, vuelve a aparece el fantasma de Ok computer, su disco de 1997. Lo siento, pero es que fue muy grande: Reino Unido vivía la euforia del primer mandato de Blair tras década y pico de gobiernos conservadores, el reinado de Oasis empezaba su caída con Be here now, un disco megalómano que apestaba a champagne y cocaina, Blur entraba en las listas yanquis con song 2 mientras Pulp reclamaba su sitio.
Y entre tanto glamour britpop unos tipos feos de Oxford, despreciados por pueblerinos, arrasaban en las listas y entre la crítica con un disco devastador y complicado. Un álbum largo con un primer sencillo, Paranoid android, de seis minutos y 23 segundos. En tiempo de sencillos reivindicaban los discos conceptuales, el prog rock y el kraut. Eran el paradigma del rock del futuro, la única banda que realmente importaba, los salvadores del pop y, además, llenaban estadios. Ahí es nada.
No volvieron a ser los mismos. Sí, Kid A, de 2001 es saludado como uno de los álbumes fundamentales de la primera década del siglo XXI, (y es más que seguro que lo sea), pero de otra manera. Su apuesta por la vanguardia y la electrónica les convirtió en una banda menos emocional y más cerebral, ensimismada en las posibilidades de la música y en una búsqueda perpetua que realmente acabó allí. Antes eran difíciles, pero se volvieron áridos. Un grupo comprometido en las más diversas causas de una forma que afectaba, quizás en demasía, a su música. Hail to the thief, de 2003, era un disco oscuro en demasía. El lanzamiento de In rainbows, con su apuesta por cobrar lo que cada cual quisiera pagar, ocupó más espacio en las páginas de economía que en las de cultura. Han pasado tres años y medio, hemos estado cuatro días desde el anuncio de la publicación de King of the limbs, emocionados como críos, ha llegado el momento y...
Siendo sinceros: Everett True puso por escrito lo que muchos nos tememos.
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